Merengue fino
El diario de Noah comienza con planos
generales de románticos
atardeceres duplicados sobre la superficie de un río en las tierras
húmedas de Carolina del Norte. En tal idílico paisaje, un hombre
mayor, Duke (James Garner, El romance de Murphy) visita
una residencia de ancianos donde lee a una mujer que padece demencia
senil (Gena Rowlands) la historia escrita en un cuaderno. Se trata
del relato de dos jóvenes adolescentes que se enamoran durante
el verano de 1940 y ven truncado su amor por los prejuicios sociales,
ya que pertenecen a clases muy diferentes. Después, la Segunda
Guerra Mundial se vuelve a interponer entre ellos imposibilitando
su encuentro. A través de la lectura del diario, se van despertando
los recuerdos de la anciana, que resulta ser la misma Allie (Rachel
McAdams, Mean girls) enamorada de Noah (Ryan Gosling) que
poco a poco recupera la memoria de su vida y la conciencia de
su amor.
Nos encontramos ante una historia contada desde el presente de
la vejez, en la que el amor y la pasión sobreviven hasta el final.
Las retrospecciones hacia el mundo del pasado van abriendo la
conciencia de la Allie anciana, al mismo tiempo que muestran al
espectador la clave de la película: la insistencia, tenacidad
y fuerza del Noah viejo para despertar el recuerdo de una Allie
perdida en la bruma de la confusión. El anciano Duke-Noah seguirá
insistiendo hasta la muerte para recuperar la memoria de su esposa,
para así conservar el amor de su vida.
El argumento posee todos los ingredientes para suscitar las emociones
y provocar las lágrimas de los espectadores que gustan de los
relatos rosas, tiernos y románticos. Las dos historias, la de
los jóvenes y la de los ancianos, son ya suficientemente emotivas
por separado; cuando se superponen, la intensidad de los sentimientos
se multiplica, consiguiendo así el efecto perseguido por un filme
de estas características.
Basada en el best-seller de Nicholas Sparks, este proyecto
interesó desde la publicación de la novela a la productora New
Line Cinema, a directores como Steven Spilberg y a actores como
Tom Cruise para el papel que finalmente protagonizaría Ryan Gosling.
Se trata de un producto muy comercial dirigido por Nick Cassavetes,
que ya había debutado como director (John Q., 2001), guionista
(Blow) y actor (Cara a cara). El equipo de dirección
cuenta con profesionales de prestigio como los guionistas Jeremy Leven y Jan Sardi, la
fotografía de Robert Fraise (Vatel, 2000, dirigida por
Roland Joffe; Ronin de Frankenheimer, 1998) y la música
de Aarón Zigman, que ya había colaborado en John Q., y
es un conocido productor musical, arreglista y compositor.
Una película, pues, bien adaptada y resuelta, correcta en su estructura
y ejecución, que se deja ver bien y que gusta a aquellos espectadores
y espectadoras amantes de la literatura y del cine románticos,
dispuestos a creerse el lado más amable de la realidad. Para los
que deseen soñar y pasar el rato entre los humedales de una América
desaparecida, en la que el bien triunfa sobre el mal, y el amor
sobre los prejuicios y el poder del dinero. Para nostálgicos de
un mundo que sólo existe en la imaginación.
Gloria Benito