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| | UN
DICTADOR QUE DURÓ DEMASIADO TIEMPO
(A propósito de Caudillo)
Por
Gloria
Benido
Caudillo
muestra en la práctica la teoría de su director de no distinguir documental y
ficción. Para Basilio Martín Patino, todo es cine, mensaje iconográfico con
sentido. Nos encontramos ante una obra que relata la vida
del dictador Francisco Franco, imbricando sus logros y ascensos militares
en el contexto histórico que rodea la gestación y desarrollo de la guerra
civil española. Así, la confrontación y el dolor de un pueblo dividido por
sus ideas y convicciones actúan como marco en el que discurre la carrera de
este militar mediocre y ambicioso. Todo ello se articula mediante el lenguaje
formal de imágenes, extraídas de diversa documentación fílmica, con las que
se da vida a una historia
construida mediante un montaje que confiere un nuevo significado al escrito
cinematográfico. Así se demuestra que las imágenes no son inocentes ni
ingenuas, sino que sirven a la idea e intención del autor que las reescribe y
manipula para crear una obra nueva con materiales viejos. El fundamento del método
está –como dijo Eisenstein– en el guión y el personal montaje que articula
imágenes, voces, poemas, tonalidades cromáticas y músicas. Del montaje emerge
una particular estructura sintáctica de las imágenes al servicio de una obra
también singular.
El
recurso formal empleado por Patino enlaza su filme con la tradición literaria
española mediante el uso de un recurso clásico y cervantino: el contraste o la
antítesis. Aunque la obra tiene un arranque retrospectivo en los primeros
fotogramas que muestran pueblos en ruinas, cadáveres tendidos y multitudes
abatidas, discurre en un tiempo cronológico con afán de relato, que se
manifiesta en la voz en off con que se inicia: “Hubo una vez un
hombre enviado por Dios para salvar a España...”. A partir de ahí, los
episodios de la carrera de Franco se van insertando en los hechos que dieron
lugar a la guerra civil. La narración va ofreciendo series antitéticas de imágenes
que oponen dos modos de entender y sentir España, dos proyectos políticos
distintos: el nacional y el republicano. Entronca así Patino con la amargura
noventayochista y el pesimismo machadiano al mostrar dos Españas enfrentadas en
una vieja lucha que opone tradición y progreso. Algunos ejemplos destacados: el
desfile espontáneo y jubiloso del pueblo de Madrid sin otras armas que la ilusión
y la fe en su proyecto revolucionario, frente al orden disciplinado de las
tropas nacionales que se alzan en Andalucía. El discurso patriotero de Franco
frente al de Largo Caballero en las Cortes defendiendo la legalidad de la República.
Un primer plano de un Franco de torcida sonrisa como contrapunto del incendiario
discurso de un sindicalista catalán; el discurso de Queipo de Llano contra el
descarnado testimonio de Unamuno: “Vencer no es convencer... esta es una
guerra incivil...”; la muerte de José Antonio frente a la de Durruti:
incluso las palabras de la hijita de Franco aconsejando a los niños del mundo a
ser buenos y no hacer guerras, frente al exilio de los niños vascos tras el
bombardeo de Guernica. Finaliza la película con una imagen fija de Franco
disfrazado de caudillo salvador, como Santiago, con fondo de gaitas gallegas.
Como
sucede en Queridísimos verdugos la objetividad de los materiales de
archivo se somete a la escritura de Patino y trasciende su carácter informativo
para dar paso a los sentimientos de dolor por la violencia de la guerra y la
muerte, por el fracaso de la esperanza de la mitad de un país subyugado por un
dictador que duró demasiado tiempo.
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