Escribe Juan de Pablos Pons
Recientemente he tenido la oportunidad de visitar en Barcelona la excelente exposición organizada por Caixa Forum titulada Chaplin en Imágenes (1). Se trata de una producción de NBC Photographie de París, con la colaboración de la Association Chaplin y la Cineteca del Comune di Bologna. El comisario de la exposición es Sam Stourdzé, autor también de los textos del muy recomendable catálogo editado para la ocasión.
Con un diseño pedagógico muy acertado, esta exposición presenta cerca de trescientos documentos, tales como fotografías, carteles, textos, artículos de prensa, comics o fragmentos de películas en algunos casos inéditos, que suponen una aproximación muy completa a este genial cineasta. Organizada en siete apartados o temáticas, permite conocer aspectos tan interesantes como el proceso de creación del personaje de Charlot; su caracterización y su lenguaje propios; su relación con las vanguardias; las dificultades padecidas con los sectores más conservadores en los Estados Unidos o su impacto en España. Esta exposición, por tanto, representa una gran oportunidad para recuperar y actualizar a este artista universal, especialmente para las nuevas generaciones, y confirmar su importancia en la evolución del cine en una etapa clave del mismo.
La bibliografía sobre Charles Chaplin es amplia y nos permite profundizar en el conocimiento sobre sus orígenes y avatares personales. Dichos orígenes han resultado ser decisivos en su evolución personal, su visión de la sociedad, y su capacidad para entender y transmitir sus valores y contravalores. Algo que es común a todos los mortales, pero que en su caso, dada su enorme proyección a nivel mundial, marca la diferencia. Es algo a destacar cómo el personaje de Charlot se hace mundialmente conocido en una época –inicios del siglo XX– donde la capacidad de los medios de comunicación para difundir sus mensajes era mucho más limitada que en la actualidad.
Charles Spencer Chaplin nació en el barrio londinense de Kennington el 16 de abril de 1889. Era la etapa final de la era victoriana. La revolución industrial ya se había implantado y las grandes ciudades atraían a sus fábricas a miles de trabajadores, gracias a su gran demanda de mano de obra. Charles Dickens había muerto hacía veinte años.
La familia de Chaplin estaba ligada al mundo del espectáculo y disponía de pocos recursos económicos. Su madre, Hannah Hill, era hija de un zapatero remendón y tenía familia de procedencia española. Era cantante y bailarina, y logró cierto renombre principalmente en la compañía de varietés de Gilbert y Sullivan. El padre, Charles Chaplin, era un judío de origen francés. Se trataba de un artista polifacético y actuaba en cafés y music-halls. Tenía una buena voz. Este tipo de trabajo mantenía al matrimonio frecuentemente separado. Chaplin declara en sus memorias no haber vivido nunca con su padre y su madre juntos. Hannah aportó de un matrimonio anterior otro hijo llamado Sydney.
Mi autobiografía de Charles Chaplin (Editorial Debate), es un testimonio de primera mano sobre su peripecia vital, aunque algo complaciente. De la lectura de este libro podemos obtener algunos datos de los primeros años de vida del pequeño Charles, aunque es un periodo que resulta algo brumoso, en el sentido de que hay referencias que parecen proceder más de la fantasía del personaje que de la propia realidad. Mi padre. Charles Chaplin (Seix Barral) es otro libro autobiográfico imprescindible por ser una fuente directa. El historiador español Manuel Villegas López publicó en 1989 una excelente biografía, reeditada en 1998 y titulada Charles Chaplin. El genio del cine (Editorial JC), donde describe detalles de interés sobre los primeros años de vida del artista y analiza las principales claves de su evolución posterior, aportando sugestivos análisis y consideraciones.
