Pequeños y delirantes detalles definen la trama
Veamos cómo es la cosa. Hay unos inicios con la navideña música El pequeño tamborilero sonando y una niña cuyo abuelo le regala una bicicleta azul que acabará siendo robada. De otro lado, Markus (Mads Mikkelsen) es un militar en una misión en el extranjero. El oficial vuelve a casa a toda prisa a hacerse cargo de su hija adolescente Mathilde, después que su esposa haya muerto en un accidente de metro.
En principio parece todo fruto de la mala suerte o meramente accidental, cuando Otto (Nikolaj Lie Kaas), experto en matemáticas, cálculos probabilísticos y pasajero igualmente del tren siniestrado y en el mismo vagón que la esposa y la hija, aparece en la trama junto a su excéntrico colega Lennart (Lars Brygmann), una eminencia del hackeo. Otto no acepta la «casualidad» y parte del convencimiento de que hay alguien detrás de lo ocurrido. La premisa de Otto es que el tal accidente ha servido para quitar de en medio al testigo clave en un juicio contra un mafioso, o sea, hay una causa para haber provocado el siniestro.
Esta idea de intencionalidad en los acontecimientos exalta el deseo de venganza de Markus, quien se une a Otto y sus amigos en el camino de la tragedia y el ansia de desagravio. Esta circunstancia derivará la historia hacia una detallada y minuciosa indagación sobre la explosión del tren y también, en un plano más psicológico, sobre el dolor moral.
Otto ha reparado en otros detalles que evidenciarían hipotéticamente una acción criminal en el suceso. Primero se lo hace saber a la policía que no le hace caso. Luego al Markus viudo y atormentado. En colaboración con otro friki y experto en reconocimiento de rostros, el obeso Emmental, como el queso (Nicolas Bro), aporta nuevos datos. Aunque Emmental afirma e insiste en que los datos que tiene son inconsistentes, parece reconocer un rostro de alguien que, de alguna manera, se parece mucho al sospechoso que se bajó del tren poco antes de la deflagración, a la vez que estaría conectado con un grupo violento conocido como Jinetes de la justicia.
Hasta aquí los indicios son parte de una propuesta basada en la casuística y fundamentada en la coincidencia estadística. Pero estos datos están alejados de la realidad y ajenos a un trabajo empírico o bien argumentado sobre pruebas reales y no en meras suposiciones. La cosa es que, con estos indicios, Markus y compañía hacen que un hombre y su grupo resulten «condenados» por las conjeturas de los sabios de la informática, la estadística o el reconocimiento facial, culpables sin juicio previo por los crímenes del accidente del metro.
Y ahí tenemos a Markus, rodeado por un grupo de extravagantes sujetos y un hacker, todos los cuales se hacen con el peso de la investigación y a favor de la vendetta.
Película negra sobre la irracionalidad de la vida, dirigida con singular oficio por Anders Thomas Jensen (más conocido en su faceta de guionista con títulos como Después de la boda, 2019) que cuenta con numerosas virtudes que ahora paso a comentar.
Tiene un excelente guion de Nikolaj Arcel y de Jensen (adaptación de una obra del propio Jensen) con diálogos geniales y un entramado más que interesante. Penetrante música Jeppe Kaas junto a una admirable fotografía de Kasper Tuxen.
Comienza a modo de thriller con resonancias políticas, quiere pasar a drama sobre la culpa y la superación de la pérdida de la persona amada (incluidas supuestas terapias psicológicas), para devenir por momentos filme de acción que nunca pierde un delicado sentido del humor ni elementos de espiritualidad, propios del cine nórdico.
Este humor a que me refiero es humor danés, del que se puede decir que es bien rarito a nuestro entender y cultura. Pero que tiene su gracia sin duda, pues toda la película es un puro sainete sarcástico donde tres informáticos deficientes o psiquiátricos (como mejor parezca), llevan la voz cantante.
Es un tipo de humor que, lejos de ser sutil, se hace a base de fuertes golpes y sonoras y alocadas imágenes. Pueden producir incluso enérgicas e insólitas carcajadas, con escenas que contienen grandes dosis de burla a todo cuanto sostiene el entramado social, laboral, personal y sentimental, echando por alto conceptos y soslayando arquetipos hasta dejar, en el caso de la película, tan compleja y perpleja como el mismo humor que la sostiene.
Es una obra que sorprende, entretiene y mantiene la curiosidad de manera creciente, puesto el afán del espectador en el interés por descubrir la deriva y en qué concluirá todo el enredo que plantea. De otro lado, el filme hace frente y subvierte los esquemas convencionales y los géneros, pasando de unos a otros con fluidez.
