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Una carta a Patino El castillo de la pureza Berta-Paraísos-Octavia Canciones para después... Canciones para después... 2 Queridísimos verdugos Caudillo Madrid La seducción del caos Andalucía, un siglo... Octavia Gracias, Basilio
| | OCTAVIA
Por
José
Luis Martínez Montalbán
"Hacer
una película puede ser también como escribir una carta a no sabemos quiénes,
y lanzarla en una botella a la corriente incierta del agua. Para quedarnos luego
allí esperando a nadie, en la profundidad, lejos de los reflejos más o menos
engañosos de la superficie. Intrincados laberintos los de la expresión
interior, en días de tanta bulla. Nos quedan todavía las salas oscuras como
vasos comunicantes. Y cada vez más náufragos a la búsqueda de señales.
Aunque sea dentro de una botella".
(Basilio
Martín Patino)
En
1987 Basilio Martín Patino realizó Madrid, su anterior película para
la pantalla grande, en la que ahora nos ofrece Octavia, su última obra.
Se
trata de un filme en la línea de las anteriores obras de su director, en la que
a través de una historia, en la que se nos cuenta la irrupción de un personaje
en un cierto contexto, geográfico y social, se van desvelando una serie de
temas que son caros a Patino, tales como la realidad de la vida provinciana, la
confrontación entre el presente y el pasado, etc. De ese enfrentamiento entre
el protagonista y su entorno, enfrentamiento que es amargo y triste, Patino
extrae los materiales para elaborar sus reflexiones, sus análisis y sus críticas.
Octavia
surge como un encargo que el Consorcio Salamanca 2002, creado con motivo del
nombramiento de esta ciudad como Ciudad Europea de la Cultura, le hace a Patino,
salmantino ilustre, para que realice una película en la que Salamanca sea
protagonista destacada de la misma. Para ello escribe un guión que, una vez
rodado, da lugar a un film de cuatro horas de duración. La imposibilidad de
comercializar una obra de tal duración obliga a Patino a realizar un notable
aligeramiento en el metraje, lo cual ha ido en detrimento del resultado final.
Efectivamente en la película que se exhibe hay personajes, que se presumen
importantes, que son casi episódicos, igual que situaciones, que se intuyen con
carga dramática y quedan apenas esbozadas.
El
guión ya nos remite a las obsesiones, reflexiones e interrogantes de su autor.
Nos cuenta la historia de Rodrigo, que vuelve a la antigua casa familiar, de la
que salió hace cuarenta años. Su vida, en esos años, le han llevado de la
Universidad de Lovaina a las guerrillas de Latinoamérica, de infiltrado en los
países del Este a cargos en organismos culturales planetarios, para devenir,
finalmente, en un funcionario de la política internacional. La vuelta a su
Salamanca natal es debida a la participación en un simposio que pretende
analizar los excesos de un militarismo que escapa a cualquier jurisdicción.
Esta vuelta le obliga a enfrentarse con el clan familiar y con su pasado. Entre
los personajes del mismo se encuentran Manuela, una hija desconocida fruto de un
instante pasional, y Octavia, una hija que Manuela tuvo en su rocambolesca
historia como misionera en la selva colombiana.
Todas
estas realidades, más la toma de contacto con su ciudad, sus amigos, su
familia, le conturban fuertemente, teniendo como único asidero el nuevo
contacto con la naturaleza, que le vuelve a revitalizar.
Esta
vuelta del protagonista a su Salamanca natal, y el consiguiente reencuentro con
sus familiares, sus conocidos, su ciudad, en definitiva, con su pasado, le sirve
a Patino para plantearse, y plantearnos, unas reflexiones sobre el fluir del
tiempo, lo inaprensible de los sentimientos, la realidad del presente, la
entidad de las apariencias.
En
todo ello Patino es extraordinariamente fiel a su obra anterior, sobre todo con Nueve
cartas a Berta y Los paraísos perdidos, películas con las que Octavia
forma una singular trilogía, que tienen a Salamanca como uno de sus
elementos característicos.
Pero
todo lo que en sus anteriores filmes era contención y mesura, en Octavia
se desboca en un excesivo número de personajes y de situaciones, que,
divergentes, quitan fuerza e intensidad al núcleo central de la historia.
Parece como si Patino quisiera contar demasiadas cosas, vivencias, reflexiones,
ajustes de cuentas, utilizando para ello, como recurso dramático, una
omnipresente voz en off, con la que Ramiro nos va desvelando sus más íntimas
impresiones.
Pero ello es
muy peligroso, pues dota al filme de un carácter introspectivo que está en
contradicción de la puesta en escena, utilizada por el realizador, además de
ser redundante de lo que nos cuentan las imágenes o sustitutivo de las mismas.
En
el contexto de lo que se supone es el núcleo del filme, Ramiro y Salamanca,
resultan difícilmente aceptables personajes, como los de Manuela y Octavia, con
sus ramalazos de terrible folletín, o situaciones, como esa improbable dedicación
a los préstamos monetarios o la irrupción del mundo de la droga, con tonos de
insufrible culebrón.
Sin
duda Basilio Martín Patino es un director importante en el cine español, con
una obra seria, adulta e introspectiva, que ofrece pocos elementos a los que se
puedan asir aquellas personas que se acercan al cine en busca, solamente, de
distracción, ya que requiere una gran participación por parte del espectador.
En
este caso nos presenta una historia compleja, de la que se desprenden unas
reflexiones de una gran profundidad y honestidad, pero en donde nos parece que
no ha utilizado los elementos del lenguaje cinematográfico de la forma más
adecuada. Aunque, sin duda, es el heterogéneo y descompensado guión el mayor
responsable del insatisfactorio resultado final.
Esto
es así por tratarse de un guión que nos remite no a una película, sino a
varias, tales como Rodrigo y su vuelta a Salamanca, Manuela y su historia como
monja, Octavia y su inadaptación afectiva. Aunque en todo ello quizá haya
jugado un papel decisivo la aligeración del metraje original, que ha desmochado
personajes y situaciones.
Se
trata, en definitiva, de una película seria y adulta, que, sin embargo, deja un
regusto amargo de insatisfacción por las carencias que muestra, por los errores
que comete y por los cambios de rumbo que exhibe.
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