Variaciones
Son
varias las películas que han recreado el relato de J. M. Barrie.
Probablemente entre las versiones más conocidas, por ser más recientes,
se encuentren la de Spielberg y la de animación de Disney. Ninguna
de ellas, sin embargo, está demasiado conseguida. Esta versión
de Hogan, por el contrario, tiene cierta calidad, sigue la obra
original y, además, sin apartarse de la historia original, plantea
una serie de re-lecturas que hay que agradecer convenientemente.
No
estamos ante una película infantil, ñoña, ni moralizada, por el
contrario se ha intentado contar honestamente la historia del
nacimiento de alguien al periodo adulto, enfrentado a sus temores
(y a la vez ansia) por dejar atrás la infancia. Peter Pan no está
visto como un héroe, ni como alguien digno de ser seguido. Simplemente
es un juguetón y engreído niño que no entiende muy bien lo que
pasa a su alrededor y que al final, sin tampoco proponérselo,
termina por encontrarse solo. Hay elementos muy interesantes en
el filme, como son todos aquellos que hacen referencia a la sexualidad,
en esa búsqueda de un beso salvador o generador de todo un movimiento
hacia adelante. Tan significativa es, en ese sentido, la escena
del beso entre Wendy y Peter como el encuentro por parte de Wendy
del misterio (?) de la existencia.
Efectivamente,
Peter está dibujado como un personaje incompleto, al que su vida
en el país de nunca jamás (por cierto, un mundo escasamente luminoso) le aísla demasiado de la verdad del mundo.
Ha preferido vivir en el aislamiento que provoca su negativa a
crecer, lo que naturalmente le mantiene en una tierra de nadie.
Por ello será condenado a no amar, ni a ser amado. Como se insiste
en la película, es un ser incompleto.
El
mundo en el que vive Peter, como acabamos de indicar, es inhóspito,
oscuro, feo. Por eso el cocodrilo que persigue a Garfio es un
monstruo escamoso casi prehistórico, los lugares en los que habitan
los niños abandonados o perdidos son tristes, los piratas que
“habitan” en un tétrico barco se encuentran rodeados por el hielo,
el lago es feo y peligrosas las sirenas que lo habitan. Es decir,
el país de nunca jamás dista mucho de ser un lugar atractivo.
Realmente más que un ensueño parece una pesadilla.
Hay
apuntes también interesantes en la relación de Wendy y Pan con
los niños. Igual que en las otras versiones, la pareja protagonista
es considerada como substitutiva de una paterna, necesaria por
parte de los niños del lugar. Sin embargo, dudan de ese título
otorgado ya que no saben cómo actuar y no únicamente por el hecho
de que Peter no pueda ser padre-hombre. En esas obligaciones tampoco
Wendy sabe lo que hay que hacer para ser madre. Sus acciones simplemente
se basan en la repetición de lo que los demás le han impuesto
a ella misma. No es raro, por eso, que la niña sepa “coser” la
sombra de Peter o que obligue a beber a los niños medicinas para
que, se suponen, estén sanos. Hecho este último (el de la medicina)
que está a punto de terminar con la vida de Peter.
Quisiera
destacar dos ideas más que aparecen en la película: la identificación-identidad
entre Garfio y el padre de Wendy (papeles que interpreta el mismo
actor) y la necesidad de Wendy de vivir en una casa (algo que
le preparan los niños perdidos en cuanto llega a la isla). Interesante
también es la identificación de un beso con un dedal o un fruto.
La sexualidad, insisto en ello, es un tema que está presente en
toda la película y referido no sólo a los personajes niños, sino
también a unos adultos exageradamente cohibidos en una sociedad
represora. Piénsese tanto en el rictus de los labios en forma
de “beso” que definen tanto a la madre como a Wendy como en la
ausencia de cariño explícito (el evitar besar a los hijos) de
la mujer (y no digamos del hombre) hacia sus hijos.
En
la exacta dicotomía vivida la personajes aparece también (y muy
bien construido) el personaje de “campanilla” condenada a sufrir
(como un doble-sombra de Peter) por no poder jamás convertir en
amante al objeto de su amor. La escena de la muerte-resurreción
del hada está muy conseguida.
Puede
pensarse que el final de la película representa una explosión
de buenos sentimientos, una sumisión hacia lo más elemental y
retrogrado dictado por una bienpensante sociedad. Pero todo eso
se corresponde con la propia época retratada. En ese sentido,
hasta la (lógica) apología de la familia y del hogar se precipita
como necesaria para una progresión vivencial de los seres, un
ciclo en y de la existencia: nacimiento, crecimiento, muerte.
Algo que se niega a admitir Peter Pan en su pertinaz obcecación
por no crecer.
Frente
al excelente retrato de la mayor parte de los personajes, la lograda
ironía en el dibujo de la gente que habita en la ciudad, cabe
evidenciar el escaso interés que suscitan otros seres o colectivos
como es el de la tribu india cuya presencia es simplemente testimonial.
Lo cuál no se debe exclusivamente a su pequeño papel en la historia
ya que, por ejemplo, se saca un gran partido (explicativo, además)
al excelente único momento de la aparición de las sirenas.
Filme
interesante que demuestra que su director (su primera película
fue la apreciable La boda
de Muriel) se ha interesado por revisar desde planteamiento
personales la singular historia del niño que se negaba a crecer.
Y eso hace la película inteligente y apreciable para... los espectadores
mayores, fundamentalmente.
Mister Arkadin