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He aquí la segunda
página que dedicamos a la televisión (la otra es Malalts de tele).
Sumadas os ofrecen mucho más que un análisis de la programación
televisiva: constituyen toda una filosofía de vida.
HUMOR
SIN "H"
Por
Ángel San Martín
Desconozco
cuántos ilustres habrán dejado dicho que el “humor es la sal de la
vida”. Tampoco conozco el método utilizado por los científicos que
llegaron a la siguiente conclusión: una carcajada evita varias arrugas en
el cuerpo y da siete días más de vida. Sin embargo, nada de esto parece
haber calado en las enjutas cabezas de los responsables de la programación
de las distintas televisiones. Estos malhumorados individuos sólo dan
rienda suelta a un humor sin gracia que no logra arrancar sonrisas más
que al televidente despistado o entre familiares y amigos de quien está
en pantalla. Salvo algunas excepciones (Los
Guiñoles o CQC), los demás programas del género no pasan de hacernos fruncir
los higadillos, en raras ocasiones consiguen liberar la neurona en forma
de carcajada.
La
síntesis de todo esto, sin ir más lejos, pudimos verla en el espectáculo
pascual ofrecido por la Academia de la Televisión (Tele 5). Los
circunstanciales presentadores de la gala eran unos tipos que, en su
intento de provocar la risa, lo único que lograron arrancar fue vergüenza
ajena. Resulta llamativo que la Academia no haya incluido en su variopinto
elenco de premios uno para los espacios de humor televisivo. Su
discernimiento no pasa de los programas de entretenimiento y variedades,
pero que salvo excepciones ninguno es de humor. Tal vez porque lo
consideren demasiado elitista en una parrilla plagada de excrecencias del
peor gusto. Durante las veladas televisivas se prodigan los cuentachistes
de mal gusto, envueltos en una estética casposa que montan la
“gracia” sobre estereotipos respecto a minorías que, por algún
motivo digno, son diferentes. Y lo que ya resulta insufrible es cuando
salen esos famosetes, por cuenta
de la propia
televisión, a dramatizar chistes zafios sobre infidelidades, mariquitas,
sexo o pueblerinos ignorantes.
Que
este humor ultraconservador aparezca en los programas de, pongamos por
caso, Antena 3 está mal pero es su problema, lo inaudito es que también
se preste a ese juego TVE en las veladas musicales de los viernes. Es
probable que los programadores de la tele hayan leído a L. Lippard y al
enterarse que el humor “es el arma
de los oprimidos” (El País,
23-4-01), decidieran suprimirlo de la programación. A lo mejor, se me
acaba de ocurrir, esos conspicuos programadores están empeñados en hacer
de la televisión un opio alucinógeno para las clases trabajadoras. Claro
que esto explicaría lo del Gran
Hermano II, también con H o lo de Torrente.
¡Si es que me temía un final así! Ustedes disculpen.
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