El balón digital (septiembre 2009)
Escribe Ángel San Martín Alonso
De normal me paso el mes de agosto cazando moscas a la sombra del platanero en la plaza de mi pueblo. La actividad requiere tanta concentración que me descuidaba de los asuntos de la pequeña pantalla. En realidad no hacía más que aplicar al pie de la letra la recomendación que escuché en un programa de salud de media mañana. La experta neoconductista decía que para descansar lo mejor era cambiar de actividad. Justamente eso era lo que venía haciendo yo.
Prescripción que debí cambiar este año ante el provocador griterío de los aguafiestas que proliferan en el espacio tedetiano. No pude resistir la tentación y con la TDT a toda pantalla trataba de adivinar a qué empresa pertenecía la "mosca" que identificaba la emisión. Y ya de paso especulaba sobre cuál era su grado de animadversión hacia Rodríguez Zapatero. Mi conclusión es que el capital no tiene amigos, como mucho conniventes en la política a los que se les gratifica con dádivas en forma de trajes y dineros en paraísos fiscales. Entonces, ¿por qué se ha cabreado tantísimo el Sr. Cebrián, consejero delegado del grupo Prisa?

Desde luego que no es fácil comprender el porqué a mediados del mes de agosto se les ocurre a los señores y señoras del Gobierno promulgar un decreto-ley, como en los viejos tiempos, para autorizar la TDT de pago. Y se aprueba pocas semanas después del decreto que anula las limitaciones a la concentración empresarial de las operadoras de televisión. Iniciativas puntuales y desconexas que, si cabe, sólo contribuyen a debilitar un poco más a la ya débil industria audiovisual.
Iniciativas legislativas que se promulgan sin que de una vez, pese a los reiterados anuncios, se presente y apruebe la ley general del audiovisual. Sin este marco de referencia resulta cuanto menos desconcertante que se vayan produciendo normas que luego es muy posible que haya que derogar. Mientras tanto crean desconcierto y, sobre todo, son susceptibles de interpretarlas como ventajas para los amiguetes del presi (entiéndase los gestores de La sexta).
Contar con un grupo de comunicación afín al Gobierno puede reportar ciertas ventajas puntuales, si bien los intentos del pasado reciente en tal sentido no aconsejan reincidir en el error. Sí es posible, en cambio, que desde el Gobierno se pretenda "incordiar" a los empresarios de las televisiones, porque desde ésta no pierden ocasión para tirar cal viva sobre cada iniciativa de aquél.
De todos modos, quiero compartir con ustedes mi principal hallazgo de este verano cazando moscas en la tele. El primer descubrimiento es que ninguno de esos señores que mandan en Madrid, le prestan la más mínima atención a los contenidos que se vierten por la pomposa TDT. Si los vieran seguro que pondrían, como mínimo, al Sr. Rubalcaba y todos sus rádares a controlar el tráfico televisivo. Son viales con demasiado delito impune. El director general de RTVV se va de rositas, después de decir en un informativo, entre otras cosas, que la Fórmula 1 no le costaba ni un céntimo al pueblo valenciano. ¡Todo eran beneficios publicitarios! Vaya par... y Sálvame... contaminan toda la programación sin que nadie les quite puntos.
El segundo y principal descubrimiento es que el fútbol ha cambiado televisivamente de concepto. En los años noventa, cuando el jefe de la cosa era Álvarez Cascos, el susodicho deporte se definía como de "interés general". Ahora que no se sabe muy bien quién manda, pese a los tertulianos/as, ese deporte ha pasado a ser "contenido digital". ¡He aquí la madre del cordero!
Me escandalizo y me indigno hasta no saben ustedes muy bien dónde, al ver en tiempo de crisis las suculentas sumas de dinero que se pagan por algunos jugadores. Lo que desde un punto de vista razonable es inmoral sin paliativos, resulta que para los caciques de la tele son "contenidos" con altísimo valor añadido en el mercado del audiovisual (Cebrián no lo dice). Los 90 minutos reales de un partido, se transforman luego en horas y horas de pogramación televisiva: informativos, deportivos, especiales, tertulias, cotilleo, etc.
Con el comienzo de la liga las televisiones se han pavoneado hasta el ridículo exhibiendo sus atributos en forma de presentadores, concursos, programas previos, comentaristas, etc. En fin, a uno le queda medio claro por qué el fútbol mueve cantidades mareantes de dinero, y por qué algo tan banal se convierte en activo televisivo y objeto de confrontación política. Estamos ante una nueva burbuja especulativa y, mientras tanto, el Gobierno legisla sobre la televisión no para defender a los telespectadores sino para consentir que los especuladores conviertan el deporte en una especie de ciberladrillo con el que "urbanizar" a las masas.
Bueno, esto ya parecen haberlo conseguido. Las retransmisiones deportivas de las últimas semanas de agosto batieron records de audiencia. ¡Vale, pero conmigo que no cuenten!
