Espejos en la niebla
Escribe Adolfo Bellido López
Patino ha vuelto. Otra vez está con nosotros. Lastima que sólo unos pocos puedan acceder a la originalidad y brillantez de su último trabajo.

Al concluir el laborioso (y doloroso) rodaje de Octavia (2002) nos decía que iba a dejar “el mundo del cine”. Sabíamos que no era así, que nunca lo abandonará, que nuevamente volvería a trabajar, a juguetear, a experimentar con las imágenes, aunque no fuera de la misma forma.
Y desde aquel entonces, desde su ajuste de cuentas con Salamanca, realizado desde el amor y el dolor, ha seguido en la brecha. Han sido nuevas exposiciones innovadoras, distintas, el cortometraje A la sombra de la Alhambra, el encuentro con la hija de unos de los verdugos de Queridísimos verdugos, junto a ese espléndido montaje sobre “la historia salmantina”, o sobre su personal historia en y desde Salamanca: el tríptico presentado en la Universidad de Salamanca con motivo de su nombramiento como Doctor Honoris Causa. Su lección en ese acto fue una inolvidable recopilación-montaje de sus tres películas salmantinas Caudillo, Nueve cartas a Berta y Octavia acunado por sus reflexiones y por la voz en off de Los paraísos perdidos, otra de sus películas salmantinas (aunque transcurriera en su mayor parte en la ciudad de Toro). Imágenes salmanticenses encerradas bajo el hermoso titulo de Palimpsesto salmantino: ver comentario al acto y al tríptico en el artículo de Encadenados titulado Basilio Martín Patino: Doctor Honoris Causa (1).

Y ahora, en este mes de abril, cuando la primavera estalla ha vuelto con sus maravillosos fuegos de artificio para regalarnos una nueva vuelta de tuerca con sus experimentaciones, su discurso nunca interrumpido. No se pueden olvidar aquellas palabras de Madrid donde mas o menos venía a decir que las películas (las buenas, decimos nosotros) nunca tienen un final. Y es que los grandes creadores nunca pueden cerrar su creación.
Pues bien, en el juego que ahora nos ofrece, donde la realidad y la ficción vuelven a encontrarse, Patino nos invita, nuevamente, a reflexionar sobre la historia de la Historia. Un discurso que continua el de Octavia, y en donde Salamanca y su provincia sirven de fondo. Ahí está toda “ella” con sus campesinos y sus aristócratas rebeldes, con la comodidad y la subversión, el orden y el caos...
El título escogido nos habla de un mundo que emerge desde la propia falta de definición o claridad. Hermoso y atrayente nombre: Espejos en la niebla, y, a continuación, más calladamente se indica, entre paréntesis, que es “Un ensayo audiovisual” y luego un nombre: Basilio Martín Patino.
Toda esta novedad acogida en una de las salas de exposiciones de su querido Círculo de Bellas Artes madrileño, situado en pleno centro. Allí donde la Gran Vía se asoma a la calle de Alcalá. Estará expuesta del 18 de abril al 8 de junio de este año. Iremos a verla y entonces volveremos a hablar de ella. Habrá que tener en cuenta que los lunes está cerrada la sala de exposiciones y los domingos sólo abre por la mañana.

Como “entrada” a esta importante exposición, dejamos finalmente que sean las propias palabras de Basilio, el gran maestro del audiovisual español, las que nos guíen y orienten sobre el evento. Palabras que hemos tomado de su propia página web (2):
“Cada una de las proyecciones (de este montaje) ofrecidas simultáneamente desde sus respectivas casillas, dentro del conjunto, desarrolla informaciones, matices, perspectivas, mundos sugeridos, con los que el espectador pueda ir reconstruyendo, rechazando, complementando, recreando un todo ajustado a su mejor entender.
Hemos tomado como base temática de esta compleja experiencia ciertas circunstancias históricas que confluyeron en la Salamanca profunda del primer tercio del siglo XX, hasta el estallido de la Guerra Civil. Se muestran en términos audiovisuales, por una parte, los escenarios del ruinoso palacete que corona la dehesa de El Cuartón, vecina a Vitigudino, lujosamente habitado por la legendaria dama Inés Luna Terrero, conocida como la Bebé, heredera de toda la enriquecida saga familiar, amante de personajes tan singulares como el dictador Primo de Rivera o el pintoresco Gonzalo de Aguilera, conde de Alba de Yeltes. Y por otra, los solitarios terruños del poblado que hubieron de construirse los esforzados renteros expulsados de la dehesa, según las minuciosas investigaciones sobre esta gesta de su propia familia, bellamente articuladas en el libro Centenares de la escritora Macu Vicente, que ha colaborado generosamente en tan arriesgado proyecto. No son historias lineales. Cada montaje contiene un potencial de múltiples sugerencias que nos interesan más que el propio relato.
Hacer cine también es una propuesta lúdica desde la que atreverse a romper certezas, a indagar en lo desconocido, a emular los sueños. Del cine nos valemos para atisbar convencionalmente lo invisible que aletea fuera de la imagen, quizás en el subconsciente. Una aspiración a dar forma a lo informe, a creernos hacedores de mundos. Pero no se trata de contar en imágenes la Historia. Intentamos sencillamente realizar un ensayo expositivo más propicio a la interacción, ser más límpidamente el reflejo de aquel espejo, de aquellos espejos de Stendhal que se pasean a lo largo del camino.
No es esta construcción un invento fantasioso, sino una mirada hacia aquella actualidad compleja que tratamos de comprender. Una experiencia que necesitará quizás de mucho más entrenamiento. Y ahí está, por si otros se animaran a reconducirla. Los espacios museísticos se abren a otra holgura en la comunicación, se desarrollan en un clima más oxigenado; las salas de exposiciones permiten otra laxitud en la puesta en escena.
Resulta esclarecedor reflexionar sobre el estancamiento del viejo espectáculo cinematográfico, sus ritos en relación con los progresos espectaculares de otros campos de naturaleza artística abiertos a una evolución no constreñida por intereses diferentes. La libertad en cine consiste en confiar en la inteligencia y en la sensibilidad solidaria del espectador; allá él, para que se interese o se abstenga del juego, participe en la propuesta, acepte la complicidad o la rechace. Desde mi relativa experiencia sé que el cine resultará tanto más gratificante, y no sólo para el espectador, cuanto más se atreva a olvidarse de toda preceptiva canónica sobre lo que se pueda o se deba hacer. Es una forma de contribuir satisfactoria y libremente a elevar la sinceridad del trabajo.
No sé si llego tarde a unos horizontes nuevos que intuyo espléndidos. El cine, mejor o peor, se ha permitido subsistir de una mina que amenaza agotarse y parece necesitar una renovación. Quizás no sea todo una cuestión de economía. Quiero seguir confiando en el espectador colaborador”.
Qué, durante muchos años, siga Patino explicándonos sus maravillosas lecciones. El cine español, el audiovisual, le necesita.
Gracias Basilio por esta nueva entrega.
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(1) Artículo en Encadenados
(2) Página web de Patino
