| --------------------------------------------------------------------------------  A PROPÓSITO DE FASCINACIÓN Por Lucía Solaz
 A finales de los sesenta y principios de los  setenta llegaron 
              al cine, como directores y/o guionistas Woody Allen, Francis Ford 
              Coppola, Steven Spielberg, Brian De Palma, Martin Scorsese y George 
              Lucas. Estos realizadores crecieron viendo la historia del cine 
              a través de la televisión y, los más jóvenes, estudiándolo más tarde 
              en la universidad. Se trata, por lo tanto, de la primera generación 
              norteamericana cinéfila y con autoconciencia histórica.  De Palma pertenece a esta generación caracterizada por la 
              rigurosa formación cinematográfica de sus componentes, cinéfilos 
              que homenajean a través de sus películas, y de distintos modos, 
              a los grandes autores del pasado.  Brian 
              de Palma ha convertido estos homenajes (según unos) o reciclaje 
              de materiales ajenos (según otros) en una constante. Su admitida 
              admiración por Alfred Hitchcock y Roman Polanski, maestros de la 
              angustia cinematográfica, así como la apropiación (sin sonrojo) 
              de ideas de directores como Eisenstein, Visconti, Antonioni, Jean-Luc 
              Godard o Dario Argento, se ha convertido en un lastre que los numerosos 
              detractores del director han aprovechado, llegando a catalogarlo 
              como un mero imitador de Hitchcock. De Palma se ha erigido a sí mismo 
              en el heredero del mago del suspense y su autoría está constantemente 
              en entredicho pero, más allá de esta polémica, el problema principal 
              que le encuentro a su extensa filmografía es su irregularidad. No 
              se trata sólo de que el conjunto de su obra contenga grandes altibajos, 
              sino que difícilmente podemos considerar individualmente sus películas 
              como obras redondas. Contienen demasiadas e importantes debilidades, 
              a nivel argumentativo, interpretativo, etc. Ha dirigido, eso sí, 
              grandes escenas que están en la mente de todos.  De Palma ha sido calificado de rey del manierismo ostentoso, 
              pues su virtuosismo estilístico, rayano en el exhibicionismo narcisista, 
              se sitúa a menudo por encima de las historias que narra, convertidas 
              así en meras excusas argumentativas para recrearse en una apabullante 
              puesta en escena. Es por esto que muchos ven en sus obras huecos 
              ejercicios de virtuosismo formal.  Porque De Palma alardea de su dominio 
              de los recursos del lenguaje cinematográfico, se esfuerza por dejar 
              constancia de la maestría de sus espectaculares y largos planos 
              secuencia, de la inteligente utilización del montaje, la cámara 
              lenta y la profundidad de campo. Son característicos los travellings 
              morosos, las grandes panorámicas, los insertos, las acusadas angulaciones 
              de cámara, los zooms, las pantallas divididas, los movimientos 
              circulares, la dilatación del tiempo y el ralentí, los picados y 
              las grúas. En este cine barroco, excesivo, grandilocuente, 
              enfático, ampuloso y exhibicionista encontramos también ciertas 
              constantes temáticas. Una y otra vez se dan cita en sus películas 
              temas como el voyeurismo, el sadomasoquismo, las apariencias engañosas, 
              las dobles personalidades, los deseos incestuosos reprimidos, los 
              crímenes, el falso culpable, la amistad o el amor traicionados o 
              los conflictos morales. A pesar de que la crítica ha estado 
              generalmente en contra de Brian De Palma, sobre todo en estos últimos 
              años, Fascinación (Obssession, 1976) suele ser considerada 
              una de sus obras más logradas. De ella se resalta su ágil guión, 
              la elegante y contenida puesta en escena, las imágenes de cierto 
              onirismo, un excelente montaje, un memorable uso de la cámara y 
              una música perfecta, así como una sabia utilización de las referencias 
              cinéfilas. Tras realizar El fantasma del Paraíso 
              (Phantom of the Paradise, 1974), De Palma se reunió con un 
              entonces poco conocido Paul Schrader para elaborar una historia 
              de resonancias hitchcockianas. La inspiración más clara había de 
              ser Vértigo. De entre los muertos (Vertigo, Alfred 
              Hitchcock, 1958). Tras el estreno de Fascinación, De Palma 
              y  Schrader, que habían sido amigos varios años, dejaron de hablarse. 
