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Filmografía Nace un mito Mezclado, no agitado Un fenómeno de supervivencia Bond, un número uno Espías sin fronteras Al servicio de la guerra fresca Malos, brutos y feos Bond and girls Camarero, otro Martini
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MALOS, BRUTOS Y FEOS
Por
Mr.
Arkadin
Los malvados de la serie Bond son socios (de hecho
y de derecho) de una multinacional del crimen. Un grupo de personas sin jefe
superior conocido, que tratan de hacer lo humanamente (im) posible por adueñarse
del mundo. Una idea, sin duda, prestada (y por tanto no nueva) del cine seriado.
Da igual que se trate de Fumanchú y sus huestes o del Doctor Mabuse y sus
compinches o de (en la serie Bond) SPECTRE y su nómina de adinerados magnates
y/o ejecutivos deseosos de convertirse en jefes, ganadores de banca, ricos
vengativos, fascistas con ansias dictadoriales, aprendices directores de
gobiernos imperiales... Personas
que asociadas a la organización SPECTRE (Special
Executive for Counter-Terrorism, Revenge and Extortion) buscan la manera de
dominar al mundo libre (?), es decir al nuestro. Lo cual (la libertad) suena ya
a demasiado utópico.
En esta extraña organización, similar a
cualquiera otra de las señaladas, existen una serie de escalones organizativos.
Están los jefes, los subjefes, los cortesanos, las cortesanas, los espías, los
mercenarios, los encargados de los asuntos sucios. Desde sus curiosos palacios
instalados en sitios inaccesibles y/o paradisíacos, en los que llegan incluso a
habitar (o colonizar) el propio fondo marino como si de un Nemo cualquiera se
tratase, serán los ojos y los oídos del mundo de fuera. Cuentan con
instrumentos tecnológicos de última generación. Expertos jugadores de Bolsa
de negocios inmediatos, perspicaces dueños de empresas conocidas y desconocidas
en las que esconden -desde planteamientos expositivos e improbables- sus compras
secretas con vistas a la posesión/adquisición del arma definitiva.
Los malvados jefes, pertenecientes a SPECTRE se
extienden a lo largo y ancho del planeta. Cada uno de ellos es responsable de
una determinada misión: adueñarse del imperio norteamericano. Los papás de
los norteamericanos, los ingleses, serán los que les saquen, por medio de sus
expertos servicios secretos, del embrollo una y otra vez. Tal disparatadas
propuestas no lo parecen tanto a la luz de la batalla real (o maquillada)
existente actualmente entre el escondido y vengativo Osama Bin Laden y sus
poderosos adversarios al mando del vaquero jefe. Pero eso es otra historia. Algún
día la Historia nos llevará a valorar o conocer (?) la realidad en su exacta
medida, lejos de la intoxicación manipulativa que día a día nos venden los
medios de comunicación, afectos a la parcialidad de una de las partes.
El primer malo que apareció en imagen audiovisual
dando vida a uno de los adversarios del agente 007, no fue, aunque sea la idea
extendida, el Doctor No de Agente 007
contra el Doctor No. El primer malo de la serie hizo su aparición en lo que
pretendió ser una serie para televisión, y que se quedó en un único título,
Casino Royale. Éste título fue la
primera de las novelas escritas por Fleming, quien inmediatamente de publicarla
(1951) vendió los derechos al realizador Gregory Rattoff. El personaje de James
Bond lo interpreto Barry Nelson. La primera chica Bond corrió a cargo de la no
demasiado sexy (pero claro la película se hizo para la televisión y hubo que
guardar las formas) Linda Christian. El malvado (primero por tanto en la nómina
de los Bond) lo interpretó uno de los grandes actores del cine: el siniestro,
desconcertante e irónico Peter Lorre. Desde luego, aun sin conocer ese título,
pienso que Lorre eclipsaría con su “malvada” sorna al resto del reparto.
Casino
Royale fue la única obra de
Bond cuyos derechos no pertenecían a los productores Saltzman-Broccoli. Que
sepa tampoco les importo demasiado, máxime cuando el original literario contó
poco a partir de que la serie Bond comenzó a ser exitosa.
Los productores que poseían los derechos de la
primera novela del agente 007 quisieron llevar esa aventura a la gran pantalla.
Quisieron que la interpretara el Bond “oficial” o sea Sean Connery. Pero
bastante tenía el escocés con repetir incansablemente sus hazañas
sexo-preventivas. Bond por su “obligación” de prevenir los ataques
provenientes de cualquier eje del mal sería en el hoy (si fuera aficionado a
eso de leer y no se proclamara, con orgullo, inculto) de lectura obligada para
el vaquero Bush Jr, al igual que en el anteayer lo fuera del presidente Kennedy
(su novela favorita de la serie era -cosas “mentales”- “Desde Rusia con
amor”). Junior Bush se lo calla pero quizá, dentro del mejor (y más
lamentable) estilo Goebbels (el terrible Ministro de Cultura de Hitler) debe
tender -sobre todo ahora mismo- siempre que oye la palabra cultura a echar mano
de su revólver. Hecho que en el lenguaje texano equivale a afirmar que el mejor
enemigo -y quizá amigo- es el enemigo -y amigo- muerto.
