Camino a la perdición-3
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Padres e hijos

Estamos ante la consolidación de Sam Mendes como un director mimado de la industria.Camino a Perdición (Perdición es un lugar y no un estado del cuerpo o del alma, aunque metafóricamente lo implique) es la segunda película de Sam Mendes, quien irrumpió arrolladoramente en el panorama cinematográfico con American Beauty, obra venerada por el público y muy agasajada por gran parte de la crítica, si bien aquí mostramos reservas más que notables ante ella.

De la película que ahora nos ocupa debemos decir, de entrada, que representa una consolidación del director americano. Se trata, sin duda, de una obra con numerosos altibajos, pero no puede negarse que alcanza momentos de esplendor con una profundidad que estaba ausente en su anterior film.

El telón de fondo sobre el que se desarrolla la historia es el mundo del hampa de entreguerras, en el que tiene lugar la venganza de un mafioso a quien han asesinado la familia por una cuestión de rivalidad y celos. Todas las constantes del género aparecen en la película, si bien la violencia, aun siendo abundante, resulta relativizada por la puesta en escena distante, y en ocasiones sublimada, que utiliza el director (magistral la escena de la masacre bajo la lluvia, donde no se oyen los disparos y Paul Newman espera, de espaldas y resignado, el final ineludible que se acerca), abriendo así la puerta al otro gran tema, sin duda el central del relato, el de la relación paterno-filial, con las miserias, deslumbramientos, fidelidades y traiciones que siempre lleva consigo.

Este doble eje sobre el que se construye la película sintetiza lo mejor y lo peor que en ella podemos encontrar. La acción resulta en demasiadas ocasiones confusa, cuando no directamente falsa. No se sabe muy bien qué papel juega Al Capone, no las causas reales que impulsan a Sullivan (Tom Hanks, quizá en el mejor trabajo de su carrera, por lo sobrio y contenido que se muestra) a desencadenar la oleada de robos a las cuentas secretas del mafioso, a no ser que sea todo un artificioso modo de descubrir la estafa reiterada que su rival ha llevado a cabo. Cuesta también trabajo creerse la impunidad con En última instancia, la película es una desmitificación de la paternidad. la que actúa, considerando la entidad del enemigo, y resulta por completo falso el hecho de que deje con vida al fotógrafo-asesino (Jude Law) para que éste pueda después asesinarlo a él. Exigencias del guión.

Sin embargo toda esta tosquedad queda compensada por el sentido análisis de las relaciones paterno-filiales que sostiene la película. Relaciones que se plasman en las que mantienen Hanks y Newman (maravilloso a sus casi 80 años) con sus respectivos hijos, y de ellos dos entre sí, ya que en cierto modo (y sólo en cierto modo, como demostrará el diferente trato respecto a su hijo biológico al que lo somete Newman), también Sullivan es hijo (adoptivo) de Ronnie (durante el entierro con el que arranca la trama se produce una ambigüedad calculada a la hora de descifrar el parentesco que une a los dos personajes).

La complejidad de estas relaciones viene dada por el distinto trato que Newman dispensa a cada uno de sus hijos, primando en última instancia la irracionalidad frente a lo racional, el poder de la sangre ante la evidencia de la injusticia cometida, y también por el contraste entre la actitud freudiana de quien quiere asesinar al padre y la fascinación, también irracional, del niño que idolatra a su progenitor, el cual adquiere a sus ojos trazos de figura mítica, a pesar del abandono (no conoce sus gustos, duda de su amor por él...) en el que lo tuvo.

En última instancia la película es una desmitificación de la paternidad, por mucho que se nos ofrezca la visión idealizadora del niño, ya que a ella se superpone la crueldad y la El enfrentamiento entre padres e hijos (naturales o adoptivos) es el eje sobre el que se mueve la película. mezquindad que determinan la conducta de quienes debieran corresponder a esas expectativas. Aun en el amor, las actitudes paternas no son más que la puesta en escena de la violencia inmoral que preside sus vidas.

Es esta visión la que dota a The road to Perdition de un gran atractivo, si bien hay que lamentar, también aquí, el mal que aqueja al cine americano (y no americano) actual, la consideración del espectador como alguien incapaz de leer las imágenes, y por lo tanto necesitado de constantes y explícitos subrayados que le ayuden a comprender lo que ocurre. Valga el ejemplo con el que acaba la película: cuando Tom Hanks, ya moribundo, descubre que su hijo ha sido incapaz de utilizar la pistola, esboza una enamorada y frágil sonrisa. Perfecto. Pero acto seguido se oye la voz del niño explicar que su padre no quería que él utilizase pistolas. John Ford nunca lo hubiera hecho.

Marcial Moreno

CAMINO A LA PERDICIÓN

Título Original:
Road to Perdition
País y Año:
Estados Unidos, 2002
Género:
DRAMA
Dirección:
Sam Mendes
Guión:
David Self
Producción:
20th Century Fox, DreamWorks SKG, The Zanuck Company
Fotografía:
Conrad L. Hall
Música:
Thomas Newman
Montaje:
Jill Bilcock
Intérpretes:
Tom Hanks, Jude Law, Paul Newman, Tyler Hoechlin, Stanley Tucci, Jennifer Jason Leigh
Distribuidora:
Hispano Fox Films
Calificación:
No recomendado menores de 13 años

 

 

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