Los personajes, de carne y hueso, son tratados afectuosamente y con respeto, dibujados sus perfiles de manera soberbia, dado que son sujetos, cada cual con sus deficiencias. Personajes que hacen un importante esfuerzo por comprender el mundo que habitan y las circunstancias y avatares de la vida. Personas un tanto extraviadas que se sienten perdedoras, extrañas, sujetos insólitos y provocadores o todo lo anterior y más. Personas que encuentran en la mutua compañía un consuelo al desprecio e incluso a la marginación a que la sociedad los somete.
En el reparto, un Mikkelsen muy bien como militar y padre junto a un Kaas como analista de datos discapacitado y tímido, el informático autista Leennart, encarnado muy bien por Brygmann, y el experto en reconocimientos faciales, papel muy especial que corre a cargo de Bro.
Acompaña un elenco muy acertado con actrices y actores muy buenos, como Gustav Lindh, Roland Møller, Albert Rudbeck Linhardt, Morten Suurballe, Jakob Ulrik Lohmann, Rikke Louise Andersson, Jesper Groth, Gustav Dyekjær Giese, Henrik Noél Olesen, Jesper Ole Feit Andersen, Kaspar Velberg, Rigmor Ranthe, Anne Birgitte Lind, Peder Holm Johansen, Raivo Trass y Johanne Dal-Lewkovitch. Todos muy convincentes.
Muchos y variopintos personajes que Jensen maneja con gran imaginación y soltura; y el desencuentro entre un padre ausente y una hija tambaleante por la muerte de su madre. Acompañando el cálculo matemático y el hackeo más técnico, la Física (efecto Mariposa) y otras teorías «anti-casualidad» que llaman la atención, pero que acaban siendo engañosas, aunque todo acabe bien. Las situaciones y acontecimientos parecen imposibles, y al mismo tiempo resulta que las piezas encajan con enorme precisión, con la pseudocausalidad por delante.
Película potente, un gran argumento y unos actores entregados en estado de gracia. Gran habilidad de Jensen en todo el metraje, cerrando la obra de una manera redonda. Al igual que en el comienzo, al final, los acordes de El pequeño tamborilero suenan de nuevo en el trombón que toca Emmental en la fiesta de Navidad con el resto de los protagonistas, a modo de sarcástica aportación con final “feliz”.
Post scríptum
Quiero hacer este añadido porque en la peli unos cuantos pequeños detalles parecen aportar veracidad a unos argumentos que, finalmente, resultan fruto del extravío. Esto me ha recordado y traído a mi mente lo que ahora escribo.
Hubo un tiempo, ya hace mucho, que estudié nada menos que por dos años el famoso test de Rorschach (ideado por el psiquiatra suizo Hermann Rorschach). La interpretación de este está sujeta a una serie de complejas clasificaciones de respuestas y «fenómenos especiales» que sirven para el psicodiagnóstico profundo y acertado de los pacientes. Esta película, entre otras, me ha recordado a esta prueba diagnóstica compleja, pues cuenta una historia en la cual, a partir de indicios endebles y discutibles, se dictamina una trama por demás de alocada.
El Rorschach es una prueba en la que se presenta al sujeto una serie de diez láminas con manchas y se le pide que diga lo que le evocan estas manchas lámina a lámina. Es un test proyectivo pues el testado proyecta en esas manchas sus temores, defensas o filias más recónditas. Pues bien, hay un tipo de respuestas en la que el paciente interpreta un detalle como totalidad, sin que nada objetivo o de peso indique que tenga que ser así. Por ejemplo, un filamento de la mancha es señalado como un gato porque ese es el bigote del animalito. A este tipo de respuestas se las denomina (Dd) o pequeño detalle, que corresponde al tipo de respuestas en que se utiliza como referente de la lámina áreas que corresponden a detalles inusuales de interpretación.
Lo curioso es que este tipo de contestación es dada por un mínimo de personas e implica centrarse en pequeños aspectos y dotarlos de sentido, cuando la mayoría no los percibe como tales. Estas respuestas dan cuenta de una capacidad de observación minuciosa de la realidad, preocupación por lo nimio y por aspectos irrelevantes. Lo que a su vez tiene evaluaciones diferentes, entre otras, tendencias confabuladoras con un sesgo fantasioso e incluso delirante, y la propensión a hacer trascender y dotar de importancia detalles irrelevantes.
Y no digo más, aconsejo el visionado de la película. Es tal vez la manera de entender en toda su extensión lo que digo.
Escribe Enrique Fernández Lópiz