              Se produjo el choque de egos que más adelante llevaría a Schrader 
              a abandonar su colaboración con Scorsese. En este caso, el detonante 
              fue la supresión de De Palma, por consejo de Bernard Herrmann, de 
              una parte del guión de Schrader. Porque estos directores cinéfilos 
              de los que hablábamos, llaman a maestros como Rota, Rózsa o Herrmann 
              para sus películas. ¿Qué mejor que contar con el propio Herrmann, 
              músico ligado para la posteridad con las obras de Hitchcock, para 
              ponerle música a una película tan a su estilo? Herrmann, que falleció 
              en 1975, poco después de asistir a la última sesión de grabación 
              de su partitura para Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976), 
              realizó una labor magnífica para Fascinación.  Fascinación da comienzo en 1959. El acaudalado Michael Courtland (Cliff Robertson) celebra 
              con una fiesta en su mansión de Nueva Orleáns su décimo aniversario 
              de boda con Elizabeth (Geneviève Bujold). El feliz matrimonio tiene 
              una hija de nueve años, Amy (Wanda Blackman), y todo parece perfecto. 
              El amigo y nuevo socio de Michael, Bob La Salle (John Lithgow), 
              propone un brindis por la pareja y otro por Michael y su próximo 
              proyecto inmobiliario. Esa misma noche, mientras se preparan 
              para acostarse, Elisabeth y Amy son secuestradas. Michael encuentra 
              una nota en la que se le pide un rescate de 500.000 dólares para 
              el día siguiente si quiere volver a verlas con vida. Michael contacta 
              con la policía y el inspector Brie (Stanley Reyes) idea el plan de colocar dinero falso 
              y un transmisor en el maletín que debe entregar Michael. Cuando 
              los secuestradores se percatan de que han sido engañados y que la 
              policía los tiene rodeados, huyen llevándose a sus víctimas con 
              ellos. Durante la persecución, el coche de los secuestradores explota 
              y cae al río. Los cuerpos nunca son encontrados. Michael, carcomido 
              por la culpa, construye una monumento mortuorio para su mujer y 
              su hija en las tierras de la empresa.  Dieciséis años más tarde, Michael y Bob viajan a Florencia. Aunque Bob suele 
              realizar frecuentes viajes a esta ciudad, es la primera vez que 
              Michael lo acompaña. Regresa a la iglesia donde conoció a Elisabeth 
              y allí encuentra a Sandra Portinari (Geneviève Bujold), una joven 
              que trabaja en la restauración de las pinturas y que se parece extraordinariamente 
              a su esposa muerta. Michael la lleva a Nueva Orleáns para casarse 
              con ella, desoyendo los consejos y advertencias de sus amigos y 
              del psiquiatra que lo ha tratado durante años. Sin embargo, la mañana 
              de la boda, Sandra desaparece y Michael encuentra una nota de rescate 
              que repite las mismas instrucciones del primer secuestro. Desesperado, 
              Michael le pide el dinero a Bob. Su socio le compra su parte de 
              la empresa y hace que el maletín con el dinero sea cambiado por 
              otro lleno de papeles sin valor. La propia Sandra recoge el rescate 
              y comprueba su contenido con consternación. Bob le hace creer que 
              Michael no quiso pagar por Elisabeth ni ahora tampoco por ella. 
              Sandra revive el momento del secuestro cuando se descubrió el dinero 
              falso y se llevaron a su madre. Ella, Amy, se quedó en la casa. 
               Bob acompaña a Sandra/Amy al aeropuerto. Todo ha sido una treta de Bob para 
              que Michael le vendiera su parte de la empresa o fuera declarado 
              mentalmente incompetente para administrarla. Sandra había accedido 
              a ser su cómplice porque, engañada a su vez por Bob, había crecido 
              odiando a su padre, culpándolo de la muerte de su madre. Ahora se 
              da cuenta de su error, pero Bob le obliga a tomar el avión, igual 
              que hizo cuando era niña. Advertido del engaño de Bob, Michael va a verlo. Bob, ahora dueño de las tierras, 
              le entrega el maletín con el dinero auténtico y le espeta que Sandra, 
              que va camino de Roma, estaba de acuerdo con él. Se pelean y Bob 
              resulta muerto. Michael coge la pistola de Bob y se dirige al aeropuerto. 