Aunque Connery no aceptó hacer Casino Royale (1967) y
trabajar con una compañía diferente a la que mantenía bajo contrato para
interpretar a Bond, si volvió a hacerlo para unos “extraños” en una nueva
revisión de Operación Trueno (1965)
titulada Nunca digas nunca jamás,
1983 (un título juguetón en el que se hace alusión al hecho por el cuál el
actor vuelve a interpretar a esa “larga” sombra que parece no querer desaparecer de su filmografía). Si ese
título oculto sus origines con un chiste, su estructura proclama una estructura
idéntica a la de la película madre. Todo ello se debió a que Operación
Trueno fue un proyecto cinematográfico antes que literario, y del cual
Fleming se sirvió para escribir una nueva novela de la serie. El litigio de años
sobre los derechos de ese título se fue solucionando con alternativos
planteamientos salomónicos: un sí pero... El veredicto final cedió la
paternidad a Fleming por lo que pudo vender al menor comprador los derechos de
la historia. He ahí el parecido (más allá de elemental de la serie) entre
ambas películas. Tanto en Operación Trueno como en Nunca
digas nunca jamás existen (sobre todo en su parte final) planos idénticos.
Lo único que el actor que interpretaba al malo (y las “buenas” chicas Bond)
era distinto. En el primer título era Adolfo Celi que cedía el puesto nada
menos (en la segunda) al gran actor Klaus Maria Brandauer, que “borda” su
papel.
Uno de los socios de SPECTRE que más veces apareció
en los filmes de Bond fue Ernst Stavro Blofeld (Solo
se vive dos veces, 1967, 007 al
servicio de su majestad británica,
1969, y Diamantes para la eternidad,
1971) al que dieron vida (y por orden cronológico de película) los actores
Donald Pleasence (probablemente la mejor representación de ese malvado
personaje en una más que aceptable película de serie gracias sobre todo al guión
del escritor Roald Dahl), Telly Savalas (el Kojak televisivo) y Charles Gray. Como ejemplo de la paranoia que
acompaña al mito Bond cabe indicar que en una sala del restaurante que se
encuentra en uno de los grandes picos alpinos suizos se puede (en el momento
actual) contemplar alguna escena (rodada allí mismo) de 007 al servicio de su majestad. Al mismo tiempo la habitación,
recordatoria del rodaje (el restaurante del hotel movible y panorámico), se
encuentra decorada con fotos de la citada película.
La mayoría de los socios de SPECTRE son
paranoicos, vengativos, fascistoides, lisiados (como si se tratase de un castigo
a su maldad)... y dependiendo del año
de rodaje del filme, se encuentran
hermanados con países (o etnias) señalados, en ese momento, como
pertenecientes al “eje del mal” según el dicho de los salvadores de
siempre. Un cierto regusto a oriental investido con rasgos de un moderno Fumanchú
de pacotilla se representan en el primer malo oficial de la serie: Joseph
Wiseman interpreta al “ingenuo” Doctor No. Con posterioridad a este filme
aparecen, entre otros, lo siguientes malos oficiales: Robert Shaw (Grant) en Desde Rusia con amor (1963); Gert Froebe el eficiente y sofisticado
Goldfinger (1964); Yaphet Kotto (Kananga) de raza negra cuyo objetivo es
llenar de droga “gratuita” las calles de todas las ciudades de Estados
Unidos (Vive y deja morir, 1973); Curt
Jürgens (Stromberg) interpretado de acuerdo con la mediocridad de la que
siempre hizo gala el actor alemán (La espía
que me amó, 1977); Michael Londsdale (Hugo Drax) en la misma línea de
Stromberg, empeñado en lograr el dominio mundial de la raza aria (Moonraker,
1979); Julien Glover (Kristatos) en el papel de un riquísimo armador griego (Sólo
para tus ojos, 1981), sin que parezca que el personaje trate de representar
a alguien “real”; el más bien dulce Louis Jourdan (Kamla Khan)
interpretando a un imposible príncipe hindú dispuesto a cualquier cosa con el
fin de destrozar el Imperio Inglés (Octopussy,
1983); Jeroen Krabbé (Georg Koskov) un general (soviético, por supuesto)
traidor a su patria y dispuesto a (en pleno nacimiento de la perestroika)
provocar una guerra entre las superpotencias (007:
Alta tensión, 1987); Robert Davi (Franz Sánchez) convertido en un fuerte
capó de la droga latinoamericana (Licencia
para matar, 1989); Sean Bean (Alec Trevelyn) un ex-agente británico que
trabaja (?) para el enemigo (Goldeneye,
1995); Jonathan Pryce (Eliott Carver) un gerifalte de los medios de comunicación
a nivel mundial (El mañana nunca muere,
1997); Robert Carlyle (Victor Renard Zokas) un terrorista internacional inmune
al dolor y que posee una bala alojada en su cerebro (El
mundo nunca es suficiente, 1999);
Tobby Sthepens (Guxtav Graves) representa a una de las mentes más preclaras en
el campo de las telecomunicaciones (Muere
otro día, 2002)... Como se ve en
esta jauría humana que representan los “espectrados” no falta de nada. En
cada película aparece una nación o raza distinta, así como una
“envoltura” del personaje acorde a los tiempos (ex-agente, traidor a la
patria, crisis económica, problemas petrolíferos, drogadicción, experto en
energía nuclear, comunicación o áreas tecnológicas...). Toda una declaración
de intenciones. Y luego dicen que el cine (el comercial, de entretenimiento) no
encierra un determinado mensaje...político, por supuesto. Un mensaje, la mayoría
de las veces, convenientemente enmascarado para que el espectador no acceda a él
por la vía del consciente.
