Para celebrar nuestros primeros diez años en Internet, desde Encadenados hemos pedido a un pequeño círculo de amigos que se sumen a este aniversario con un artículo en el que hablen de... esto, de... de cualquier aspecto que les parezca interesante de esta última década. Las generosas colaboraciones de este grupo están recogidas en el nº 59 de nuestra revista, publicado en enero de 2009.
Un filme de Javier Aguirre
Escribe Rafael Utrera Macías
Cuando en 1982 tuve la oportunidad de entrevistar a Rafael Alberti sobre sus poemas dedicados a los cómicos del cine americano, el poeta estaba muy ilusionado con poder ver en la pantalla la “adaptación” de su libro Sobre los ángeles que ya entonces proyectaba el cineasta Javier Aguirre.
Las circunstancias que han rodeado un proyecto tan complejo como éste y, al tiempo, tan alejado de cauces comerciales, no hizo posible que el poeta, en su prolongada ancianidad, llegara a conocer lo que tanto había deseado. Unas muestras de ello pueden encontrarse en algún párrafo de La arboleda perdida y, además, en una carta que el poeta dirigió a Aguirre donde queda de manifiesto la confianza que aquél depositaba en éste, la sentida “alegría y emoción” al poder comprobar “tu personal visión de mis poemas que has sabido trasladar a un guión cinematográfico tan atrayente”. Guión que, afortunadamente, es hoy gozosa realidad para degustarse, colectivamente, en la pantalla grande o, en solitario, en la propia del ordenador.
La casualidad, quiso que un mismo día, muchos años después, un libro dedicado a la poética cinematográfica de Alberti coincidiera en su presentación con la proyección de Dispersión de la luz, obra de Javier Aguirre, lectura personal del citado libro de Rafael. La Fundación dedicada al poeta portuense en su pueblo natal acogía una insólita sesión en la que las respectivas “interpretaciones” de los poemas albertianos procedentes de Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos y de Sobre los ángeles, ensayo literario la primera, muestra audiovisual la segunda, homenajeaban tan original y espléndida obra poética.
Una posterior mirada, más reposada y atenta, una re-visión de ciertas partes de la película, nos han permitido refrendar aquella primera opinión y evidenciar la enorme fuerza plástica de la misma. Vayamos por partes.
El posicionamiento del cineasta para con la obra de partida no deja lugar a dudas. De ella procede, primero, su admiración y, segundo, su inspiración. Pero más allá de esto, el film se caracteriza por su plena independencia una vez que el texto ha sido motivador de la imagen. Sobre los ángeles se convierte en Dispersión de la luz con lo cual es y no es al mismo tiempo.
Si llegamos al final del libro comprobaremos que el sintagma que da título a la película es parte de un verso, “Una mano enguantada, la dispersión de la luz y el lento asesinato”, perteneciente a “El ángel superviviente”. Aguirre, de entre una enorme materia poética compuesta por cientos de versos, toma dos sustantivos relacionados entre sí, los aísla de su inmediato contexto y formula un título cuyo contenido simbólico no sólo posee significación adecuada sino que metaforiza lo que la película pretende y consigue hacer con el texto original: separar los colores espectrales de un rayo de luz por medio del objeto adecuado.
Esa pluralidad de haces constituidos por las gavillas de versos se manifiestan, pasados a través de la cámara y del elaborado montaje, en infinitas posibilidades plásticas donde la luz, el juego de luces, transformados en metáforas visuales, construyen un texto orgánico en el que se conjuga lo visual con lo auditivo; la fuerza desgarradora de la imagen, de la sucesión ininterrumpida de imágenes, hace dirigir la mirada, sobre ella, sobre ellas, mientras, un instante después, la voz en off busca las pertinentes sensaciones para conformar un todo armónico donde la suma de pura imagen, plena palabra, sugerente música, se funden en un abrazo solidario.

Dicho esto, no hará falta advertir que el cineasta ha respetado profundamente todas y cada una de las palabras componentes del verso, de la estrofa, del poema. Aún más, la dicción de cada texto, variado en la elocución, en el tono y en el timbre, se sirve de voces tan vigorosas como las de Mario Gas, Manuel de Blas, Félix Grande, para contrastar, en su dulzura expresiva, en su delectación poemática, con la de Teresa Berganza. La palabra escrita de Alberti se hace, por la perfección de su decir, agradable canturía donde la masculinidad o feminidad de la voz conforma el correspondiente recital.
Sin embargo, no busque el espectador compartimentos estancos ni secuencias independientes generados por el título de los poemas, de cada uno de los poemas, tal como Alberti los organizó y tituló en su libro. Aún más, quien poemario en mano vaya buscando la paralela correspondencia entre el nombre de un poema y su homónimo fílmico, puede quedar defraudado en una búsqueda imposible. Con mejor criterio, Javier Aguirre construye un relato audiovisual de principio a fin, sin títulos intermedios ni separaciones artificiales; no ha caído en el error de rotular o subtitular cada apartado o bloque muy posiblemente porque para él, Sobre los ángeles, es un todo armónico cuya óptima visualidad se cumple como continuum narrativo, como dinámica iconografía que no admite hiatos ni cesuras venidas del exterior. De ahí, la independencia de un relato visual cuya poética nace de sí misma y en sí misma, aunque sin negar jamás su procedencia ni olvidarse de tan generosa herencia literaria.