Charlie Chaplin empezó a actuar en el escenario desde muy pequeño en compañía de su familia, ya que había mostrado unas dotes asombrosas para el baile y la mímica. Años después, su hermanastro Sydney entró a formar parte de la Troupe de Karno. Un día le habló a este productor de su hermano pequeño, de quien aseguraba, tenía más talento que él mismo. El joven Chaplin tenía por entonces 16 años. Las compañías de Karno ofrecían muy variados géneros, aunque su punto fuerte era la pantomima, derivando en el slapstick, un género de comedia que implica una gran gestualidad y la exageración de la violencia física en clave humorística. Las carreras, las caídas, las persecuciones, las bofetadas, etc., eran los elementos con los que se construían historias sencillas y con un gran efecto cómico. Karno encontró a Chaplin, según sus propias palabras "triste, demasiado joven, retraído, nervioso y débil" para el tipo de comedias que iba a tener que hacer. Fue gracias a su hermano Sydney por lo que consiguió entrar en la compañía.
En marzo de 1909, con la Compañía Karno, Chaplin actúa en París, donde interpreta el papel de borracho en el espectáculo Una noche en el music-hall inglés. Será en París donde vaya por primera vez al cine y pueda admirar a Max Linder, al que consideraría desde entonces su primer maestro.
De vuelta a Londres, Fred Karno decide enviar su compañía a Norteamérica. Y allí irá por primera vez Charles Chaplin en septiembre de 1910. Ve, junto con sus compañeros, en un nickelodeon, una de aquellas películas cómicas que tenían tanto éxito. En 1912, la compañía Karno emprende otra gira por Estados Unidos. Esta vez, el cine y Chaplin van a encontrarse. El productor Max Sennet, hasta entonces en la Biograph de Nueva York, funda su propia compañía, la Keystone Film Co, y se traslada a Los Angeles. Un día, a principios de 1913, en el Pantage’s Theatre ve una representación de Una noche en el music-hall inglés. El joven Charles Chaplin le llama poderosamente la atención, de modo que le ofrece un contrato para trabajar con él.
Sus primeros papeles eran una especie de composición importada del teatro de variedades inglés, con las limitaciones características de las comedias de la Keystone. La gran capacidad mímica de Charles Chaplin y su enorme dominio de la expresividad facial le abren paso una vez que incorpora sus legendarios atributos a su personaje: una chistera raída, el bastón, el bigote, el bombín, unos enormes zapatos y una peculiar manera de andar. El 16 de enero de 1914, Chaplin, que entonces contaba con 24 años, interviene en su primera película: Charlot periodista, dirigida por Henry Lehrman. A lo largo de ese mismo año participa en 35 cintas de la Keystone. En diciembre, no renueva su contrato y pasa a trabajar para la Essanay Film Manufacturing Company.
Fred Karno aseguró más tarde que el mismo modo de andar de Charlot fue usado por primera vez por otro de sus cómicos, Kalter Graves. Con esa vestimenta que le haría famoso, y de manera casual, pues no estaba previsto, Chaplin hizo su segunda película, Kid auto races at Vence (Carreras sofocantes), en la que aparecía tratando de que una cámara de cine que estaba rodando una carrera de coches le tomara a él, interponiéndose continuamente ante el objetivo para desesperación del cameraman. Cuando Sennett vio los rollos de la película decidió que lo que había visto le gustaba, pero seguía insistiendo en el tipo de comicidad que era marca de la casa.
Finalmente, Sennet le permitió rodar una película con más autonomía, con la supervisión de Mabel Normand. Caught in a cabaret fue ese filme y dio origen a una colaboración de varias semanas, hasta que Sennet confió definitivamente en las posibilidades del cómico inglés. Al prolongar la duración de sus cintas, Chaplin conseguía un mayor rigor en la construcción de las historias. Desde el primer momento manifestó un gran interés por conocer y dominar todas las facetas técnicas del cine, como el manejo de la cámara, la planificación, el proceso de montaje, etc.
Con su paso a la Essanay, Chaplin cambió la soleada California por Chicago. Allí encontraría también a nuevos colaboradores, algunos de los cuáles, como el operador Rollie Totheroh, permanecerían con él durante más de 30 años. En una fiesta conoce a la que sería su amiga durante años, Edna Purviance, a quién mantendría de por vida. Secretaria de un industrial, Chaplin la hizo contratar. Edna, cuya economía de gestos era muy moderna para aquella época, aparecería por primera vez en Charlot trasnochador.
