El
experimento es una dura y contundente película alemana dirigida por
un cineasta primerizo que presenta una interesantísima reflexión sobre
le tema de los mecanismos de poder y la violencia como herramientas y
recursos del ser humano. Basada en un famoso experimento realizado allá
por los años setenta en la universidad norteamericana de Staford, donde
unos profesores de psicología encerraron en los sótanos de la facultad,
convertidos en un simulacro de prisión, a un grupo de estudiantes
voluntarios, incentivados económicamente, para que reprodujeran el
esquema de las relaciones humanas en una cárcel. Se pidió a los que hacían
de guardias que mantuvieran el orden y el control en las celdas sin
recurrir nunca a la violencia. Pero al segundo día sobrevino un motín y
al sexto, ante el siniestro cariz que tomaban los acontecimientos, la
ayudante del director del proyecto, que después sería su esposa, abortó
el experimento.
Uno
de los alicientes de El experimento
es que su realizador no ha querido hacer una evocación históricamente
fiel de los hechos. Ha trasladado lo que hace más de treinta años
ocurriera en Estados Unidos a la Alemania de hoy. Si en aquel tiempo podría
haber habido un intento de crítica contracultural en la presentación de
aquel experimento frustrado, ahora hay otro tipo de mirada. La del que
analiza el corazón de una sociedad (la alemana) instalada en un altísimo
bienestar que parece, como toda la sociedad europea, hipnotizada en la
observación de su propio ombligo, sin caer en la cuenta que el paraíso
económico construido tiene los cimientos de la opresión y la explotación
de los pueblos más débiles y que uno de los elementos de la factura a
pagar por tales servicios es la más tremenda soledad, la frustración
personal, como nos muestran algunos personajes del filme. Es por ello que
la actualización de la película tiene sus alicientes y hace que
recordemos la filmografía de otro cineasta de cultura alemana, Haneke,
que tiene también la cicatera costumbre de sajar con el bisturí de la cámara
las más delicadas carnes.
En
nuestra película, los cobayas humanos no son estudiantes, sino gentes de
las más distintas procedencias: hombres con deseos de escapar de su
frustraciones, de acabar con su aburrimiento vital, con ansias de probar
experiencias nuevas que les despierten de su tedio. Otros con la pretensión
de ganar un dinero rápido y fácil y otros entran al prueba carcelaria
(donde se les dice, deberán renunciar a su intimidad y a sus derechos
civiles) con segundas intenciones. Uno de ellos es un periodista que
quiere grabar lo que allí se hace, para vender después el reportaje que
le dará la fama. También hay un militar camuflado, colocado por el ejército
para espiar posibles riesgos para la seguridad nacional.
La
película analiza con gran rigor los mecanismos de humillación y
violencia con que anda trabado muchas veces el orden social y moral de
nuestras refinadas sociedades, un orden muy frágil que se desborda en
cuanto fallan algunas de sus artificiales premisas. Igualmente con certera
eficacia se señalan los aspectos inmorales que presenta el intento de
hacer ciertos experimentos que atentan contra el inviolable respeto al
corazón de la dignidad humana a la vez que se señalan y denuncian los métodos
inmorales de los programas de televisión tipo Gran
Hermano que alimentan los instintos morbosos de los telespectadores
mirones.
Muy
pronto lo que parece un simple ejercicio de representaciones se trueca en
juego peligroso. Y así, las tesis de los expertos en psicología se van
confirmando: que el hombre es un lobo para el hombre y que éste pese a
vivir en sociedades muy civilizadas (quitada la fina capa de formación
moral) se convierte en un mono desnudo capaz de las más terribles
acciones y autor de las más repugnantes maniobras dirigidas a dominar al
otro y hacerse con el poder absoluto.
Como
colegirse puede, El experimento
es un filme de tesis. En su guión se establecen unas ideas preconcebidas
que posteriormente se intentan plasmar en la puesta en escena,
substrayendo a la acción la espontaneidad y la imprevisión de la intriga
que puede atrapar la atención del espectador. Pero esto inteligentemente
no ocurre aquí: su director ha sabido exponer esas ideas preconcebidas
bajo una capa de cine de intriga y algo de cine fantástico, dotando al
filme de un fuerte suspense de modo que el público sigue con interés
creciente el fluir dela historia, dramática y exasperante por su
violencia, al principio soterrada y luego con manifiesta y explícita
evidencia. Violencia que se hace muy ingrata pero nada complaciente con la
morbosidad de algunas de sus escenas.
Para
aligerar el sofocante ambiente claustrofóbico que supone la acción del
filme en la fingida cárcel-sótano donde se desarrolla la película, ésta
regresa al exterior, donde vive la novia del protagonista, motivada por
una especie de contactos telepáticos de ambos, provocados por la fuerte
corriente del amor y unidos plásticamente por unos originales
encadenados. Estas secuencias funcionan como bocanadas de aire fresco que
renuevan la enrarecida y sofocante atmósfera de la prisión.
El
experimento también adolece de defectos que hay que atribuirlos a la
impericia y visones de su director. Le sobran algunas secuencias, como por
ejemplo las últimas (la pareja de cara al mar),
fruto del deseo rematar la película con un final feliz y de empeñarse
en colocarse una imposible y fingida esperanza en un filme que de sí es
una amarga y desesperanzada reflexión sobre la condición humana.
El
guión, que tiene grandes méritos, cae en algunas inverosimilitudes (la
utilización de las gafas que son una oculta cámara de televisión, la
visita a la cárcel) e igualmente su urdimbre deja algunos flecos sueltos,
sobre todo a nivel de sus personajes que en muchas ocasiones comienzan a
perfilarse para abandonar este trabajo de definición después por la
premura del desarrollo dramático, aunque la ajustada interpretación de
los actores, por otra parte poco conocidos, obvian estos defectos.
José
Luis Barrera |
EL
EXPERIMENTO
Título
Original:
Das Experiment
País y Año:
Alemania, 2001
Género:
THRILLER
Dirección:
Oliver Hirschbiegel
Guión:
Don Bohlinger, Mario Giordano, Christoph
Darnstadt
Producción:
Typhon Film, Fanes Film, Senator Film
Produktion
Fotografía:
Rainer Klausmann
Música:
Alexander Bubenheim
Montaje:
Hans Funck
Intérpretes:
Moritz Bliebtreu, Christian Berkel, Oliver
Stokowski, Wotan Wilke
Distribuidora:
Sherlock Films
Calificación:
No recomendado menores 18 años
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