Principal
Arriba

Cuando ruge la marabunta
Aquí un amigo
Con la muerte en los talones
Rashomon-Zhang Yimou
Cinema Paradiso
Sin perdón
El último de la lista
Ópera prima
La muerte viaja demasiado
El valor del cine
Malalts de tele
Network
El bazar de las sorpresas
Gremlins 2
Ábrete de orejas
Farenheit 451
Retorno al pasado


EL DIABLO TOCA LA FLAUTA

Estamos viviendo, desde hace años, un retroceso cultural inimaginable en los años sesenta. Hoy parece odiarse todo lo que significa cultura, como siguiendo aquella “dolorosa” máxima de Göebbels, el célebremente triste representante del nazismo alemán, cuando dijo aquello de que “echaba mano a la pistola siempre que escuchaba la palabra cultura”. 

Públicos de cualquier condición y clase parecen decididos a vivir en una nebulosa de falsa felicidad en la que su sonrisa bobalicona muestra el falso bienaventurado mundo en el que viven. ¿Para qué enfrentarse a problemas si bastante tiene uno diariamente? ¿Qué es eso de la cultura?, o acaso ¿uno “vive”, come, y gana dinero, preocupándose por se culto? Parecen cosas de otros siglos. La cuestión es quedarnos en nuestros mundos (pobres) vivenciales de diversión, de profesionalidad exigida como rendimiento y olvidarnos del resto. ¿Saber de literatura, de cine, de pintura, de música...? Oiga, ¿eso sirve de algo? Sólo hay que saber de lo que da de comer, de lo que nos proporciona el dinero necesario para el sustento y... los demás. 

"Ni uno menos": otro gran filme que pasa rápidamente por las carteleras.Vivimos en un engaño que no sólo otros tratan de vendernos los otros (medios de comunicación y de presión –más bien de represión- organizada a través de los tiempos) sino que nosotros mismos (claro, a través de un proceso repetitivo e inoculado) vamos clonando. Para que preocuparnos del lenguaje del cine si eso se nos da por añadidura, por ciencia infusa, al igual que el conocimiento de la música o la pintura. ¿Acaso a alguien le preocupa la reflexión que hace Tim Robbins en su apreciada Abajo el telón sobre la curiosa aparición de un determinado tipo de pintura en un momento determinado? ¿Es qué alguien trata de desentrañar la razón que hay detrás de tal o cual película si nos suena a rollo? Simplemente rollo –o no entendimiento, mejor no preocupación por entender, no introspección por el sentido de la obra que un autor nos ofrece- será todo aquello que no es capaz de divertirnos, de hacernos pasar un buen rato. 

Claro, el inculto, el ser digno de desprecio, es el autor de la obra y no YO el gran “endioso” del maravilloso mundo occidental del que formamos parte. Somos en cuanto tenemos (poseemos) cosas no en cuanto adquirimos, o tendemos a ello, un determinado conocimiento personal. En casos de cine (reciente) –no hablemos de las otras artes- hay ejemplo a montones de películas interesantes y que han sido defenestradas, incluso en cines cultos. ¿Cuánto tiempo han durado Réquiem por un sueño, In the mood for love, Ni uno menos, Al límite, Una historia verdadera... en los cines de estreno? ¿Cómo es posible el fracaso actual de una película combativa como Abajo el telón cuando ayer –o anteayer- este título hubiera hecho gritar de alegría a los públicos ante su “mensaje” cultural? ¿Por qué nadie se preocupa de tratar de entender el póstumo filme de Kubrick desde su línea psicoanalista-onírica, quedándose con su (inexacto) sentido realista amoroso? 

Podemos argüir que es cosa de siempre, que ayer (por seguir con Kubrick) la mayor parte de los que asistieron a su (maravillosa) 2001, una odisea del espacio, dijeron que era un “tostón” increíble (en aquellos momentos como la “cultura” era valorada más que ahora, muchos se callaban, aunque no les hubiera gustado, y decían que era muy, pero que muy importante). Hoy algunos, que negando el pan y la sal, siguen diciendo, incluso, cosas peregrinas de aquella obra maestra de la ciencia-ficción de finales de los años sesenta, como decir (lo he leído en un artículo reciente) que no se ha cumplido ninguna de las ideas-propuestas que el gran director pensó para ese año (que es éste que está ya entre nosotros), olvidando que esa fecha (al igual que títulos de novelas famosas con caducidad en sus títulos) no era más que la expresión de un “momento” de cambio; es decir: la fecha no es lo importante. 