La gran mayoría de las películas que hizo para Essanay están magistralmente construidas. En Charlot vagabundo utiliza por vez primera elementos dramáticos, introduciendo ese sentido tan chaplinesco del melodrama.
La combinación de comedia y tragedia en una misma historia, como la vida misma, en una propuesta coherente y sin solución de continuidad, es una de las principales aportaciones de Charles Chaplin al cine. Su personaje suele terminar derrotado en sus peripecias de vagabundo. Al final de las mismas, Chaplin se aleja por un camino polvoriento. Aunque triste, Charlot afirma así su libertad. Vuelve a haber un sentido en la vida, el camino está por delante.
Heredero del teatro popular, de la comedia del arte, Chaplin integra los elementos de la narración cinematográfica e inventa un lenguaje moderno en el que el cuerpo, como elemento central de la expresión, comunica a los espectadores un sinfín de reacciones, sentimientos, estados de ánimo, etc. Tal como escribe Sam Stourdzé en el catálogo de la exposición que hemos citado más arriba: “Charlot sustituyó la máscara de la infamia por la del romanticismo y la melancolía: el pequeño vagabundo veía la luz. Lo burlesco, siempre en el centro del dispositivo, osciló a partir de entonces entre la comicidad y el pathos. A medida que configuraba la psicología de su personaje, Chaplin construyó sus intrigas, reforzó la tensión narrativa e introdujo el sentimiento amoroso. (…) La patanería dejó lugar al sentimiento. El romance, aunque raras veces favorable al protagonista, articulaba el guión la historia. La compasión irrumpió en el registro sentimental, que pasó a unir al público con el actor”.
El éxito fue abrumador. Cuando finalizaba su contrato tuvo una propuesta de ampliarlo con una participación en las ganancias y la garantía de un mínimo de 500.000 dólares. Pero Chaplin, aconsejado por su hermano Sidney, no aceptó la renovación. El 26 de febrero de 1916 firmó un nuevo contrato, más favorecedor para sus intereses, con la Mutual Company. El 27 de marzo Chaplin empezaba el rodaje de su primera película para la Mutual, Charlot, encargado de bazar. Algunos nuevos compañeros se habían unido a la "troupe", El gigante Eric Campbell, Albert Austin, Lloyd Bacon y, posteriormente, Henry Bergman. Chaplin empleó 18 meses en realizar las 12 películas previstas en su contrato. Para una película como El emigrante, rodó 12.000 metros de película, con un método de trabajo extremadamente meticuloso, quedando reducidos en el montaje final a poco más de 600 metros.
La serie de filmes para la Mutual marca la evolución definitiva del arte de Charles Chaplin. Aparecen ya las obras maestras cómicas, como Charlot en el balneario, Charlot prestamista, El emigrante o Charlot, músico ambulante, donde se consolida definitivamente el lado trágico que ya había podido verse en Charlot vagabundo. Es a partir de las películas de la Mutual cuando el personaje de Charlot adquiere toda su densidad, esa mezcla de comedia y drama, de pragmatismo e idealismo que hizo de él, definitivamente, un personaje universal.
Durante la Primera Guerra Mundial, Chaplin hizo un corto de propaganda para vender bonos de guerra, una película llena de alegorías que más bien parece un poema surrealista. El corto se llamó The Bond. Inmediatamente después, en 1918, haría Armas al hombro, donde proyectaba sus puntos de vista pacifistas.
Griffith, Mary Pickford, Douglas Fairbanks, Charles Chaplin y William S. Hart (que al final rehusó), decidieron fundar la compañía United Artists en enero de 1919. Después de desechar la idea de hacer un filme sobre Napoleón (siempre desde una óptica puramente chaplinesca) se decidió por rodar Una mujer de París, en 1923, película que Walter Benjamin no dudó en calificar como "acta fundacional del arte cinematográfico".