              Mientras tanto, Sandra se da cuenta de que no puede vivir con esa 
              carga de conciencia y se corta las venas en el cuarto de aseo del 
              avión. Michael, advertido de que el avión está regresando al aeropuerto, 
              corre a su encuentro con la pistola en la mano. Sandra es conducida 
              en silla de ruedas. Cuando ve a Michael se levanta y corren el uno 
              hacia el otro. Se abrazan y Sandra exclama: “¡Papá, has venido con 
              el dinero!” Michael se da cuenta entonces de que ha recuperado a 
              su hija (y perdido a su amante).  En el guión original de Schrader y 
              De Palma, Michael no salía en persecución de Sandra. Era internado 
              en un sanatorio y años más tarde regresaba a Italia. Allí se producía, 
              finalmente, el reencuentro y la reconciliación entre el padre y 
              la hija (que llevaba una existencia miserable). Como hemos señalado, 
              este tercer acto fue eliminado y seguramente la película resulta 
              beneficiada. Encontramos en Fascinación algunos de los temas 
              recurrentes de De Palma, como el intento (imposible) de recuperar 
              el pasado, la amistad traicionada, el amor traicionado (pues Amy 
              crece con la creencia de que su padre las traicionó a ella y a su 
              madre), las falsas apariencias o el tema del doble, unido además 
              a los conflictos morales propios de Schrader. La historia, tortuosa 
              y con un incesto insinuado, es especialmente excitante en su primer 
              y último tramo. Cabe destacar la poderosa presencia 
              de la iglesia florentina de San Miniato del Monte a lo largo de 
              la película, un motivo recurrente reforzado siempre por los dramáticos 
              acordes de Herrmann. La iglesia se sitúa al final de una larga escalinata 
              y es mostrada frecuentemente en acusados picados. Parece dominar 
              la ciudad desde su privilegiada ubicación. Presente en los títulos 
              de crédito, su marmórea fachada románica es la inspiración de la 
              tumba que Michael erige en memoria de Elisabeth y Amy. Además, una 
              miniatura de esta iglesia corona la tarta de bodas que aparece en 
              el sueño de Michael sobre su enlace con Sandra. En San Miniato del 
              Monte, en la que se habían conocido Michael y Elisabeth, se produce 
              también el encuentro entre Sandra y Michael. De este modo, San Miniato 
              del Monte se convierte en un curioso símbolo tanto de vida como 
              de muerte: el comienzo de una nueva vida (la de Michael con Elizabeth 
              y posteriormente con Sandra) y la muerte (de la esposa y la hija). 
              La pasión cinéfila del director de esta revista le llevó a visitar 
              San Miniato del Monte, situada en la Plaza de Miguel Ángel. Según 
              me cuenta, el interior de la iglesia real no se corresponde con 
              el mostrado por De Palma, mucho más amplio.  La puesta en escena de esta película 
              es inusualmente clásica y contenida para De Palma. Podemos destacar 
              algunos momentos especialmente memorables, como la hermosa elipsis 
              temporal que se produce en la primera parte de la película: la cámara 
              inicia una amplia panorámica circular para mostrarnos los trabajos 
              de construcción del mausoleo. Se produce un sutil fundido encadenado, 
              sin que el movimiento cese, que sustituye las máquinas excavadoras 
              por árboles, y la panorámica nos sigue mostrando el mismo parque 
              dieciséis años más tarde. Otro de estos momentos se produce al final 
              del filme. Se trata de la carrera por los (interminables) pasillos 
              del aeropuerto en el que no conocemos las intenciones de Michael 
              (arma en mano) y tememos lo peor. La tensión se resuelve con un 
              abrazo final que nos es mostrado en un larguísimo travelling 
              circular. Mientras al principio de la película, durante la fiesta, 
              eran los personajes los que bailaban en círculos, ahora es la cámara 
              la que baila alrededor de ellos.  La neblinosa fotografía de Vilmos 
              Zsigmond le proporciona a la película una atmósfera onírica e irreal, 
              algo bastante apropiado para una historia sobre la obsesión por 
              un fantasma. Tanto Michael como Sandra viven obsesionados (de ahí 
              el título original del filme) con el recuerdo de Elisabeth. Ésta, 
              curiosamente, es mostrada desde el principio como una mujer ideal, 
              mítica, irreal, un ser etéreo que viste un traje de baile y posteriormente 
              un camisón vaporoso, que no habla y que, en lugar de caminar, se 
              “desliza”. Michael cree firmemente que su esposa ha regresado para 
              darle una segunda oportunidad y demostrarle su amor. Ella lo visita 
              en su sueño y así se lo dice.  Lamentablemente, la elección del inexpresivo 
              Cliff Robertson para interpretar a un supuestamente atormentado 
              Michael fue muy poco afortunada. El actor asiste impávido a los 
              sucesos que tanto han de marcar su vida y sabemos de sus conflictos 
              internos a través de las acciones y los diálogos, pero no nos es 
              posible adivinarlos mediante su expresión. A veces parece que se 
              mueve como un autómata y otras, simplemente, que su mente no está 
              ahí. Esto supone un problema importante en tanto en cuanto dificulta 
              que el espectador sienta empatía por su personaje. Ante esta ausencia 
              de identificación, casi llegamos a desinteresarnos por su suerte. 
               En cambio, resulta muy destacable 
              la excelente interpretación de Geneviève Bujold en su doble papel 
              de madre soñada e hija atribulada. También realiza una buena labor 
              John Lithgow, actor habitual del director, quien vuelve a prestar 
              su peculiar físico a un personaje retorcido. Es innegable que la fascinación del 
              título la siente (o padece) De Palma por Hitchcock, maestro del 
              thriller psicológico al que se empeña en emular. Las conexiones 
              con Vértigo y Rebeca (Rebecca, 1940) son más 
              que evidentes, no sólo en lo que respecta a la historia, sino también 
              en los aspectos formales: el famoso travelling circular alrededor 
              de los amantes lo veíamos en Vértigo.   -------------------------------------------------------------------------------- |