A
primera vista podría sorprender la presencia de Guillermo del Toro tras
las cámaras en esta secuela del exitoso filme de Wesley Snipes (decir que
era de Stephen Norrington sería un eufemismo impropio: en esta peli manda
el que manda, o sea, la estrella). Sobre todo, después de comprobar que
en su corta filmografía sólo hay cuatro títulos, dos con clara vocación
de autor (Cronos y El espinazo del diablo), uno como tarjeta
de presentación en la industria norteamericana (Mimic) y ahora
este Blade 2.
Nada
en la película remite a Del Toro, por más que hayamos leído críticas
elogiosas hablando del ambiente, del clima y afirmaciones más o menos
gratuitas por el estilo. Todo es un mero producto decidido de antemano
donde el director (y no es un eufemismo) se limita a mover la cámara.
Blade
2 se ha rodado en Praga por una mera cuestión económica: buenos y
baratos decorados, además de personal técnico eficiente. Por eso se ha
trasladado el guión allí. Pero el guión (otro eufemismo impropio)
carece de cualquier lógica: no sólo resucita a los personajes muertos en
la anterior entrega (de la explicación prefiero no hablar, intento hacer
una crítica seria), no sólo convierte al protagonista en un nuevo
llanero solitario (aunque acompañado de sus dos colegas), sino que además
lo que nos ofrece es una variada colección de peleas entre malos y malos
o buenos y malos o malos y muy malos, o vaya usted a saber, porque al
final nadie es lo que parece y todos esconden algo. No hay más, sólo
peleas.
La
variada colección de trampas del guión (que por no pretender no pretende
ni justificar sus propios trucos: los ofrece sin más) es servida por Del
Toro como un ejercicio de estilo, pero de estilo propio de peliculita
norteamericana: el mayor número de ángulos posible, el mayor número de
planos en cada pelea y, así, claro, no sabemos para qué sirve tanta
coreografía, puesto que el montaje no nos deja ver nada. Y ese es uno de
los graves problemas del cine de acción actual: mucha coreografía, pero
tanto cambio de ángulo nos impide ver lo más mínimo.
Podría
haber un tema de fondo interesante: la fidelidad a la familia. Pero acaba
siendo un simple truco (otro más), para enfrentar a personajes vampiros
con no-vampiros y con los nuevos super-vampiros, que son la auténtica
amenaza. En dos palabras, otra excusa.
Queda,
por si fuera poco, la atronadora banda sonora y la presencia de Santiago
Segura como vampiro de tres al cuarto que, por pervertido, acabará
recibiendo su merecido en una escena final (que transcurre en un Londres
de guardarropía) donde Snipes y toda su tribu dejan claras sus verdaderas
intenciones: como es un guarro pervertido (hablamos de Segura en la peli,
se entiende) debe pagar con la vida, y ahí está el bueno de Blade
dispuesto a hacer justicia. En el fondo todo se reducía a eso: a hacer
una nueva versión de los policíacos fachas de Charles Bronson, aunque
con un look más moderno. Simplemente vergonzosa.
Sabín
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BLADE
2 Título
Original:
Blade II
País y Año:
EE.UU., 2002
Género:
ACCIÓN
Dirección:
Guillermo del Toro
Guión:
David S. Goyer
Producción:
New Line Cinema
Fotografía:
Gabriel Beristain
Música:
Marco Beltrami
Montaje:
Peter Amundson
Intérpretes:
Wesley Snipes, Kris Kristofferson, Ron Perlman, Luke Goss, Leonor Varela,
Norman Reedus
Distribuidora:
TriPictures
Calificación:
No recomendado menores de 13 años
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