Entre la selecta fauna de los elevados a la categoría
de miembros de SPECTRE, hay que distinguir, ante todo, a tres actores (y sus
personajes) que no hemos incluido en la relación anterior. Se trata de:
·
el mítico
actor que encarnará al más apolíneo de los dráculas cinematográficos,
Chisrhopher Lee (Francisco Scaramanga), un malvado personaje con tres (?)
pezones. Intervino en El hombre de las
pistolas de oro, 1974. Un dato curioso es que Lee era primo de Ian Fleming.
·
el mefistofélico
Chistopher Walken que da vida a Max Zorin, el rey del microchip, empeñado, como
todos sus compañeros de asociación, en provocar el caos mundial. En este caso
su (no queda muy clara esa obsesión) misión se centra en producir un gran
terremoto en S. Francisco (Panorama para
matar, 1985).
·
un
genial, cínico y divertido Orson Welles en la paródica Casino Royale, 1967. Allí es Le Chiffre, jefe de la mafia del
crimen en la tumultuosa Montecarlo. Sus hobbies son los casinos y las
“buenisimas” chicas. El famoso Kane se lo debió pasar muy divertido en un
rodaje en el que compartió cártel con el mismísimo Woody Allen y otros muchos
actores de primera fila como David
Nivel, Peter O´Toole, Peter Sellers, Jean Paul Belmondo, George Raft... junto a
algunos (tanto ellas como ellos) que habían aparecido en anteriores películas
de la saga. Un filme que es una autentica rareza
La mayoría de los jefes de SPECTRE se suelen
rodear (aparte de bellas mujeres sumidas, ardientes, estupendas, hermosas) de
guardaespaldas monstruosos de nulo coeficiente intelectual dispuestos a
cualquier cosa para obedecer las ordenes de su maestro. Citemos a:
·
Harold
Sakata interpreta al orondo (y cabreado) oriental Odjob cuya arma preferida es
un sombrero de alas afilada que
lanza que es un placer contra sus enemigos (Goldfinger).
Su punto débil es la electricidad a la que es alérgico (?).
·
Nick
Nack un enano de muy malas pulgas siempre fiel a su amo Francisco Scaramanga en
El hombre de las pistolas del oro.
·
Richad
Kiel uno de los mejores “malos” de la serie siempre a las ordenes de su
“espectral” jefe. Interpreta a un personaje malvado llamado “Tiburón”
debido a su dentadura de acero con la que corta todo lo que se le pone a tiro de
su boca. Apareció en La espía que me amó
y nos las prometíamos muy felices al comprobar que también aparecía en la
continuación, Moonraker. Para nuestra
desgracia Frankenstein particular en este título decide hacerse bueno ante las
miradas que cruza con una chiquita rubia con trenzas en un teleférico. Las
expectativas del personaje, pues, se vienen abajo ante tal irrisorio toque
sentimental.
Seguirán a todos los títulos actuales de la serie
otros más con nuevos temas. Las obras originales de Fleming no serán más que
una excusa. Incluso ni eso, ya que el único elemento de unión de los filmes
será la presencia de “Bond, James Bond”. Los problemas a los que se
enfrentará el agente especial seguirán cambiando de acuerdo a los conflictos
mundiales del momento. Cada vez serán más, no obstante, las personas que
formen parte (con carnet incluido) de la selecta SPECTRE. No sé si Bond será
capaz de salvarnos de tantos nuevos socios. Por allí deambularan gentes como
Osama Bin Laden, Saddan Hussein, un hilarante (si no fuera trágico) vaquero
llamado George Bush, un dictador gobernante en la Corea del Norte, un poderoso
desinformador de la información a través de sus numerosos medios comunicativos
transmutado en político en sus horas libres en la Italia actual y hasta un tal
pepe tan engreído como un zar de barro que quiere convertirse en actor
principal siendo (incluso) un mal secundario...
Todos estos con su corte de enanos y tiburones y
otros muchos son los espejos en los que la serie puede seguir reflejándose
hasta que un día el mundo termine realmente por explotar ante sus ansias (las
de unos y otro) por dominarlo. Y, cuando eso ocurra, no habrá ningún Bond que
pueda salvarlo de su trágico destino. ¿O será que también tengamos que
desconfiar de Bond? ¿Será en realidad un engañoso luchador contra SPECTRE o
quizá su miembro más destacado?
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