Bueno, pues henos aquí, en pleno siglo XXI incultos, orgullosos de nuestra incultura, y cada día más jugando al curioso deporte por el cual la cultura se mercantiliza o mejor sólo es cultura lo que da dinero. Podíamos poner, y estudiar, varios ejemplos sobre el tema, pero vamos a ceñirnos a uno: la aparición en plan “superman”, arrasador de todo cuanto encuentra a su paso, de una tal Torrente, lo que equivale a Santiago Segura, otro más de los variopintos S. S. que se dan cita en el mundo del cine. Lo malo no es que este personaje (¿dónde termina S.S. y empieza “Torrente” o viceversa?) sea anodino, ejemplo de la vulgaridad más elocuente del cine (y de los personajes) de hoy, sino que sea aclamado como un curioso fenómeno social y cultural. Incluso, ya ven, hasta los cines de alcurnia (esos que suelen estrenar películas minoritarias) se apuntan para sacar dinero con tal taimado y vergonzante personaje. 

Hay críticos que se empeñan en ver en Santiago Segura la reencarnación de Valle Inclán: ¿formarán parte de "Amiguetes Entertainment"?Segura ha sabido desde siempre la importancia que suponen los medios. Es un claro antecedente de ciertos personajes del concurso (impresentable) de Gran hermano o de la vulgaridad de otros espacios televisivos como Tómbola o Debat Obert. Ha dado forma a un personaje, se ha paseado por los círculos necesarios para pasear su palmito (allí donde pudiera ser conocido) y se ha creado una aureola de hombre anárquico y contracorriente, o sea contra sistema. La triste realidad es que lo verdad es al revés. Segura es un ser necesario para un sistema político-económico que necesita amaestrar a sus ciudadanos desde la vulgaridad, la ramplonería y la antiestética más radical. Entre la figura de un Landa persiguiendo suecas o de un López Vázquez soñando con curvilíneas señoras y este Segura no hay tanta diferencia como actitud ni como personaje. Este personaje que se cree gracioso, porque alguien le ríe sus salidas de tono, que se cree “autor” porque ha creado un estilo (ya existente) basado en la sal gruesa y en el desquiciamiento (no en el esperpento) más absoluto, es producto de una triste sociedad, que encumbra a seres como él (y a otros en otras “carreras” ya sean financieras, deportivas, políticas...). 

Si entre las “landadas” y las películas de Segura (y que, conste, tantos sus tristemente truculentos cortos como sus dos, hasta ahora, Torrentes) no existe mucha diferencia, tampoco existe entre esas series desde el punto de vista estético o artístico. Para entendernos S. S., en ese sentido, no está muy lejos de las películas de Lazaga, Klimowski, o de las de Ozores  Pero hay algo más peligroso. Segura (mal actor también, casi siempre) sólo parece tener una mira: ganar dinero. Los espectadores le interesan (o sea las personas) en cuanto son capaces de dárselo, de acudir en manada (y nunca mejor dicho) a recibir la correspondiente ración diaria de incultura. Nada más. Para ello trata, casi siempre, y mientras le sigan y le sirvan, de rodearse de una serie de amigos y amigas a las cuales “explota” inocentemente (en la última película salen actores y actrices o personajes conocidos como reclamo de venta). Son amigos de conveniencia, de momento... 

Está S. S. en su perfecto derecho de hacer eso. Lo peor es que se lo admitan. Y que ciertas críticas bailen al son que tocan. Lo extraño es que Segura se sorprenda que variados críticos hayan vapuleado su segundo Torrente. Y, creo que su sorpresa, estriba en no entender la razón de porque no vapulearon también el primero tan indigno como el segundo. Pero, una cosa es una gracia, una salida de tono, y otra muy distante admitirle paridas tras paridas. O escuchar a alguien que habla de los Torrentes como ejemplos de esperpentos. ¿Sabrá el tal crítico que es el esperpento valleinclanesco? 

