Ocio hipertextual
Empezaré este comentario
sobre la segunda parte de las aventuras del ogro Shrek haciendo
referencia a la primera, ya que, a mi entender, aquélla no se
explica sin ésta, en tanto que constituye su trasunto y evolución.
Sobre Shrek
(2001) se dijo que era un filme que revolucionaba el género (de
los dibujos animados, aunque en realidad habría que decir de los
cuentos de hadas), por cuanto se dedicaba a subvertir sus
convenciones haciendo, de paso, uso de un humor un tanto cáustico.
Casi se llegó a decir que se trataba de una película políticamente
incorrecta, cosa que yo personalmente no habría suscrito. Básicamente
porque, al final, la historia que nos contaba Shrek era
la misma (y correcta) de siempre, y su (indudable) estilo
rompedor no pasaba muchas veces de la gamberrada soez perfectamente
domesticada (la escatología de que hacía gala el monstruo protagonista).
Por otro lado, anteriores
títulos de la animación digital como Toy story (1 y 2)
(1995, 1999) o Bichos (1998), de la compañía Pixar, ya
habían abierto el camino a la introducción de la parodia, la cita
y la lectura en clave adulta de los tradicionales productos dirigidos
al público infantil, con lo que también habría que relativizar
el carácter novedoso del filme de Dreamworks en este sentido.
El verdadero elemento diferenciador de la que fue la baza jugada
por la compañía de Spielberg para introducirse en el pujante (y,
por tanto, jugoso) sector de la animación por ordenador, fue el
de establecer un juego con el espectador, a base de chistes de
carácter intertextual en forma de referencias a otras películas
o a veces incluso extracinematográficas. Si bien los otros títulos
a los que he hecho referencia también hacían uso de esta estrategia,
lo hacían de forma mucho más subsidiaria, mientras que en Shrek
constituía una de las bases argumentales. Una base que la segunda
parte amplía.
No estoy diciendo
que en Shrek 2 no haya una trama argumental que vertebre
toda la narración. Desde luego la hay. Concretamente se nos cuenta
cómo Shrek y Fiona, que en el anterior capítulo habíamos
dejado convertidos en ogros y camino de su luna de miel, se ven
en la situación de tener que visitar a los padres de ella, reyes
del país Muy Muy Lejano. Por supuesto los monarcas no verán con
muy buenos ojos (principalmente el padre) al compañero de su hija,
digamos que por su origen plebeyo. Shrek se verá entonces en la
encrucijada de elegir entre seguir siendo quien es o conservar
a su esposa, mientras evita que el apuesto príncipe Encantador
seduzca a Fiona. El final resulta tan obvio que no lo explicaré,
no por no estropearle la película a nadie sino por innecesario.
La historia es tan
simple como la de la primera parte, y casi igual de manida. Pero,
como digo, eso no es lo importante. Ya Shrek apostaba por
combinar lo tradicional (la típica historia) con lo postmoderno
(la burla de lo anterior, porque, “¿quién hoy
en día cree aún en los cuentos de hadas?”), lo cual según muchos era la clave de su éxito, al conseguir con ello
atraer tanto al público infantil como al adolescente y juvenil.
Shrek 2 mantiene la fórmula, pero la proporción del segundo elemento se incrementa,
convirtiéndose más que nunca en una mezcla imposible entre Scary
movie (o Hot shots, Agárralo como puedas…) y
Disney. El verdadero interés de la película recae sin remedio
en la sucesión de gags de toda clase (situaciones absurdas,
citas al cine, la televisión y los cuentos populares, números
musicales con canciones pop…) que sin solución de continuidad
se encadenan de principio a fin. Unos mejores y otros peores,
todos ellos son el verdadero motor de la narración, marcando sus
ritmos y provocando golpes de efecto (mayores incluso, me atrevería
a decir, que los propios giros de la historia).
Su humor (base esencial
del producto) es más ingenioso que inteligente, y se centra, como
he dicho, en hacer participar al espectador en un juego de reconocimiento
de referencias y dobles sentidos. Esto, sin duda, debe hacernos
reconsiderar su catalogación dentro del cine infantil, ya que
difícilmente los niños pueden entender la mayoría de estos guiños
(siempre quedarán para ellos, eso sí, los mocos y los eructos
del ogro, y el personaje bocazas de Asno, casi lo único que se
ofrece a sus –subestimadas– inteligencias).
Para los demás,
creo, esta Shrek 2 es lo que debería haber sido la primera,
ya que en su exceso ha sabido encontrar la iconoclastia (siempre
dentro de unos límites) de la que aquella presumía.
Jordi Codó