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SUPERMAN: THE MOVIES (Parte I) por Enric Albero Moltó
Introducción
Este artículo, dividido en dos partes, pretende dar cuenta,
ciertamente de un modo no exhaustivo, de tres de las más
recientes aproximaciones cinematográficas que se han realizado
acerca del supermito de 'El hombre de acero' (como lo rebautizó
John Byrne en 1986). Así pues, pretendemos encarar de una
en una, pero, al tiempo, estableciendo las concomitancias pertinentes,
pues todas tienen por objetivo las andanzas del kryptoniano, las
tres películas que, entre 1978 y 1983, reflexionan, narran
e incluso parodian las aventuras del pavisoso Clark Kent. Antes
de dar comienzo a nuestro breve análisis, comentar, no obstante,
la no presencia del cuarto titulo de la saga Superman IV: The quest
for peace, dirigido por Sidney J. Furie en 1987, no por un manifiesta
voluntad excluyente sino, más bien, por la imposibilidad
de hacernos con un ejemplar de un filme que parece haber sido borrado
de la faz de la tierra. De todos modos, y gracias a referencias
bibliográficas y a los pocos recuerdos que albergamos de
aquel visionado infantil, se harán las referencias pertinentes
a dicha película. Sin más preámbulos....
Superman,
la película (Richard Donner, 1978)
Un
par de años antes, Richard Donner, director con una larga
carrera en la televisión, había dirigido una estimable
película llamada La profecía (The Omen, Richard Donner,
1976). Tras el éxito, los productores Alexander e Iria Salkind
le propusieron que se hiciera cargo de una nueva adaptación
del cómic de la DC, Superman (recuerden que ya se había
hecho algún que otro largometraje, ni que decir tiene que
uniendo episodios de las antiguas series protagonizadas por George
Reeves).
Visto
el resultado, no parece nada desalentador. Superman, la película,
profundiza en muchos de aquellos temas que ya aparecían en
las tiras de Shuster y Siegel, por más ultraconservadores
que nos parezcan, resaltando desde un principio las deudas contraídas
con ambos autores, olvidados por las compañías (vivían
en la miseria) hasta aquellas fechas.
Respecto
a esto último, en el inicio del filme se advierte la decidida
intención de rendir tributo a los dos creadores, así
como de dotar a la pieza fílmica de unas cualidades de las
que ya no se podrá separar. Seamos más claros: en
la secuencia de apertura, tras descorrerse un telón, se nos
señala la fecha de 1938, período de depresión,
para, acto seguido, observar distintas viñetas (extraídas
del ejemplar del mismo año que vio nacer al mito en la Action
Comics) que muestran el edifico del Daily Planet. Al mismo tiempo,
una voz en off, narra cuán importante ha sido la actividad
de la publicación desde aquellos tiempos de hambrunas y acciones
a la baja, hasta los días de la gran Wall Street.
Así
pues, desde su génesis, la película muestra bien a
las claras sus intenciones:
A) se constituye como espectáculo puro, en tanto que tendrá
lugar detrás de un telón, marca inequívoca
que destapa cuanto de trampantojo tiene el filme.
B) insiste en su deuda con Shuster y Siegel, estableciendo la creación
del Planet en la misma fecha que su cómic y empleando sus
tiras para marcar dicha relación; acto que provoca la indefectible
asociación entre lo que veremos y lo que le dio su arranque.
C) ante la imposibilidad de situar el nacimiento de Superman en
la época de su fundación, pues se provocaría
un accidente empático para con los espectadores, que no verían
a su héroe defenderles de las lacras contemporáneas,
se optó por actualizar al mito sin perder sus raíces,
dejando que fuera su lugar de trabajo el punto de unión con
aquellos primeros días en los que el héroe venido
de Krypton empezó a dar sus primeros pasos.
Tras
este inicio poco convencional y harto adecuado, la película,
y en general el resto de la saga, se beneficia de una serie de aspectos
técnicos rematados con impecable factura. Ya en los títulos
de crédito, posteriores a la secuencia inicial, percibimos
que vamos a presenciar un gran espectáculo; primero gracias
a la excelente (y repito, espectacular) partitura de John Williams
y, segundo, gracias a la retahíla de efectos especiales que
van a ir desfilando a lo largo del metraje y que ya se observan
en unos créditos en los que las letras 'vuelan' a toda velocidad
por el espacio exterior (recordemos que dichos efectos fueron premiados
con un Oscar de la Academia). Pero los hallazgos técnicos
no se detienen ahí, en la primera secuencia tras los créditos
en la que Jor-El (Marlon Brando) condena a los tres rebeldes (protagonistas
de la segunda parte de la saga) y durante la comparecencia del mismo
ante el consejo y la posterior destrucción del planeta Krypton,
el empleo de la luz (el uso de fosforescencias), el diseño
de vestuario, y los decorados, marcan perfectamente el aura futurista
que envuelve al pequeño planeta. Resulta indicado el empleo
del color (blanco) para describir a Krypton, primero porque creará
una atmósfera caótica (a lo que colabora Donner) al
contraponerse con el rojo del sol cuando ambos choquen y, segundo,
porque desde el principio permitirá remarcar los tonos cromáticos
con los que se identificará el niño-héroe:
los de sus sábanas.