Fernando Trueba, en su Diccionario de cine, escribe a propósito de este filme, el único que no interpretó: “fue una película clave en la evolución del lenguaje cinematográfico, un melodrama subversivo –para la época—que fue prohibido en varios estados americanos. Lubitsch al verla cayó del caballo deslumbrado como san Pablo y tuvo una influencia decisiva en su carrera. Quizá se trate de la primera película adulta de la historia del cine, no sólo por poseer un cinismo insólito para la época, sino por su madurez narrativa”. Pero a pesar de ser un rotundo éxito de crítica, la respuesta del público fue más bien tibia. Frustrado, Chaplin retiraría la película, que sería imposible de ver durante más de medio siglo.
Para retomar el curso de su carrera decidió hacer "una película épica". Esa película sería La quimera del oro. Una inhóspita Alaska en plena fiebre del oro da ocasión a Chaplin para realizar una de sus grandes obras que además tuvo un impresionante éxito de público. Con el paso del tiempo, Chaplin la consideraría su película preferida.
Los años que siguen a continuación son de plena madurez creativa, de manera que entre 1925, fecha del rodaje de La quimera del oro, y 1952, en la que filma Candilejas, Charles Chaplin ofrece, una tras otra, maravillosas obras maestras. En su primera ceremonia de los Oscar, el 16 de mayo de 1929, la Academia de Hollywood concedió a Charles Chaplin una estatuilla especial por su versatilidad en escribir, interpretar, producir y dirigir El circo, un excelente filme quizás no suficientemente valorado. El melodrama Luces de la ciudad, quizás la sublimación de todo el arte chaplinesco, es un prodigio de fluidez narrativa y de las más complejas emociones. Película hecha a contracorriente, deliberadamente muda, demuestra al mundo de lo que era capaz el arte de la pantomima, del gesto. Luces de la ciudad es toda una auténtica lección de cine. Sergei Eisenstein recuerda, emocionado, en sus memorias, cómo Chaplin le hizo una exhibición privada en su casa de la película, con él mismo tocando el piano.
Después, vendría Tiempos modernos, en la que compartía protagonismo con su nueva compañera sentimental, la bella Paulette Goddard. Es una lúcida, hermosa y dura sátira de la era industrial, mostrando como el individuo es aplastado por el sistema de producción, y en la que el amor y el ser humano aparecen como las únicas escapatorias posibles en un mundo cada vez más despiadado. Recién comenzada la Segunda Guerra Mundial, la inequívoca toma de posición que es El gran dictador, última aparición de Charlot, proyecta su visión sobre las dictaduras y el militarismo como una opción política nefasta.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, e inspirada en una idea que le proporcionó Orson Welles, Chaplin rodó una durísima comedia negra, Monsieur Verdoux, sobre un encantador estafador y asesino de viudas que cuando era detenido, juzgado y condenado, hacía una lúcida reflexión sobre cómo la sociedad ve de manera diferente el hecho de matar en masa o matar de maneras individual. En esta película queda bien patente la visión que Chaplin tiene de la moral de una sociedad hipócrita, que a nivel personal ha venido atacándole durante mucho tiempo por sus ideas, consideradas “propias de comunistas” y por su vida privada “poco ejemplar” lo que, en definitiva, le hará tomar la decisión de marcharse de los Estados Unidos.
Candilejas, su última película para la United Artists, es una historia pesimista que toma el personaje del payaso triste y acabado que muere en el escenario mientras actúa, y en la que incorpora a su “rival” cinematográfico Buster Keaton en un pequeño papel, para proponer lo que muchos especialistas consideran su testamento cinematográfico. Su filmografía se cierra con Un rey en Nueva York y La condesa de Hong Kong que rodó siendo ya octogenario. Ambas son producciones británicas rodadas respectivamente en 1957 y 1967 cuando el gran artista ya residía en Europa.
Charles Chaplin vivió todavía una década en su refugio de Vevey (Suiza), rodeado de su extensa familia. En 1972 aceptó un breve retorno triunfal a Hollywood, para recibir un Oscar por la totalidad de su obra. Falleció en diciembre de 1977, después de haber rodado casi noventa películas. Charles Chaplin inventó un lenguaje propio que todo el mundo podía comprender, y cuyo mensaje se hizo universal. Su influencia ha sido inmensa y su conocimiento por parte de las nuevas generaciones de amantes del cine es imprescindible.
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