Chispas en la tele

  12 Diciembre 2006

Escribe: Ángel San Martín Alonso

Tras el crudo invierno llega la excitante primavera. Tanto es así que hasta los rayos catódicos de mi tele parecen chispazos. Sí, sí, saltan chispas en las empresas de la cosa, chispas en sus rejillas de programación y, para no ser menos, también chisporretea cada vez que la realidad se nos presenta como género televisivo. El otro día, sin ir más lejos, me quedé sin ver Pasapalabra (Antena3). ¡Mi concurso favorito! Y todo porque a los trabajadores de esa empresa se les ocurrió ponerse en servicios mínimos para exigir mejoras en su convenio colectivo. Sin haberme recuperado del cabreo, descubro que el ejemplo ha cundido entre el personal de RTVE. Varios miles de puestos de trabajo ya no son necesarios en el modelo de empresa que diseñan los actuales gestores. Nunca antes había sucedido cosa semejante. Más bien era todo lo contrario, cada director general que llegaba al Ente público, acababa colocando a todo sus parientes y amigos del pueblo. Así viene sucediendo en la Radio Televisión Valenciana y nadie se rasga las vestiduras ante semejante dislate económico. Claro, tampoco la retina, a tenor de la escasa clientela que aún le queda.

Chispas, lo que se dice chispas, también las ha hecho saltar el orgullo herido de quienes de puro liberales adoptan el papel de censores. Informe Semanal (TVE), dedicó hace unas semanas uno de sus reportajes a la especulación del cemento en la Comunidad Valenciana. Pues bien, le faltó tiempo a la Generalitat para comunicar su particular acuse de recibo y exigir rectificación inmediata, sin advertir lo que aquélla consiente en su RTVV. Y para que el exceso de verosimilitud de TVE no quedara sin castigo, Telemadrid emite un reportaje sobre las dudas del 11M, cuyo guión debieron hacerlo los señores Acebes y Zaplana. Desde luego, los trabajadores del ente madrileño no lo redactaron porque se negaron a firmarlo. No contentos con esta actitud, han presentado una denuncia ante el Parlamento Europeo. Tanto le ha debido molestar semejante obcecación de los trabajadores que, la dilecta presidenta, Doña Esperanza, suprime de un plumazo el Consejo Audiovisual de Madrid. Se han dado interpretaciones muy diversas de este arrebato censor por parte de una persona tan liberal como la susodicha. Ninguna de ellas me satisface, así que, si me lo permiten, les propondré otra más.

Por aquello de que la nobleza obliga, la Presidenta toma tan drástica medida para distinguirse un poco más de Cataluña. Ya saben, por eso del Estatut y todo lo demás. Mientras tanto, el Consejo Audiovisual de Cataluña hace su trabajo y le echa un rapapolvo de los que hacen época a la emisora de los curas (la COPE). Y ésta, en vez de aplicarse al acto de contrición que predica, sigue convocando manifas callejeras y recontando, familia a familia, a sus oyentes porque dice no fiarse tampoco del EGM (Estudio General de Medios). Ayer mismo me vi obligado a tirar del rellano a dos tipos jóvenes y engominados, porque a la hora de la siesta querían saber si mi familia escuchaba unida las federicas matutinas de la COPE.

Definitivamente la tele también la radio- está que echa chispas por todas partes. La contraprogramación va que vuela, ya sea por huelga legítima de los trabajadores o por conveniencia de los empresarios. El baile de los rostros televisivos me trae en un sin vivir. ¿Qué hace Pedro Piqueras ahora en Tele 5 o dónde está la Campos que no la veo ni en los programas de casquería como a Pepe Navarro? Tanta dosis de desconcierto lleva encapsulados principios activos que no son fáciles de digerir. Por menos de nada cortan la programación y allá va un especial, ya sea para anunciarnos el fallecimiento de una cantante de rancheras, la salida del hospital de Rocío Jurado o para glosar el alcance del último videocomunicado de ETA. Mención especial se merece la canallada de ese soldado británico que grabó en vídeo, como si estuviera en la boda de su prima, la inhumana paliza dada por sus subordinados a unos críos iraquíes. Desde luego, no debe extrañarnos el que, con tanta producción ajena, la patronal televisiva quiera prescindir de sus trabajadores.

Empiezo a estar convencido que ni el resultado electoral de Italia ni la corrupción de Marbella, por poner dos ejemplos recientes, pueden entenderse si no se analizan en clave de género televisivo. No son fruto del azar ni del retorcimiento humano, sino producto del guión de una teleserie. Y en medio de este panorama nace La Sexta, que esperemos nos ofrezca una programación tan refrescante como dicen en las promos. Mientras consolidan sus propósitos, démosles un voto de confianza, aunque en TV parece estar ya todo inventado. Por cierto, coincidiendo con el final del fútbol llegará a Valencia el Papa y, según se comenta, las televisiones tienen pensado hacer un esfuerzo semejante al de la final europea entre el Barça y el Vila-Real. De hecho esta semana santa, con las procesiones y las incombustibles películas de romanos, nos van a preparar bien para entonces. Es una vergüenza y un despropósito ideológico, además de despilfarro económico, que un ente público, sea RTVE o RTVV, hagan el despliegue televisivo que anuncian para principio de julio. Pero de esto hablaré en la próxima entrega, aunque no les aseguro nada. El virus catódico me provoca fiebres y espasmos telúricos, así que para poder acudir a esta cita tendré que ponerme en manos del mismísimo Dr. House (La Cuatro).