He aquí la segunda
página que dedicamos a la televisión (la otra es Malalts de tele).
Sumadas os ofrecen mucho más que un análisis de la programación
televisiva: constituyen toda una filosofía de vida.
SANTOS
EN LA TELE
Por
Ángel San Martín
Pese
al cambio climático, la entrada en una nueva estación suele tener el
aliciente de la novedad climatológica. Circunstancia que las televisiones
aprovechan para anunciar novedades en sus programaciones respectivas. Sin
embargo, éstas parecen estar muy afectadas por el “efecto
invernadero” pues, estación tras estación, las televisiones se repiten
a sí mismas hasta la saciedad, como mucho reponen aquello que en los
meses precedentes se mantuvo bien ante las audiencias. Este otoño no ha
sido distinto y las televisiones han seguido recalentando ajados
repertorios. El primero en llegar a nuestra ventana electrónica fue el
recordatorio del 11S, fuente inagotable de emociones visuales para la
televidencia, a cuya mayor gloria contribuye Bin Laden con sus vídeo
declaraciones que tanto desagradan al ranchero Bush. Luego llega el
accidente de los chicos/as de OT, lastimados por una escalera que no debe
ser la que les llevará al éxito de masas. En medio está el culebrón de
Ronaldo y el pico que costará cada uno de sus goles, no menos hiriente
que el despliegue brindado a la candidata Ana Botella. Y sin tiempo para
tomar aliento televisivo, en Roma se les ocurre santificar al fundador de
algo tan turbio como el Opus Dei.
Uno
de los primeros domingos del pasado mes de octubre se produjo el santo
evento del que las televisiones dieron cumplida cuenta. Obviamente y por
prescripción del libro de
estilo, no seré yo quien juzgue si los milagros del pavo daban de sí
para una pavada de tales dimensiones. Me limitaré a comentar al menos dos
fenómenos informativos que me llamaron la atención. El primero a
destacar es que en las noticias de las tres, en la entradilla y luego
desarrollado con detalle, Antena3 abordó la santificación de Escrivá
con un alarde de “neutralidad” que
me dejó tieso. Enfocaron el asunto dando cifras de la cantidad de
ciudadanos de todas partes del mundo, en especial españoles, que se habían
desplazado hasta Roma. Circunstancia que había exigido a las compañías
de medios de transporte por tierra, mar y aire, a montar dispositivos
especiales para desplazar a tanta gente. Quedábamos así los
telespectadores interpelados, cualquiera fuera nuestro credo, por tan
devota peregrinación.
La
segunda observación es para TVE, la que transmitió el acto religioso en
directo. Por si esto no fuera suficiente, dentro de Informe
Semanal, dedicó la víspera un reportaje antológico a la Obra. Con
toda seguridad que si sus responsables hubieran tenido que presentar dicho
reportaje como trabajo de primero de Periodismo les habrían suspendido. Y
una de las razones de semejante calabaza sería la de faltar al principio
más elemental de la profesión: no haber contrastado la información. En
el reportaje únicamente aparecían miembros destacados del Opus opinando
sobre el fundador y la función social de la secta. Pero la mayoría de
las preguntas que se les hicieron no tenían tanto que ver con la
canonización del fundador como de rebatir las críticas que con mayor
frecuencia se le hacen al Opus. De modo que, casi con toda seguridad, ese
reportaje se le encargó directamente a algún miembro de la Obra. ¡Si
esto es información que baje dios y ponga orden en las televisiones!
Bueno, igual ya ha bajado y por eso ha querido que uno de sus pastores
pasee por la casa del nuevo Gran Hermano, aunque no sé si resistirá las
tentaciones de tanta Magdalena que no sigue como debe la abundante
programación que TVE le dedica al santo oficio de salvar almas. Y, a todo
esto, ¿dónde queda el mandato constitucional de ser un Estado
aconfesional si en nuestras televisiones públicas no hay más que
monaguillos?
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