Pero
más allá de sus cualidades técnicas, inherentes
a una superproducción, y su buena aplicación de las
mismas (y esto ya es otro cantar), los primeros minutos de este
primer Superman destacan por su apropiación de los contenidos
del cómic. Durante el envío de Kal-El (osease, Clark
Kent) a la tierra en aquella nave-cuna, los acontecimientos toman
un cariz solemne. Su padre, antes de lanzarlo al espacio y durante
su viaje, le explica el porque de su forzosa marcha, al tiempo que
le aclara, al niño y a su madre, los motivos que lo inducen
a enviarlo a la tierra (su estructura molecular le permitirá
hacer cosas impensables para los humanos). El uso reiterado de un
contrapicado que reverencia la figura de Marlon Brando, y el empleo
continuo de su voz en off (y de su rostro) durante el viaje de su
hijo (y en momentos cruciales del filme), además del tono
empleado, las continuas referencias a su hijo, y frases como: "ahora
el padre será el hijo, y el hijo será el padre",
unidas a las continuas apariciones del padre, cual zarza ardiendo,
que le permitirán revelarle a su hijo los secretos de su
nuevo planeta, sus derechos y obligaciones; vinculan directamente
a Superman, la película con aquellas ideas expuestas en el
artículo anterior sobre las concomitancias entre la figura
del héroe y la de Jesucristo; es más, en la película
se establecen todas aquellas fases expuestas por Gubern y Coma,
como iremos viendo.
Después
de su llegada a la Tierra (con los brazos abiertos) y tras la adopción
de sus nuevos padres ('José y Maria', sin hijos hasta la
fecha), realiza sus actos asombrosos: levantamiento de coche con
4-5 años, patadon al balón de rugby y carrera con
el tren. Los pasos se van cumpliendo.
Dejando
de lado las consideraciones pseudo-religiosas, que seguiremos retomando
pertinentemente, existen ciertos rasgos estructurales, reunidos
en el guión, que merece la pena resaltar. En primer lugar
(y me temo que esto solo se puede ver en la edición DVD de
146 minutos, que es la que hemos usado) ciertas escenas reveladoras:
la primera se produce cuando Clark Kent corre al lado del tren y
una niña lo observa, llamando la atención de sus padres
que, naturalmente, no le harán el más mínimo
caso: se efectúa así la primera presentación
de Lois Lane en un breve apunte que algunos juzgarán innecesario
y otros anacrónico, pero que, en realidad, servirá
para que conozcamos de antemano a esa Lois entrometida y fisgona,
siempre ávida de pulitzers, que veremos secuencias más
tarde en las oficinas del Planet. El segundo apunte hace referencia
a la presentación de Lana Lan y de Brad, protagonistas que
Richard Lester retomará en la tercera entrega pero que, ya
en esta, establecen sus rasgos definitorios: Lana siente devoción
por Clark pero se va con Brad, el típico quarterback chulesco
que devendrá un borrachuzo empedernido en el tercer episodio.
Seguidamente,
su padre terrestre Jonathan (Glenn Ford) muere de un infarto y Clark,
en medio de la noche, siente una llamada. Una vez perdido el norte
(su padre en la tierra, la madre aparece como un ser tierno incapaz
de dotar de sentido la existencia del hijo) necesita de alguien
que lo ampare: no será otro que su verdadero padre, Jor-
El (nótese la metáfora que se establece entre Brando
y Reeve, en tanto actor consagrado y novel, en tanto dios de la
pantalla e hijo adoptado). Una vez hallado el cristal verde, objeto
metonímico que acumula todo el saber de Krypton, Kent marchará
hacia el norte (a meditar, igual que Jesús fue al desierto;
aunque en realidad no se ofrece ninguna explicación lógica
de su marcha a tierras septentrionales, si bien se intuye el parecido
con su planeta natal -remarcar, de nuevo, el uso del color). Allí,
de la nada, se forjará su morada, y allí será
donde su padre, aparición mediante, le revele todo cuanto
ha de saber: tras obtener el conocimiento necesario, el adolescente
pasa a ser hombre. Había nacido Superman.
