He aquí la segunda
página que dedicamos a la televisión (la otra es Malalts de tele).
Sumadas os ofrecen mucho más que un análisis de la programación
televisiva: constituyen toda una filosofía de vida.
LA
TELEVISIÓN TIENE
VELO
Por
Ángel San Martín
Que
nadie se asuste, no pienso ocuparles ni un minuto de su tiempo retornando
sobre ese programa de TVE del que han salido cantantes de guiñol.
Prefiero contarles mi último descubrimiento: la televisión,
definitivamente, ha mutado en ave carroñera. Sobrevuela por encima del último
de la manada y al mínimo descuido se lanza en picado sobre el infeliz ser
vivo que, por algún motivo, perdió el paso de sus congéneres. Hincado
el pico sobre la presa, chilla sin reparo hasta llamar la atención del
resto de las rapaces que prestas acuden al festín. Sí, digo esto después
de haber leído las opiniones oportunistas y descarnadas de los padres de
ese programa que, mediante la música, se propone redimir las penurias de
quienes no han superado la reválida en una sociedad que sólo cuenta con
los triunfadores.
Y
en pos de ese triunfo, por necesidad anónimo y humilde, llegan hasta
nuestras tierras gentes de otros mundos que traen consigo parte de sus
ritos y costumbres. Algunas tan extremas que chocan con nuestro
ordenamiento jurídico, pero otras muchas no pasan de ser mera manifestación
de su cultura que, al ser ésta tan distinta a la nuestra, al expresarla
se diferencian. Cuando tal expresión alcanza la categoría de excepción,
entonces se lanzan sobre ellas las rapaces televisuales para convertir en
espectáculo un drama humano.
Así
hemos podido ver en la tele el vergonzante tratamiento dado al caso de la
niña que en El Escorial no pudo entrar en un colegio privado por llevar
su cabeza tapada con el hiyad,
aunque luego fue escolarizada en otro público. Esta presa duró poco, de
inmediato se lanzaron sobre el de la madre denunciada por su hija, ya que
se proponía casarla con un desconocido a cambio de dinero. A esta menor
la tuvieron que hacer “desaparecer” las autoridades administrativas
para evitarle “el acoso de los medios de comunicación”, según los
propios medios.
Así
es como las televisiones, con planos y comentarios cómplices, nos
convierten en testigos mudos del drama de la inmigración. Así hemos
podido ver cómo en Crónicas
marcianas (Tele 5) y Queremos
saber más (Antena 3), se hacían encuestas telefónicas para saber si
estos recién llegados debían o no despojarse de las tradiciones de su
cultura para ser admitidos en nuestras instituciones patrias, como la
escuela, pongamos por caso. Encuestas que arrojaron resultados
escalofriantes: superaban con creces los dos tercios quienes pensaban que,
si estaban aquí, debían renunciar a sus signos de identidad.
En
otro programa (El poder valenciano
de Valencia TeVe), zanjaron el asunto manteniendo que el peaje a pagar es
el “dejar de ser moros”. Canal 9, en pleno informativo y aprovechando
que el Ebro pasa por Cataluña, cierra la noticia afirmando que aquí la
integración va mucho mejor que en la vecina comunidad. Ningún inmigrante
está sin escolarizar, mientras que en Cataluña un padre marroquí no
logra escolarizar a sus 6 hijos e hijas. Ahí queda dicho, para que el
buen telespectador extraiga consecuencias.
Y
después de todo esto me pregunto: ¿qué habrá pasado con esas dos niñas
cuando su caso dejó de tener “interés” informativo? ¿No deberían
autodisolverse estas televisiones tras constatar la intolerancia que
destila su audiencia? La verdad, también podrían programar espacios de
reeducación y dejar de mostrar a lo diferente como espectáculo fácil a
la medida de las audiencias reaccionarias.
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