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En
líneas generales, uno de los baremos que marcan la validez de una película
se mide en proporción directa al nivel de interés que es capaz de
suscitar en los espectadores. En este caso, se puede decir que aquel se
mantiene en una media alta sin llegar a descender durante toda la proyección.
Teniendo en cuenta que el tema nos toca de cerca, porque se detiene en
nuestro pasado histórico más traumático, eso era lo esperable.
Con
una estrategia narrativa que se encuadra dentro de los márgenes del
documental, Extranjeros de sí
mismos es una película cuyos márgenes se mueven entre la pedagogía
histórica y la nostalgia, no por recuperar un pasado en sí mismo
terrible, sino por las ilusiones y la juventud de los seres que habitan el
relato y que el espectador percibe traicionados y destruidos por la
crueldad de los tiempos que les tocó vivir.
De
los tres segmentos narrativos que se suceden en la historia, todos
participan de la misma ensoñación épica que llevó a sus sujetos a
lanzarse a una experiencia vital que acabaría marcando definitivamente
sus vidas. Desde planteamientos ideológicos tan opuestos como el
fascismo, el socialismo internacional o la lucha anticomunista, la película
evidencia el compromiso ético asumido por aquellos jóvenes dispuestos a
arriesgar sus vidas en nombre de un ideal. Y precisamente ahí radica su
interés, en el desvelamiento que hace de ese sueño, de ese aliento
inspirado por ideales que a nuestros ojos pueden hoy ser admirables o
detestables, pero que en referencia a los sujetos reales fueron motores de
actitudes vitales que ‹y eso es lo terrible‹ se tradujeron en el mismo
desencanto y en la misma amargura para los que creyeron en ellas.
Esa
percepción funciona como una de las sensaciones más aleccionadoras de la
película y enseña cómo los seres humanos somos poco propensos a revisar
posturas, actuaciones, sueños y creencias. Escuchar a los nostálgicos
ancianos italianos defender a estas alturas el ideario fascista por el que
vinieron a luchar junto a Franco sorprende tanto como ver la
instrumentalización que hizo de ellos su propio caudillo. Una utilización
que se hace también evidente en los otros dos grupos, el de los
brigadistas internacionales que defendían el socialismo internacional y
se vieron traicionados por la pasividad y la inoperancia de los gobiernos
occidentales, y el de los voluntarios de la división azul, embaucados en
una empresa que pretendía salvar al mundo del comunismo para asentar otro
régimen de corte totalitario.
Los
testimonios de los entrevistados son conmovedores en menor o mayor grado,
aunque, por la variedad de puntos de vista y actitudes de los interesados
explicitan con claridad la disparidad de intereses y de situaciones que
movieron la actuación de todos ellos. Sin embargo, se echa en falta una
mayor cantidad de imágenes de los sucesos sobre los que se habla. Ellas,
como marco necesario desde el que sostener las peripecias narradas, habrían
dotado al filme de un mayor dinamismo y riqueza de contenido. Con la
apuesta que los autores hacen por la estrategia visual de la entrevista,
el documental queda demasiado pobre, demasiado volcado en los rostros
actuales de los protagonistas.
En
cualquier caso, el filme es un documento de innegable interés con el que
se ha escrito otra página de investigación y reflexión sobre un período
histórico que debería permanecer siempre presente en nuestra memoria
colectiva. Antonia
del Rey Reguillo
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Extranjeros de sí mismos.
Nacionalidad: España.
Año: 2000.
Dirección: José Luis López-Linares y Javier Rioyo.
Guión: Javier
Rioyo.
Producción: Cero
en Conducta.
Fotografía: José
Luis López-Linares y Teo Delgado.
Montaje: Pablo
Blanco.
Duración: 84
minutos.
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