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CUANDO RUGE LA MARABUNTA (editorial)

(Con él llegó el escándalo)

 

Estamos a las puertas del segundo milenio, aunque mejor será decir del siglo Kubrick, ya que al parecer no nos vamos a poner de acuerdo en el momento exacto del cambio de siglo. Una fecha controvertida desde todos los puntos de vista, incluso desde la propia realidad del año en que vivimos y que según serias investigaciones no correspondería con el año cero de nuestra era (nacimiento de Cristo). Alguien, sin mala intención (se supone) cometió un error, afín a los problemas científicos, y desvió en unos pocos años el momento cero de nuestra era. Unos y otros van a opinar sobre el momento - año arriba, año abajo - en que comienza el siglo XXI. Algunos que se apuntan a todo están dispuestos a celebrar por todo lo alto el doble fin de ambos años (el 1999 y el 2000). Para los creadores de una de las más grandes (quizás habría que decir la mejor, pero ese concepto, como cualquier otro subjetivo, es personal y por tanto entra de lleno en lo revisable) películas de ciencia-ficción de todos los tiempos (2001, una odisea del espacio de Kubrick-Clarke), la idea es clara: el siglo XXI (el esperado, al que parece le cuesta demasiado esfuerzo llegar) comienza el 1 de enero del año 2001. Tocamos, por uno u otro lado, ya esa mítica-utópica fecha en que director y escritor optaron por elevar al hombre al grado de "super", a un nuevo estadio, en definitiva, de la evolución. 2001 sería, pues, el instante (al fin y al cabo un tope de los autores, que no representa sino un símbolo con independencia del año marcado como ocurría en las visiones proféticas de escritores como Orwell o Huxley) del cambio "humano". Clarke fiel a sus teorías evolucionistas representadas por la "energía" (comprobarlo en su simpática novela "El fin de la inocencia", muy parecida en idea a "2001") brindó en bandeja la idea a Kubrick, uno de los directores más personales del cine actual.

 

Hoy treinta años (uno más o uno menos) después de aquella excelente película se demuestra que el mundo está muy lejano de aquellas predicciones. A los que mandan y a los ciudadanos del mundo "civilizado" les interesa más revolcarse en sus miserias o en sus egoísmos que tratar de elevarse a un nuevo grado evolutivo. Quizás "su" idea sobre el superhombre nada tenga que ver con la de la novela-película, sino que se circunscribe a otros menesteres basados en el escándalo, el aplastamiento o en lo políticamente incorrecto o correcto según se mire (si alguna vez llegamos a saber lo que esas palabritas, tan empleadas en los últimos años, significan, y que lo mismo sirven para "un roto que para un descosido").

 

En el cine actual no parece que interese demasiado la corrección ni los buenos modales. Algunos críticos y gran cantidad de público, como puede comprobarse por los niveles de audiencia, reciben con alborozo un cine basado en la indignidad y el mal gusto, incluso hay quien piensa que eso supone enfrentarse a la sociedad hipócrita, que parece vivir, con corrección, en una nube de "colores". Para algunos, pues, ese tipo de cine que se nos viene encima, a la puerta del milenio, es un ejemplo crítico y subversivo. Salvando las distancias sería equivalente a las revoluciones estudiantiles y obreras del 68 o al movimiento "hippie"... Nos causa temblor pensar que eso es así, que la idiotez (como decíamos en el editorial del mes pasado) sea tomada como reivindicación de un movimiento social. La verdad es que ese cine imbécil, soez, con implicaciones ideológicas cercanas al fascismo, no es más que una meditada labor de marketing comercial cuya idea es atraer a una juventud que pide exactamente lo que ese cine promete. No es difícil creer, o saber, que ese aluvión de películas que se nos viene encima no es sino el sustituto, por ejemplo, de aquel otro cine (ya suficientemente explotado para resultar rentable) de comedias juveniles en la línea de Despedida de soltero o Porkys, donde los diversos "anormales" de turno trataban de hacernos válidas y divertidas sus zafias bromas. Escasa diferencia existe (incluso desde un nivel de calidad) entre unos y otros productos. No todas las películas que tratan temas "incorrectos" deben (aclaremos) meterse en el mismo saco, pero si, probablemente, la mayoría. Este año, a las puertas del milenio, se anuncia un pleno en este sentido. Si el pasado (por aquí) pasó y barrió Torrente, el brazo tonto de la ley de Santiago Segura (personaje además que encarna a la perfección las "virtudes" de este tipo de cine) ahora hace lo propio Algo pasa con Mary de los hermanos Farrelly (tan "presentables" como nuestro inefable Segura, y de los que se dice - ¿será broma?- que van a intervenir - o viceversa - en un film de Woody Allen). Pronto habrá que anotar algunas de las muchas lindezas que se nos viene encima como Very bad things de Peter Berg, Amigos y vecinos de Neil LaBute (autor de la primeriza Entre hombres cuyo argumento parecía ser una versión "salvaje" de Calle Mayor de Bardem), Jerry Springer: Ringmater; The opposite of sex; Festen; Bufalo, 66; Orgazmo (¡que manía tienen los norteamericanos de incluir la Z en los títulos de sus películas! A ésta y a Hormigaz habrá que añadir -con Z- el Existenz de Cronenberg), The waterboy, o Pecker de John Waters, uno de los padres de este tipo de cine, que parece contar como musas, o aplicadas maestras de ceremonia, a actrices como Cameron Diaz o Christina Ricci (sí, exacto, la regordeta niña de La familia Addams). Para mayor negocio las distribuidoras de algunos de estos (in) olvidables y maravillosos films plantean cortar las secuencias más duras o incorrectas (caso de la "susodicha" Mary) con el fin de lograr una versión más blanda para deguste de los niños (cuantos más) pequeños (mejor). La incorrección (amaestrada) o el negocio de la audiencia más allá de la subversión (también amaestrada) parece ser el sentido de esta moda de cine soez y vulgar que nos amenaza.

 

Frente a los anteriores títulos y la anunciada película sexual de Kubrick (como muestrario también del cambio de épocas), Eyes wide shut (está previsto su estreno el 16 de julio aunque a lo mejor el director decide dejarla para el año 2001), aparece marcado este año por el recuerdo de una serie de fechas: el centenario del nacimiento del gran Hitchcock (del cual están a punto de estrenarse, o hacerse, remakes de algunas de sus maravillosas películas como Psicosis - ya entre nosotros - , La ventana indiscreta, 39 escalones, Extraños en un tren, Recuerda...), de James Cagney , de Bogart, de Astaire, los 70 años de los Oscars, el 60 de Lo que el viento se llevó... Cosas que si te dije y nos hacen olvidar a Mary y a sus hermanas más o menos gemelas. Es la única manera de pensar que el cine en algún momento de su historia se planteó como un arte-espectáculo para públicos adultos. Hoy, naturalmente, los espectadores, la audiencia ha cambiado respecto a hace unos años por culpa, en parte pero no únicamente, de la televisión. Como está a punto de estrenarse (en septiembre) la nueva entrega de La guerra de las galaxias, que no es sino la primera (un juego de partes de partes al estilo de Asimov en su saga novelística de la "Fundación"), sólo nos queda decir eso de que "la fuerza (para poder aguantar todo el cine que nos llega) te acompañe".

 


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