Los anillos de la corazonada (octubre 2009)
Escribe Ángel San Martín Alonso
Desconozco si se han cuantificado los infartos provocados por la negativa, de momento, a que Madrid sea sede olímpica. Sí hubo mucho desprendimiento de retina entre los bienintencionados telespectadores, tratando de entender el procedimiento de decisión del olimpismo. En cada programa se contaba de una manera distinta.
Al final, en un acto de "generosidad" del COI, pasó el marrón al país emergente, no tanto en lo deportivo como en lo económico, que es a la postre lo que cuenta. Decisión, por lo demás, ya descontada en los mercados como lo demuestra la pugna entre Telefónica y Vivendi por el control de la telefonía brasileña o la de los fondos basura por la compra de las constructoras cariocas. En los mentideros del olimpismo se daba desde hace meses a Río como la candidatura ganadora, según ha reconocido el Sr. Samaranch.
Aunque el evento de la elección forme ya parte del pasado, considero se merece alguna reflexión. La primera es sobre la caducidad del hecho noticiable. Hace poco más de una semana nos habían puesto las palpitaciones a cien con eso de la "corazonada", suscitando un sospechoso consenso mediático y españolista montado en torno a la candidatura olímpica. Han pasado unos días y ya nadie habla ni de la candidatura de Madrid ni de la frustración tras la votación. Si tan importante era para nuestro maltrecho ánimo, ¿cómo es que no se analizan las consecuencias y razones del fracaso?

Da la impresión que todo ha sido un montaje pensado por y para la televisión, pergeñado en los despachos de los malévolos programadores de los medios. Los medios visibilizan la actualidad en función de intereses ajenos a la naturaleza del hecho a relatar. Los días previos a la elección, las diferentes cadenas contraprogramaban para dar cabida en sus espacios estrella, fueran informativos, tertulias o de "crónica social" a los comentarios y las corazonadas más banales. A la postre y en aras de una artificiosa "actualidad informativa", conculcan los derechos del ciudadano contraviniendo la legislación vigente. ¿Remediará tanto fraude la recién anunciada ley general del audiovisual?
La segunda cuestión a destacar es que tal como se nos presentó el procedimiento de elección de la sede olímpica, su lógica no responde tanto a los procedimientos expeditivos de un consejo de administración, como a una comparsa de frikis en un reality show. La secuenciación de las sesiones de votación recordaban a la seriación en dosis asequibles para las audiencias como vemos habitualmente en los culebrones de la tele. El guión que hay detrás de la sucesión de episodios de la elección elevan a categoría de espectáculo un hecho en sí anodino, como es el emitir unos votos. Lo que demuestra que el COI, desde el principio, sabe quiénes son los verdaderos protagonistas del olimpismo, y para ellos hace la puesta en escena.
Desde luego que el muy lírico Gallardón quedó descompuesto y sin olimpiadas, pese a que el resultado lo conocía desde minutos antes, mantuvo como pudo el rostro de la decepción ante las cámaras. Caras descompuestas y palmaditas a la espalda nos las repitieron las distintas cadenas hasta la saciedad.

Semejante despliegue mediático lo único que ponía de manifiesto es que lo verdaderamente importante no estaba tanto en las pistas de competición deportiva como en los despachos del negocio audiovisual. Lo único verdadero era el rostro de aquellas gentes, convocadas en una plaza madrileña para festejar la elección de su ciudad pero que, tras el resultado, abandonaron la concentración silenciosos y sin "movida", como pudimos ver en el informativo nocturno de La 1.
Semejante tratamiento espectacular y efímero, libre de registros en la memoria, responde a un estilo informativo con escuela en los albores del que llaman siglo del conocimiento. Gracias a ello quedarán en el limbo las políticas de los bancos al indemnizar a sus ejecutivos -a pesar de la durísima crítica del mismísimo Gabilondo-, los comentarios de un ejecutivo del FMI diciendo que Brasil se merecía los juegos olímpicos porque es una de las economías del mundo que mejor ha resistido a la actual crisis, aunque haya sido "gastando" menos que los demás en educación y sanidad.
En nuestros pagos hay otro ejemplo clamoroso de este mismo patrón informativo. Nos referimos a la seriación que los medios hacen de la información sobre la "trama Gürtel". La única que escapa a la citada tendencia es la Televisión Valenciana que silencia la corrupción que corroe a sus jefes.
De hecho, el día que se levantó el secreto del sumario en el informativo de la noche, la TVV ocupó 25 segundos en el asunto, cuando las demás televisiones se dedicaron casi monográficamente a interpretar los papeles del sumario. ¡Que nadie se queje, la televisión es nuestra mejor defensa ante la realidad!
