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NUEVOS VIDEOS, VIEJAS PELÍCULAS

"Seconds" una película que, como la mayor parte del cine de Frankenheimer, se ha revalorizado con el paso del tiempoPlan diabólico (Seconds). Nacionalidad: Norteamericana, 1966. Dirección: John Frankenheimer. Guón: Lewis John Carlino. Argumento: el libro de David Ely. Fotografía: James Wong Howe. Música: Jerry Goldsmith. Intérpretes: Rock Hudson, John Randolph, Salomé Jens, Richard Anderson.

Sorprende agradablemente comprobar como ciertas casas videográficas ponen en circulación películas difíciles de encontrar. También lo hacen con otras raras y nunca estrenadas. Incluso, aparecen títulos con un metraje superior al de su estreno, ya que en su momento se aligeró debido a la censura o a que el filme era demasiado largo (caso de las películas japonesas Kwaidan -El más allá- o Los siete samuráis). En este sentido hay que destacar la gran labor que está realizando la distribuidora FILMAX, tanto en la presentación de perfectas versiones de las películas ofertadas (en vídeo y muchas en DVD), y que van desde la grandiosa Persona de Bergman hasta los citados filmes japoneses.

Sin embargo no vamos a detenernos en la labor de esa distribuidora, sino que vamos a destacar la curiosa –y algo insólita- edición en vídeo de películas norteamericanas muy difíciles de encontrar y que han sido lanzadas por la propia casa productora. Así, hace  poco tiempo, acaba de editarse una película de Frankenheimer, de casi imposible visión, Plan diabólico.. No recuerdo –quizás en algún momento ya lejano-que se haya pasado por televisión. Su estreno fue tan lejano como en el año 1967. En aquel momento la crítica arremetió contra la película, incluso ante su pase en algún festival.

Frankenheimer, uno de los directores procedentes de la primera generación televisiva, no era admitido por muchos críticos. Ni él, ni la mayoría de los realizadores de aquella generación. Se les consideraba como una especie de advenedizos, que trataban de introducirse en un mundo que no era el suyo. Su forma expresiva parecía distante de los grandes directores (clásicos) de Hollywood. Muchos de ellos, la mayoría, eran liberales, gentes que habían conseguido (refugiados en la televisión), evadirse de las persecuciones de los comités represores antinorteamericanos.

En el caso de Frankenheimer había otro problema. Tenía la manía (y tiene) de utilizar en el rodaje una planificación distorsionada (¿deudora de Welles?), como ejemplo del desconcierto moral y social de una época y unos personajes. El cine de éste realizador nacido en 1930 en Nueva York, es “político” en el total sentido de la palabra. Y radicalmente progresista. Si a veces no se “ve” ese sentido se debe a que sus películas EXPONEN situaciones. Las imágenes hablan por si mismas, evitando los discursos (en él y en otros de su generación hay un claro planteamiento metafórico). He ahí, uno de los principales escollos para atender –y entender- a aquello que trata de comunicar. Es asombroso como algunos (llamados) críticos pueden atacar de reaccionarios filmes como El mensajero del miedo, Tiro mortal, Domingo negro o incluso su último (y admirable) Operación Reno.

Su cine es importante y el tiempo pondrá en su justo lugar una obra llena de pesimismo sobre el falso sueño americano. Un sentido que claramente se expone en títulos como Yo vigilo el camino o Los temerarios del aire pero que arropa toda una brillante obra.

Plan diabólico se adelantó a su tiempo en muchas cosas. Su concepción de la intriga y del terror, como elementos de aquí y de ahora, nada tenían que ver con aquel cine genérico que entonces se hacia. En su obra el mal se representa de forma cotidiana al amparo de una sociedad enferma. Posteriores títulos irán incidiendo en este tipo de terror como Esclavos del hampa de Lowell Rich (con elementos muy afines al filme de Frankenheimer) o, ¿por qué no?, sobre todo el celebre La semilla del diablo de Polanski.

¿Qué cuenta la película? Simplemente la desilusión de la sociedad del progreso. Nada (o casi) de lo hecho ha merecido la pena. El protagonista se pregunta ahora (ya en la última etapa de su vida, a punto de jubilarse)  sobre lo que ha supuesto el (falso) mundo de felicidad y opulencia en el que vive. Su marcha en el tren al trabajo, sostenida la escena sobre el personaje en primer plano, muestra como en segundo plano desfilan edificios y más edificios siempre idénticos: un reflejo de toda su insatisfacción. Un mundo en plena decadencia física y moral. Todo se cae. Su mujer ha perdido su belleza, el mundo, a su alrededor, carece de sentido. ¿Qué pasaría si se pudiera conseguir una segunda oportunidad? ¿Qué pasaría si la vida pudiera volver a repetirse? Una extraña asociación crea una segunda vida (una vez “reconstruida” la persona), que trate de enmendar los errores de la primera.

