Dicen que en la economía del conocimiento los intangibles son un valor en alza. Nada banal en un momento tan crítico para
No les ocultaré que estos días he “flipado en colores” ante la pequeña pantalla. Ya sé que, pese a todo, era mejor eso que salir a la calle bajo un sol tan de rigor como el de este agosto. Así que con mi libro y mi botellita de agua, a la sombra, ponía la tele para contemplar el periplo del representante de Dios en
El planteamiento de la retransmisión ha sido meridianamente claro: a) argumento de viaje: la idea de tránsito es fundamental en la religión católica y, además, los telespectadores podían asociarla a sus presumibles vacaciones; y b) formato de teleserie: cada evento se retransmitía como un capítulo que obligaba a ver el siguiente para entender la trama.
Desde la llegada del papa a Madrid hasta la despedida, el protagonista tenía un set diferente y un ejército de figurantes voluntarios y voluntarias ataviados con vestimentas de vistosos colores. Sus caras en los primeros planos de la tele exhibían la alegría de estar ante algo sobrenatural. Eso sí, cuando algunos de estos rostros además hablaba, uno percibía que el sol agosteño había hecho estragos en sus neuronas.
La figuración se movía en grupo siempre tras la bandera de su país de origen. Así el comentarista, sin despeinarse ni aflojar su alzacuello, formulaba la observación inevitable sobre la procedencia del grupo. Si bien las imágenes sugerían que detrás de tanta fe ecuménica había no poco nacionalismo diferenciador. No obstante, los planos generales mostraban una estampa de la feligresía “multicultural”, porque el papa ama a todos por igual. ¿También a quienes en África morían de sed y hambre en esos momentos?
Cada capítulo narraba una celebración religiosa. Los oficiantes, con vestuario propio para cada ocasión, actuaban en decorados de cartón piedra interpretando su papel. Los blancos, amarillos, rojos o negros de sus indumentarias, permitía que las imágenes denotaran la jerarquía de cada cual. Así que cuando un personaje vestido de calle, aunque de etiqueta, entraba en escena ya sabías que acabaría hincando la rodilla en tierra. El Sr. Bono, no contento con el besamanos, repitió el gesto varias veces con reiterados cabezazos. ¡Cualquiera diría que es la tercera autoridad jerárquica de un Estado democrático!
El momento de mayor brillantez narrativa, sin duda, fue la retransmisión del vía crucis. El itinerario estaba jalonado de obras de arte de valor incalculable y propiedad de
Un relato audiovisual de tantas horas y para una audiencia no demasiado interesada en el trasfondo de la cosa aunque millonaria, debe contar con ingredientes dramáticos. Así que la narración introdujo antihéroes que provocaron momentos de enorme tensión. El principal antagonista de toda la serie fue el cósmico e inapelable calor durante el día y
A este hilo narrativo se sumaron otras acciones disruptivas que contribuyeron, si cabe, a darle más emoción al desenlace de la historia contada por TVE y Telemadrid. Ahí estaba la manifestación de los laicos contra la abusiva exhibición del poderío vaticano. La manifestación se aliñó con algunos altercados que, al intervenir la policía, entra en acción la intriga política. Y por si no era suficiente, el hilo narrativo se va complicando con las críticas del movimiento 15M, de gays y lesbianas e incluso de los pocos grupos progresistas que van quedando en esta iglesia de grandes eventos. Las referencias a las acciones antagónicas había que seguirlas a través de otros medios, pues la tele les dedicaba escasos segundos en los informativos y nada en los directos. Por cierto, ¿nadie les habrá dicho a los señores de RTVE y Telemadrid que son medios públicos de todos los españoles?
Pues sí, tan desproporcionado despliegue de medios para producir la señal institucional de la visita del papa, corrió a cargo de las corporaciones citadas. Éstas ponían los medios humanos y materiales para traducir en sonidos e imágenes la fe de los asistentes a las JMJ. Sin embargo, para la distribución nacional e internacional de la señal, se contrató a Overon (del grupo Mediapro). ¡Bueno, no vean la espuma que fluye en los blogs y foros ultras sobre este contrato! En uno de ellos, el menos cristiano, a mi entender, se dice que el Vaticano cedió al chantaje de Zapatero, pues éste recibiría al papa si la distribución de la señala institucional se le daba a los “amigos” de
Tampoco en estos blogs y foros, llenos de exabruptos, se hace ningún comentario sobre quiénes pagarán la factura del despliegue de medios exhibido tanto por RTVE como por Telemadrid. Precisamente dos corporaciones con unas finanzas en números tan rojos que se cuestiona su viabilidad. Bueno, sí, he oído en la radio decir a un obispo que también con el dinero de los impuestos que él paga, el Gobierno de Zapatero financia actividades como la manifestación laica aludida y los abortos. ¡Ni caritativos ni diplomáticos, qué vergüenza!
De todos modos de estas declaraciones tampoco hemos de hacer mucho caso, pues según la última oleada de Metroscopia (julio de 2011), la confianza que nos suscitan los obispos es de 3,1 sobre 10. Pero ojo, según esta misma encuesta, muy poca confianza más nos despierta tanto la televisión (4,1) como la iglesia católica (4,0). Entonces, ¿qué diablos hago yo hablando de unas instituciones en las que casi nadie cree ni confía?
Tras la narración del viaje queda una idea: la tele pública, una vez más, nos ha querido hacer comulgar con ruedas de molino. O quizá, se me ocurre, sus responsables querían congraciarse con la derechona haciendo ya campaña a su favor. Una derechona que se ve victoriosa y por eso despacha con el papa en la sacristía. ¿Se podrá hablar de algo serio en un habitáculo con tantas leyendas…?
Escribe Ángel San Martín