ELEPHANT  
 
Título orginal: Elephant
País, Año:

EE.UU., 2003

Dirección: Gus Van Sant
Intérpretes: Alex Frost, Eric Deulen, John Robinson, Elias Mcconnell, Jordan Taylor, Carrie Finklea, Nicole George, Brittany Mountain, Alicia Miles, Kristen Hicks, Bennie Dixon, Nathan Tyson, Timothy Bottoms, Matt Malloy, Ellis E. Williams, Chantelle Chriestenson
Guión: Gus Van Sant
Producción: Jt Leroy, Jay Hernandez
Fotografía: Harris Savides
Montaje: Gus Van Sant
Duración: 81 minutos
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Más allá de la superficie

Un adolescente se encuentra en su cuarto tocando al piano la sonata Claro de luna de Beethoven. La cámara realiza una panorámica por todo el cuarto y muestra una imagen cotidiana de lo que es el cuarto de una persona joven. Un amigo se entretiene con un típico videojuego violento, disparando contra posibles enemigos que van cayendo eliminados sin piedad. El joven termina la interpretación de la pieza musical, coge el ordenador y selecciona un arma de fuego de un catálogo on line. Al cabo de un tiempo, un mensajero entrega en su casa el arma con la munición correspondiente. No hay casi diálogo, apenas cuatro frases.

Esta escena que hemos descrito pertenece a Elephant (2003) y refleja la tónica general de la película de Gus van Sant, una descripción pormenorizada de las últimas horas de la tragedia del instituto Columbine, que terminó con el asesinato de varios jóvenes y profesores a manos de dos compañeros. Así, la cámara de Van Sant se convierte en un apéndice de los jóvenes y los sigue hasta la saciedad, mostrando los acontecimientos sin ningún tipo de emoción. No hay –aparentemente– reflexión ni explicación de los sucesos que vemos en la pantalla, los diálogos y las conversaciones son los mínimos, ocasionales y cuando se producen son asépticos, tontos (la escena de las tres chicas en el comedor escolar). De hecho, el filme es un seguimiento a los personajes, que empieza con una cámara que enfoca a un coche y continua toda la película con esa cámara tras las espaldas de los protagonistas, y donde va saltando de uno a otro, hasta conformar una panorámica de la vida corriente de un instituto americano y donde el término ficción y documental se mezclan continuamente.

Este rastreo obsesivo crece en progresión geométrica favorecido por la deconstrucción del relato, que hace avanzar y retroceder la acción y que muestra al espectador el mismo hecho desde puntos de vista diferentes según se vea a través de un personaje u otro (la escena en que el chico rubio es fotografiado en los pasillos se llega a ver hasta tres veces). Este efecto facilita que el ritmo de la película se rompa y las escenas se conviertan en fragmentos aislados de una especie de rompecabezas que vamos componiendo hasta el momento del desenlace (desenlace que aparece narrado de la misma forma, de una manera fría, neutra, y donde las muertes constituyen un elemento más, sin aditamento sentimental).

Ahora bien, bajo esa aparente neutralidad y que podría ser la antítesis de Bowling for Columbine de Michael Moore (que de cara al espectador es todo explicación, pedagogía  e incluso manipulación), el director de Mi Idaho privado, en realidad, sí está dando explicaciones, sí está mostrando algunas de las causas que posibilitan el que una tragedia de esa dimensión pueda pasar. Y es que entre panorámicas, travellings y cámara en mano, Elephant se asoma a temas como:

1.       La influencia negativa que los adultos provocan en los jóvenes. Los adultos están presentados como elementos extraños: desde el padre que tiene problemas con el alcohol, hasta los profesores o empleados del instituto. Así, la figura de los padres no aparece en ningún momento en el filme (el futuro asesino besa a su amigo porque no ha tenido ninguna experiencia de amor, de cariño).

2.       El sistema que deja al margen a aquéllos que no siguen el modelo clásico, así entre las imágenes de chicos jóvenes, atractivos, parece que no encuentra acomodo la adolescente poco agraciada físicamente que muestra un carácter retraído y que sufre las miradas de sus compañeros o la reprimenda de sus profesores.

3.       La atracción por la violencia y que se muestra en los videojuegos con muertes ensangrentadas, la facilidad en la compra de armas (la escena descrita al principio) o la terrible escena del adolescente de color que, alertado por los disparos en el instituto, acude directamente hacia su muerte, sin explicación, casi como una especie de suicidio motivado por la curiosidad.

4.       Las contradicciones de la sociedad media americana: el coche del inicio que casi provoca un accidente en una calle típica que parece tranquila; la escena de las tres chicas en el comedor escolar, a las que seguimos a través de una conversación cotidiana de adolescentes y que termina en los servicios, metida cada una en un aseo, vomitando la comida que acaban de consumir; o la enseñanza que favorece el diálogo (el foro de estudiantes con el profesor) que termina interrumpida por los disparos, etc.

Es decir, muchos temas que aparecen punteados, dejados caer, aquí y allá, y que muestran que debajo de una imagen de normalidad, cuando se profundiza un mínimo, aparece un mundo interior oscuro que esconde síntomas alarmantes de anormalidad, una especie de película de terror de instituto, al estilo Terciopelo azul o La noche de Halloween, es decir, debajo de un mundo normal aparece el terror, el miedo... y que Gus van Sant muestra en diferentes ocasiones, como tenemos ocasión de apreciar en la escena en que el mismo adolescente que interpreta en su casa la sonata al piano es capaz de asesinar despiadadamente a sus compañeros de instituto.

Y es que en escasos ochenta minutos, enmarcados por una cámara que capta el cielo que pasa (prólogo y epílogo), asistimos a un relato de terror cotidiano sobre esa sociedad que considerándose avanzada fabrica adolescentes capaces de asesinar a sangre fría, y esta vez asusta porque sabemos que es verdad.

Luis Tormo