No
obstante, en esta larga introducción de casi una hora, la
consignas divinas resultan un tanto decepcionantes, pues a parte
de la insistencia de Jor-El en que su hijo proteja a los humanos,
no cesa de reiterar la prohibición de que éste interfiera
en el transcurso de la historia de la humanidad; argumento que resalta,
de nuevo, el aura conservadora que el filme, como el cómic,
desprende, pues esta visto que Superman solo puede encargarse de
problemas un tanto leves ya que, de hecho, sus intervenciones contra
las mentes criminales podrían acabar, de buscar a los verdaderos
culpables, en más de un despacho institucional.
Una
vez engendrado Superman, se hace necesaria la aparición de
su alter ego y de todos aquellos que deben rodearle en el futuro.
Para ello Donner emplea la entrada de Kent al Planet como periodista,
secuencia que le permite, de un plumazo, presentar a todos sus acompañantes:
Lois Lane (Margot Kidder) que hace gala de la misma imaginación
de cuando era niña, el jefe cascarrabias Perry White (Jackie
Cooper) o el despistado fotografo Jimmy Olsen (Marc McClure). La
presentación, aunque breve, resulta eficaz , si bien ciertos
personajes resultan estereotipos harto vistos. No obstante, los
dos personajes principales Clark y Lois, empezaran desde el principio,
y durante largo tiempo, a vivir un idilio teñido de amistad
que en ocasiones Clark disfraza de amor y que Lois reviste de compañerismo.
(por cierto, el personaje de Kent se beneficia de la más
que correcta actuación de Christopher Reeve). La escena del
atraco marca, para uno y para otro, su posterior relación
(el finge desmayarse cuando ha detenido la bala, y acto seguido
le 'adivina' el contenido del bolso.
Desde
entonces Lois siempre tratará de averiguar donde esta Clark
cuando Superman aparece).
Siguiendo un escrupuloso orden les toca presentarse a los villanos:
siguiendo al rechoncho Otis (Ned Beatty) encontraremos a Lex Luthor
(un excelentemente sobreactuado Gene Hackman) y a la Srta. ¡Teschmaker!
(Valerie Perrine). Empleando un tono cómico, potenciado por
la relación entre dos ayudantes tontos (sobre todo Otis)
y un capo de dudosa salud mental pero muy inteligente (un trasunto
del científico loco convertido en bussines man), y ayudado,
de nuevo, por la partitura de Williams, esta troupe de malvados
pretenderá dominar California (¿?) con un malévolo
plan: hacer explosionar un misil de 500 megatones en la falla de
San Andrés, de manera que una vez destruida la actual costa
californiana, los terrenos desiertos adyacentes, que Luthor lleva
años comprando, cobren un gran valor.
Pero
no nos adelantemos. Después de la primera aparición
de Superman (con la espectacular escena de Lois y el helicóptero
accidentado), y de sus siguientes intervenciones (atrapando a ladrones,
salvando a un gato, o impidiendo que el Air Force One se estrelle),
el nuevo héroe americano volverá a su morada, una
vez dado a conocer al mundo, para que su padre le siga advirtiendo.
Le sugiere que mantenga su doble identidad, no sea que los humanos,
caprichosos ellos, empiecen a encomendarle tareas que ellos pueden
realizar; además de, al mismo tiempo, evitar que sus enemigos
le ataquen hiriendo a sus más allegados. La aparición
de Superman llevará a la prensa de Metrópolis a buscar
noticias sobre el nuevo fenómeno (¿vuela de verdad?
¿son cables?), y él, evidentemente, le concederá
su primera entrevista a Lois Lane. (otro apunte necesario: el comentario
del director del Planet relacionando la posible entrevista a Superman
con la que 'tuvieron' Moisés y Dios en el monte ....)