Es como una especie de variación de “Fausto”. Pero, aquí, detrás de la nueva existencia no hay nada, ni siquiera le espera una amante Margarita. La vida de opulencia, de fiestas, de “amores” nuevos no tiene demasiado sentido. Es tan inútil o más que la primera. Nuestro personaje transformado en el apolíneo Rock Hudson empieza a preguntarse si su nueva personalidad (la segunda oportunidad) ha merecido la pena. ¿No hubiera sido preferible aprovechar la primera? ¿No sería mejor adaptarse y tratar de enmendar –en lo posible-. sus errores? ¿Qué tiene en el nuevo futuro? Nada. Es un falso renacimiento. Ni su casa –la nueva- es suya. Todo es programado por la empresa que cuida (y se aprovecha) de su vida. Hasta los nuevos vecinos no son más que gentes que quieren vivir una segunda oportunidad. Su juventud –y por tanto su personalidad- es tan falsa como la suya.

El amor que surge con su nueva vecina es igualmente falso. No es (como se asegura en el libro “La generación de la televisión” de Aguilera) otra “transformada”, pero si una empleada de la “organización” para cumplir con la programación del protagonista. Todo es falso. Nada hay de verdad en el mundo en que se le ha prometido la excelencia de la vida. Más falso, incluso, que en el mundo que vivía en el ayer.

Cuando se estrenó el filme en España (por cuestiones de censura) se cortó o aligeró la secuencia de la fiesta-orgía de las uvas. Un momento importante en el caminar del protagonista hacia su conocimiento personal en el hoy.

Triste –y demoledora- película sobre el sueño americano, sobre la mentira de una sociedad dormida en una absurda esperanza de volver a vivir, o de recuperar el tiempo perdido. Un filme eminentemente político que expone la decadencia de unos valores, de una sociedad. La imposibilidad de una vuelta atrás, de querer hacer posible lo que nunca fue y lo que nunca será. La insatisfacción generalizada de las personas. La manipulación de unos seres obligados (por entidades, asociaciones, gobiernos, medios de comunicación) a actuar de acuerdo a unas determinadas normas de conducta. El camino de la vida a la muerte. El querer regir a todo y todos. De todo eso, y mucho más, habla este original y raro filme, a la que le sobran los planos finales. Bastaba ver a Hudson en la “camilla” marchando hacia la muerte (con una especie de actuante-sacerdote) por un largo pasillo, lo demás (no obstante es bueno el comentario del médico: “¡y pensar que fue mi mejor obra!”) sobra.

Momentos excelentes (la visita de Hudson a su mujer con ese plano –que ella no acaba de contextualizar- en el que se nos muestra su gesto “antiguo” y cotidiano por el que entrecruza sus dedos dado por un inserto; la mirada de las fotos que le devuelven su vieja vida....), que alcanzan su mayor expresión en esa especie de sala de espera (¡que bien construido el instante en que Hudson encuentra a su “viejo” amigo en el momento de que aquel va –sin saberlo- a la muerte) hacia... el más allá. Seres silenciosos, inútiles que quieren (¿sabemos realmente lo que queremos?) volver nuevamente a ser lo que fueron. Las segundas oportunidades no les pertenecen, no son suyas. Esperan, sin saber qué, ya que en realidad están muertos... para el mundo. ¿Cómo volver a ser nuevamente lo que fueron? Una inexistencia sin existencia. Triste realidad de unos muertos vivientes.

El terrible final abre nuevas expectativas. Los únicos que han salido beneficiados son las grandes (y engañosas) empresas dominadas por gentes afables, comunicadores natos, que fuerzan sus beneficios en aras de extrañas componendas. De ahí a presentar la salvaguarda de los seres por el Estado redentor, sólo hay un paso. Él, aquí y allá, cuidará de nosotros y después, cuando ya no “les bailamos el agua”, nos “arrojará” a los leones.

Sobrecogedor, inquietante, la “peli” de Frankenhenimer se ha engrandecido con el tiempo. Cuenta además con una excelente fotografía en blanco y negro de uno de los grandes fotógrafos cinematográficos, James Wong Howe, y una pequeña (en extensión) banda sonora de Goldsmith).

Revisar esta película (y si es posible la mayor parte de la obra de Frankenheimer) os encontraréis con una muy agradable (e insólita) sorpresa. Un filme, éste, que, sin duda, se adelantó a su tiempo.

Mr. Arkadin

 

 

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