He aquí la segunda
página que dedicamos a la televisión (la otra es Malalts de tele.
sumadas os ofrecen mucho más que un análisis de la programación
televisiva: constituyen toda una filosofía de vida.
La
vieja televisión de año nuevo
Por
Ángel San Martín
Las
emanaciones de rayos catódicos empobrecido de las televisiones de estos
pagos, continúan incrementado el riego sobre la población. En el
recuerdo tengo la lamentable velada, postcampanadas, de la pasada
nochevieja. Pueden decirme, lo sé, que una noche como esa no es para ver
la tele. De acuerdo, pero no es menos cierto que hay amplios sectores de
población que, como yo y por razones muy diversas, pasamos esa noche en
casa y más o menos pendientes de lo que ofrece la tele.
En
efecto, tanto las cadenas públicas como las privadas, una vez entrados en
el año nuevo ofrecieron galas musicales a la vieja usanza. Hilaban las
actuaciones los más casposos y horteras presentadores de cada casa; esto
es, las caras famosas de su sección de telebasura. Con dudoso gusto y
escasa gracia trataban de convencernos que todo aquel alarde de esfuerzo e
imaginación en directo lo hacían para nuestro general regocijo. Sin
embargo, con el paso de los minutos y el salto de una cadena a otra, uno
se percataba que los artistas invitados siempre eran los mismos e
interpretaban la misma canción en las distintas cadenas. Tan ajetreados
artistas repitieron, en algún caso, ropa y público, incluso entrevistas
y alocuciones de felicitación.
De
tal regateo de imaginación y presupuesto se desprende que la ciudadanía
no es para los responsables actuales de las televisiones, más que una
entelequia estadística analfabeta y pasada de vueltas cuando se pone ante
el televisor. Así han convertido, definitivamente, este medio de
comunicación en un escaparate comercial al servicio de la industria
cultural. ¿Qué era sino el
pastiche televisivo de fin de año? De principio a fin un anuncio
publicitario de tres o cuatro casas discográficas que por esas fechas
promocionaban la “canción insignia” de las últimas grabaciones de
sus cantantes con mayor tirón.
La
programación televisiva es, de principio a fin, pura y simple publicidad.
Con razón Bruselas ha abierto expediente administrativo a varias cadenas
españolas por incumplir la legislación vigente, entre otras cosas por
emitir más tiempo de publicidad que el legalmente establecido. Menos mal
que la comisión sólo computa los anuncios, pues cuando se dé cuenta que
toda la programación es un anuncio lo más probable es que les retiren la
licencia de emisión. Mas si los conspicuos euroburócratas recalasen en
los informativos, entonces el asunto pasaría directamente al juzgado de
guardia por contaminación mental con desaforada propaganda política a
favor de la derecha (sobre
esto la próxima vez). Y es que en España las televisiones ya padecen
también el síndrome de las “vacas locas”.
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