Será
en este tête à tête donde, de nuevo, se revelen
rasgos decisivos en la conducta del kryptonita que, ulteriormente,
incidirán en la idea de conjunto que transmite el filme al
completo. Aquí, después de que Luthor haya encontrado
al archivrival esperado para darle más gloria a su plan,
se observan varios aspectos interesantes: en primer lugar la tensión
sexual existente entre Lois y Superman (que no Clark) siempre presente
en unos diálogos tremendamente bien confeccionados (la influencia
de películas como Luna Nueva (His Girl Friday, Howard Hawks,
1941) queda patente no sólo aquí sino, más
si cabe, en las secuencias desarrolladas en las oficinas del periódico,
espacio común en ambas películas), rápidos
y sutiles. En ellos se desvelan las particularidades de Superman:
su incapacidad para ver a través del plomo, sus objetivos,
su peso, su altura, su incapacidad para mentir... En ellos Superman
confiesa, remitiéndonos de nuevo al cómic, su voluntad
de defender la verdad, la justicia y el modo de vida americano (frase
que 'cambia' en la versión doblada). Lois, punzante, le espeta:
"entonces tendrá que pelearse con todos los políticos
del país". Este comentario, que queda desvirtuado por
las frases siguientes, deviene un brote de luz entre tanta negrura
conservadora, y busca, aunque no pretende encontrar, la solución
a aquellos problemas que el héroe trata de resolver en lo
profundo de la sociedad y no enfrentándose a una superficie
marginal, alienada o simplemente trastornada, ajena a todo contacto
con lo 'real' (como Luthor).
Después
de ese vuelo romántico entre Lois y Superman (con la obligada
referencia Peter Pan: de hecho este es un Peter Pan para adultos,
no en tanto receptores sino en cuanto a protagonistas, pero mucho
menos duro y más descafeinado que la novela de J.M. Barrie)
y los problemas que les supone a ambos su encuentro, la una porque
Superman es todo lo que esperaba y lo supone inalcanzable, y el
otro porque sólo puede conseguirla siendo Clark, personaje
al que ella solo podrá ofrecerle amistad.
Más
allá de estas consideraciones románticas, lo realmente
importante, a la par que absurdo, radica en las confesiones hechas
por el superhéroe, confesiones que servirán a sus
enemigos para tenderle tantas tretas como haga falta, pues conocen
sus puntos débiles. Dejando de lado esta obviedad (que no
por ello no deja de resultar un error en la escritura), cabe centrarse
en el hilo argumental, del que Luthor (recordemos que Hackman, junto
con Brando eran las stars de la función) toma el papel protagonista.
Además de llevar a cabo su conquista de California, en un
sabotaje nuclear sin precedentes, encuentra, en una abstrusa teoría
que le lleva a robar fragmentos de un meteorito proveniente de Krypton
caído en Adis-Abbeba (¿el planeta no esta un tanto
lejos, y más si uno ve lo que tarde Kal-El en llegar a la
Tierra?), la manera de reducir a Superman.
A
partir de estos hechos la película encara su tramo final,
resuelto, al igual que gran parte del filme, con más oficio
que genialidad. Mientras Lois Lane ha ido a entrevistar a un Indio
al que una misteriosa empresa le ha comprado sus terrenos en el
desierto californiano por mucho más de lo que valen, Clark
Kent recibe de su jefe la noticia de uno robo en un museo de Adis-Abbeba
(hoy, Etiopía), al tiempo que, por una frecuencia inaudible
para el ser humano, Luthor le advierte de la colocación de
una bomba de gas venenoso que matará a más de la mitad
de los habitantes de Metrópolis (lo cual es falso).
Superman,
tras salvar todas las trampas preparadas por la mente criminal más
grande de todos los tiempos, como el se autodenomina, se encuentra
con Lex Luthor en su morada. Éste, apaciguando la ira del
héroe, le expone el plan que ya esta en marcha. Después,
empleando una infantil jugarreta y aprovechándose de su incapacidad
de ver a través del plomo, consigue colgar del cuello de
Superman una argolla con kryptonita que le mantendrá inutilizado.
En este punto, las casualidades vuelven a emerger: uno de los dos
mísiles desviado por Luthor irá a estrellarse a Hackensack
(el otro va a la falla de San Andrés) el pueblo donde, justamente,
vive la madre de su ayudante la cándida e ingenua Srta. Teschmaker.
Ésta, apremiada por los acontecimientos y atraída
por Superman (como demuestra unas secuencias atrás y con
el beso que le dará antes de ayudarlo) no dudará en
salvarlo, no sin antes haciéndole prometer que primero se
encargará de rescatar a su madre (puesto que el hombre de
acero jamás miente).
Así
pues Superman consigue detener el primer misil, pero llegará
tarde al segundo, que impactará en su objetivo provocando
un grave seísmo (que recuerda a los filmes de catástrofes
de aquella década) que el héroe detendrá penetrando
en el interior de la falla. No obstante, las consecuencias desencadenadas
por el terremoto siguen su curso y las tareas se le acumulan: salvar
a un bus escolar, detener la inundación de un pueblo por
la rotura de una presa y salvar a Jimmy (el fotógrafo que
ha ido con Lois a cubrir su primer reportaje) que esta en ella,
además de reparar una vía del tren que esta a punto
de provocar un accidente. A todo esto se une el hundimiento del
coche de Lois en el seno de una de las grietas provocadas por el
temblor (vehículo que se ha quedado sin gasolina, para más
inri). Evidentemente, Superman no puede llegar a todos los sitios.