Bajo esta perspectiva, el autor de ese llamado “Anti-Cine” ha optado por efectuar dos versiones diferentes de este mismo título. De una parte, ofreciendo el texto albertiano de principio a fin, desde “A través de los siglos...”, de “Paraíso perdido”, hasta “Acordaos. La nieve traía gotas de lacre...”, de “El ángel superviviente”; de otra, suprimiendo el original, salvo en algunos episodios, cortando el cordón umbilical que une palabra con imagen; de alguna manera, haciendo independiente la plástica para que ésta se exprese por sí misma, sin necesidad de “guía” verbal o signo lingüístico orientador.
Y, aunque el autor no lo advierta, aún quedan dos posibilidades más para un espectador que quiera “jugar” con una expresividad abierta: anular la banda de sonido y, sin palabras y música, captar, “a palo seco”, la esencialidad de la imagen, de la sucesión de imágenes; por contra, potenciar el volumen, el off verbal y musical de tal modo que la elocución y sus aditamentos sonoros se impongan y sobresalgan sobre la patente iconicidad. Una muestra evidente de la interdependencia de la literatura y el cine para crearse y procrearse pero, al mismo tiempo, para hacerse independientes y emancipadas una respecto de la otra y ésta respecto de la primera.
Sobre esta cuestión, Dispersión de la luz ejercita la imagen en el más amplio de los sentidos y, por ello, la personificación y la cosificación actúan y se desenvuelven apoyándose una a la otra. Alberti no incluyó más que un nombre propio en todo este poemario, el de la niña Eva Gúndersen, una escandinava a quien José Bergamín había fotografiado en su particular “expedición” por los países nórdicos.
Javier Aguirre, utiliza “imágenes propias” (como equivalente, diríamos, a nombres propios); la actriz Cristina Marsillach, ensoñadora o perpleja, es ejemplo de gesto elocuente, presencia callada, armonía de rasgos en su particular mirada del mundo. Y más allá, esas sombras que sacan a la muerta a hombros, o ese ángel de los números que evoca la infancia traviesa del poeta, o esos miles de objetos, de diversa procedencia y clasificación, que pueblan las “ciudades deshabitadas”, que pululan “por los desvanes de los sueños rotos”, que podemos encontrar en la nieve, como esa “suela extraviada” o, al borde de un precipicio, como esa “navaja de afeitar”, fetiche de tantos compañeros de generación, putrefactos o no; objeto que Buñuel, el actor Luis Buñuel, elevó a icono intemporal por sajar con ella un ojo y permitirnos entrar en el subconsciente cósmico para que unos lo filmaran y otros lo soñaran y, luego, pudiéramos verlo hecho realidad en el lienzo de plata. El cierre de la película utilizando la navaja sobre el desnudo femenino bañado por las aguas es un ejemplo de elocuente iconicidad que resume con plástica sugerente el funcionamiento y la utilización de ciertos signos/símbolos en el lenguaje literario, pictórico y cinematográfico de una generación.
La imaginería creada por Aguirre en Dispersión de la luz se caracteriza por la complejidad iconográfica de cada plano; las formas arbitrarias o concretas elegidas para construirlos funcionan encadenadas y yuxtapuestas de modo que los haces de imágenes sugieren la dinamicidad del cosmos.
Los elementos antropomórficos funden con la vitalidad de un universo donde la muerte y los muertos no son excepción sino cotidiano discurso. El expresionismo, con sus más significativos referentes cinematográficos, la simbología nazi como recurso connotado de malditismo y perversión, la singularidad de una época donde la velocidad del automóvil puede ser más aplaudida que la Victoria de Samotracia, se enfrentan, se alternan, se suceden.
El bruñido discurso de Javier Aguirre conforma un poema audiovisual donde se funden un personalísimo texto literario con una original sinfonía lumínica.
Ficha técnico-artística
Título: Dispersión de la luz
Producción: Actual Films, 2006
Dirección: Javier Aguirre
Basado en la obra: Sobre los ángeles, de Rafael Alberti
Director de producción: José Luis de Damas
Montaje: Antonio Peláez
Director de fotografía: Víctor Tejedor
Música: Eduardo Polonio
Intérpretes: Cristina Marsillach y Rosanna Pérez Valls
Con las voces de: Teresa Berganza, Manuel de Blas, Mario Gas y Félix Grande.
(1) Rafael Utrera Macias es Catedrático de la Universidad de Sevilla en el departamento de Comunicación Audiovisual, Publicidad y Literatura. Investigador de la Historia del Cine Español y sus relaciones con otras artes. Autor y editor de diferentes libros, como Andalucía un siglo de fascinación: Basilio Martín Patino; Federico García Lorca, Modernismo y 98 frente a cinematografía; Katharine Hepbun, figura y genio de artista; Luis Cernuda, recuerdo cinematográfico; Azorín, periodismo cinematográfico; Las rutas del cine en Andalucía...