De todas formas lo peor de Torrente (del uno y del dos) no es todo lo dicho (incluida el ser asumido, como también se ha indicado, por cines de elite, tratando únicamente de ganar dinero: o sea el susodicho síntoma cultural) sino su ética. ¿Por qué? El personaje de Torrente muestra a un policía fascista convencido, pero, en el fondo, un pobre hombre. ¿Cómo no nos va a caer simpático? ¿Cómo no vamos a sentir cierto apego ante tan ser vulgar, del montón, (incluso más feo y sucio), que liga y que es digno de compasión. Amarle, admitirle, es una obra de misericordia. Y más, en las fechas de su estreno, en plena semana santa (la segunda entrega). O sea que, nuestro Torrente es un ser digno de alabanza, de ser adorado y admirado. Un fascista que asume su fascismo. Un reflejo, a lo mejor, y sin que S.S. lo intentara conscientemente, de un país y de un momento. De aquí el grave peligro que encierran sus películas. No solamente son antiestéticos sino que son también un ejemplo de claro mensaje para el espectador. Si S. S. quería hacer una película crítica y antifascista ha obtenido lo contrario (¿de verdad lo quería?), lo que demostraría su incapacidad como narrador. En eso al menos las películas de Ozores y Cia eran consecuentes con sus ideas. Derechistas y a la derecha más ultra en todo. 

Para Segura todos los seres somos, se quiera o no, unos vulgares Torrentes. ¡Maravillosa conclusión! –y dejemos a un lado, inherente a lo anterior, todo el machismo que explota-.  Mientras obtienen sus buenos dividendos y extienden sus vergonzosas ideas, tanto Segura como sus clones sonríen satisfechos: van a ser millonarios invitando al espectador a “asentarse” en su incultura. Nada menos que Torrente 2 se ha convertido en la película de mayor recaudación en una semana en toda la historia del cine español. Segura, que no tiene ni un pelo de tonto sabe que es un muñeco de quita y pon, propio de un momento, y que su estrella dejará de brillar con prontitud: su momento de gloria es efímero. Por eso se aprovecha con rapidez de nuestra generalizada estupidez.... 

Pero de momento, sus películas y su figura se hermanan al atontamiento cultural junto a los variados programas televisivos que como Gran Hermano nos devuelven (ante la visión de sus protagonistas) la imagen de la propia incultura en la que nos revolcamos. O quieren hacer que nos revolquemos. ¿Hasta cuando? Simplemente, hasta que tengamos la valentía de decir ¡BASTA! Mientras eso no ocurra los "Torrentes" que pueblan el mundo seguirán riéndose (y no nosotros de ellos) y aprovechándose de nuestro intento de confundir diversión con incultura.

Y es que hay diversiones (sanas) que también son cultura. Miremos, por ejemplo, las comedias clásicas del cine americano (Hawks, Preston Sturges, Leisen, Wilder, Edwards...) o a ciertas películas de humor de nuestra cinematografía (Berlanga o los “esperpentos” cómicos que aquí filmara Ferreri) y entenderemos la clara diferencia que existe entre una cosa y otra. En ellas hay una diversión, una estética y una ética. De todo ello carecen las películas (y los cortos) realizados por S. S. Afirma, el avispado director-actor, que sólo pretende (con sus películas) que la gene se descojone con ellas. Realmente sus palabras han sido alteradas pues lo realmente quería decir es que sólo pretende (con sus películas) descojonarse de los espectadores ya que lo inconcebible es que sus “basuras” obtengan tal cantidad de espectadores. Cosas de este maravilloso momento “cultural” en que vivimos. Terminemos con un frase de Forges (permítasenos que donde aparece “Gran Hermano” nosotros pongamos “Torrente”): “...para que haya un Torrente hacen falta millones de primos”.

Adolfo Bellido López

(director de EN CADENA DOS).

 
Volver al SUMARIO Página ANTERIOR Página SIGUIENTE Ir a la ÚLTIMA PÁGINA