Tal
vez sea este el punto más interesante de la película,
en el que el héroe se enfrenta a sus propias limitaciones
y a su fracaso (la muerte de Lois engullida por la tierra), poniendo
de manifiesto la humanidad de los héroes, aspecto detestado
reiterativamente por la mayoría de los filmes que adaptan
el género. Ahora bien, un héroe que ha nacido como
detentor del triunfo no puede acabar sus aventuras con una derrota:
en un tour de force que, todavía hoy, nos deja boquiabiertos,
Superman, invirtiendo con su velocidad la rotación de la
Tierra consigue ir atrás en el tiempo y salvar a su Lois
Lane. El problema de este giro, aceptable desde el punto de vista
espectacular en que el filme se sitúa al principio, estriba
en que si todo vuelve atrás, el adverbio todo no puede resultar
una palabra a olvidar. Muchos esgrimirán que Superman vuelve
atrás justo en el momento en que ya ha solucionado los primeros
contratiempos (el autobús, el tren, la falla) y así
puede salvar a su chica. Pero ¿por qué la presa se
reconstruye y no vuelve a estallar? ¿Acaso a detenido las
secuelas del seísmo? Bien es cierto que puede salvar primero
a Lois, pero no es de recibo que la presa no reviente; esta bien
que cambie sus preferencias, pero no por ello debe descuidar sus
atenciones.
Una
vez solucionados (¿?) los problemas solo le queda enviar
a Luthor a la cárcel y soltarle esa (elijan calificativo)
frase al alcaide: "ambos estamos en el mismo bando". (por
cierto, Reeve interpreta a Superman, en algunos pasajes como éste,
como si fuera un Argamboy de aquellos que tenían voz, imitando,
ciertamente, la voz de los seriales radiofónicos. Que conste
que la actuación de Reeve me parece muy correcta, como antes
hemos comentado).
Conclusión
Más
allá de su conservadurismo (heredado del cómic y no
pervertido) y de algunos de sus errores de guión (el surrealista
giro final y algunas casualidades que resultan excesivas), Superman,
la película se constituye como un espectáculo (en
el que nos sitúa ex profeso desde el principio: el artificio
queda puesto a la luz) bien confeccionado, con una estructura bien
medida a pesar de su larga duración. Estructura que sabe
exponer de modo claro la génesis y evolución de un
personaje haciendo gala de un buen sentido del ritmo, sin caer en
la falacia de confundir ritmo con acción. Así pues
Donner se preocupa más de dar a conocer al héroe (le
dedica a sus orígenes casi una hora de metraje) que de explotar
sus posibilidades dinámicas: prefiere decir quien es, que
mostrar que puede hacer. Si bien en la segunda parte del filme,
después del verdadero nacimiento de Superman, la acción
existe, el realizador no le otorga un papel predominante que hace
que el dibujo de los personajes pase a un plano cuasi invisible.
No todo es Superman.
Incluso
a pesar de sus errores en la construcción de la trama, el
guión contiene una serie de aciertos dignos de mención:
la rápida y eficaz presentación de los personajes,
la mezcolanza de seriedad / solemnidad y humor sin provocar desajustes
y la virtud de ir soltando pequeñas dosis de información,
aparentemente sin importancia, que ayudarán a dar forma a
un relato compacto (por ejemplo: el robo del fragmento del meteorito
en Etiopía, mencionado como de pasada).
Tal
vez por su virtudes, que no la hacen, ni mucho menos, una película
excelente, Superman se sitúa en aquel tipo de películas
que uno ve de un tirón (filmes bien fabricados, agradables
a la vista) sin hacerse muchas preguntas; preguntas que, a raíz
de sentencias lapidarias como la que cierra el filme, han de ser
formuladas y analizadas para alcanzar respuestas que se adivinan
necesarias. Y es que el entretenimiento no es inocente, y a pesar
de que Superman se constituya como una digna adaptación del
cómic (sobre todo en su primera hora), no por ello debe ser
aceptada con la repugnante asepsia con la que se aceptan otros filmes
de tintes rancios y moralistas, y Superman, en muchas ocasiones,
lo es, aduciendo argumentos que obedecen a su esmerada factura (léase,
por hablar de algo cercano, Última llamada de Joel Schumacher).
Por
Enric Albero Moltó
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