LA PUTA Y LA BALLENA  
 
Título orginal: La puta y la ballena
País, Año:

España, Argentina, 2003

Dirección: Luis Puenzo
Intérpretes: Aitana Sánchez-Gijón. Leonardo Sbaraglia. Miguel Ángel Solá. Pep Munné. Mercè Llorens.
Guión: Ángeles González-Sinde. Luis Puenzo
Producción: Luis Puenzo. José María Morales. Pablo Bossi
Música: Andrés Goldstein
Fotografía: José Luis Alcaine
Montaje: Hugo Primero
Distribuidora: Nirvana Films
Duración: 147 minutos
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 

La doble vida de Vera

El director argentino Luis Puenzo, que recibió el Óscar a la Mejor Película Extranjera por La historia oficial en 1985, no se había vuelto a poner tras la cámara desde La peste (1992). La puta y la ballena, su nuevo trabajo, es una coproducción entre España y Argentina.

En esta película encontramos a Vera (Aitana Sánchez-Gijón), una escritora catalana en plena crisis. El presentimiento de tener un cáncer de mama, su reciente separación matrimonial y el encargo de escribir los epígrafes de las misteriosas fotos de Emilio (Leonardo Sbaraglia), un joven argentino que murió fotografiando la Guerra Civil Española, precipitan su partida hacia Buenos Aires. Allí le realizan una mastectomía. Al mismo tiempo, encuentra las pistas que la llevan a desentrañar la vida de Emilio y su trágica historia de amor con Lola (Mercé Llorèns), una corista catalana.

Alrededor de este trío protagonista se entretejen otros personajes míticos en medio de los hermosísimos paisajes de la Patagonia: una ballena que queda misteriosamente varada dos veces en el mismo lugar con setenta años de diferencia; Suárez (Miguel Ángel Solá), un bandoneonísta ciego, autor de un tango legendario y dueño de un burdel; y Matilde (Belén Blanco), una prostituta de ojos grandes y corazón tierno.

Basada en un cuento del mismo Luis Puenzo, el guión viene firmado por él mismo, su hija Lucía Puenzo y la directora y guionista española Ángeles González-Sinde. La estructura del relato huye de la linealidad convencional y trata de recuperar una concepción poética del cine.

A diferencia del contenido político de sus anteriores trabajos, esta vez la temática gira en torno a lo que el mismo director denomina "una historia de amor”. Sin embargo, lo que narra esta película es demasiado complejo para reducirlo a una mera etiqueta.

Dice Luis Puenzo que “La puta y la ballena nació inesperadamente, de la conjunción de dos ideas aparentemente inconexas: una mujer mutilada por un cáncer de pecho, una ballena varada dos veces en el mismo lugar”. Las dos líneas argumentales, aunque relacionadas por una serie de paralelismos, son independientes entre sí. A la historia de Vera se le unió la fascinación de Puenzo por las fotografías viejas. Vera comienza a revolver en una historia antigua, que se relaciona a su vez con la ballena varada en la Península de Valdés. La historia se repite hasta que llega un momento en que el pasado y el presente se rozan, ambos tiempos confluyen en un tango, entendido como un acto de amor.

La película habla de amor y soledad, pero sobre todo de libertad, identidad e independencia. Las mujeres, Vera y Lola, repiten a menudo que son libres, que “hacen lo que les da la gana”, pero esto no es así. Obran por reacción, no por elección. Ambas están definidas por las miradas masculinas, las de su padre, su marido, su hijo, sus amantes. En su lucha por reencontrarse consigo mismas, por retomar el rumbo perdido, ambas dan con la misma salida. Quizá la muerte de una suponga la salvación de la otra, como ocurría en La doble vida de Verónica (La double vie de Véronique, Krzysztof Kieslowski, 1991). Llama también la atención el contraste entre el maquillaje excesivo de las prostitutas y el rostro casi desnudo de Vera. ¿Indica esto una evolución en la mujer setenta años más tarde? ¿Es por ello más libre?

Esta historia, compleja y envolvente, se presenta además como un espectáculo de extraordinaria belleza audiovisual. La fotografía de José Luis Alcaine, que retrata los cuerpos femeninos del modo más natural, sin erotizarlos; la banda sonora de Daniel Tarrab y Andrés Goldstein, con el tango como fondo, un sonido mítico y cargado de leyendas que en la Argentina se encuentra inextricablemente ligado a los prostíbulos y a la inmigración; la opulencia del diseño artístico (Mercedes Alfonsín) y del vestuario (Sonia Grande) y la solvencia del montaje (Hugo Primero). El trabajo de todos ellos se conjuga para ofrecernos un juego entre lo consciente y lo inconsciente, lo presente y lo pasado, lo documental y lo onírico.

La puta y la ballena recurre a quince minutos de animación 3D y post-producción de efectos digitales para la construcción del Hotel Suárez, el avión de época Laté 25, la ballena, la mastectomía de Vera y el retoque de imágenes en algunas escenas. A excepción de algunas tomas, especialmente las del avión, estas imágenes se funden satisfactoriamente en el conjunto, pues no es su objetivo evidenciarse.

Para construir a sus personajes, Leonardo Sbaraglia, Aitana Sánchez-Gijón y Mercé Llorèns tomaron clases de tango durante meses, mientras Miguel Ángel Solá hacía lo propio con el bandoneón. Los actores están soberbios, especialmente el excelente trío protagonista, que sabe transmitir a la perfección la evolución psicológica de sus personajes. Sus miradas, tristes, intensas y atormentadas, quedan en el recuerdo. El debut cinematográfico de Mercé Llorèns no podría ser mejor.

Es posible que la ambición de esta película sea también su mayor lastre. Su vocación es literaria. Las historias, entremezcladas, son muy sugerentes, pero también demasiado ricas y complejas por sí solas para quedar satisfactoriamente resueltas en un relato fílmico, aunque dure más de dos horas.

Lucía Solaz