Dulce Martha
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Todo va bien

Curiosa película alemana por su carácter sencillo y ligeramente simpático. Se aleja así de ese tono plúmbeo que suele rodear a bastantes películas de esa nacionalidad, empeñadas en tratar los problemas “hondos y graves”. Aquí la historia es simple: la “vida” y “milagros” de una “chef” en un restaurante de Hamburgo. La manera de presentar al personaje es realmente eficaz. Se trata de una persona ordenada tanto en su vida personal como profesional. Tan eficaz como intransigente. Su única preocupación es el trabajo bien hecho. Es un ser insatisfactoriamente insatisfecho. No puede aceptar, incluso, las críticas de los comensales sobre sus platos. Su manera de vestirse para comenzar la faena en el restaurante es como un rito. Basta ver cómo, por ejemplo, se coloca el delantal. El orden en la cocina es total. No se permiten bromas de ningún tipo. Un trabajo agobiante, extenuado. No hay posibilidad de parar. Sólo de tarde en tarde (para que nadie la vea) se permite entrar en la cámara frigorífica para “descansar” (una forma de impedir también que se la contemple como ser humano). Martha exige de los demás lo que ella es capaz de hacer. O más. No se puede parar ante nada.

Dos sucesos cambian la vida de la protagonista. El primero, la muerte en un accidente de coche de su hermana, por lo que se verá obligada a cuidar (y admitir) a su pequeña sobrina. Y ganarse de alguna manera su afecto. La escena en la que se muestra al espectador el accidente de la hermana de Martha es, sin dudarlo, lo mejor de la película. Tres planos continuados sirven para darnos el hecho. Una llamada telefónica que recibe en el restaurante y que el espectador no escucha. Un posterior plano de Martha sentada en la penumbra de un pasillo (sin duda perteneciente a un hospital). El tercer plano nos muestra su llegada a casa y la puesta en marcha del contestador automático. En él se escucha la voz de su hermana (desaparecida) anunciando que llegará sobre tal hora. Está ya en carretera o a punto de ponerse en marcha. Tres planos excelentes que muestran de manera perfecta el drama que acaba de ocurrir. Si tuviéramos que pensar en un referente a tan bello momento, quizás habría que pensar en aquel que repetía siempre el mismo mensaje en el contestador a su padre, sin que éste supiera que había fallecido, en Están todos bien de Giusseppe Tornatore.

El segundo suceso que acontece a Martha es el encuentro con un chef italiano  contratado en el restaurante para ayudarla. Tenemos, pues, los tres ejes claves del filme. Este tercero es importante en cuanto introduce a un personaje totalmente opuesto a Martha. El italiano, gran cocinero, toma su trabajo con alegría. Introduce en la cocina toda una forma –hasta cierto punto desordenada– de entender las cosas con entusiasmo, con alegría y, naturalmente, con humor. Lo contrario de lo que propone Martha. La presencia del personaje italiano propone además dos caminos distintos para acercarse a la historia. Uno de ellos es la disparidad de carácter de dos seres de lugares tan alejados como Alemania e Italia. El otro camino (demasiado forzado) por el que se presenta al personaje es concretar una cierta relación con la sobrina de Martha, pues su padre (al que no conoce) es un camionero (?) italiano.

Entre los tres personajes principales se crean unas relaciones que llegan a un conocimiento e, incluso, a unos determinados cambios de actitud. Recuérdese, por ejemplo, la escena de la comida de los macarrones de todos los integrantes del restaurante.

Lo que ocurre es que el personaje del italiano suena demasiado a tópico. No es un personaje Es un prototipo. Lástima, porque existen personajes, incluso secundarios, bien trazados: el vecino de la protagonista, por citar un ejemplo.

Lo peor será la parte final, demasiado simplona y complaciente. Todo el juego de la niña recogida por su padre y luego buscada por la pareja protagonista para que les sea entregada resulta como demasiado infantil, y planteada en función de una mayor aceptación por parte de los espectadores. Muy forzado. Sobra eso, como las imágenes posteriores introducidas entre los letreros de crédito.

En el resto del relato quedan apuntes valiosos, secuencias estimables que concluyen por conseguir un filme agradable, fácilmente visible.

Adolfo Bellido

 

 

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