Se puede tratar cualquier tema con una sonrisa
Santiago Segura vuelve al cine con Padre no hay más que uno, en la que ejerce el papel de director, actor y guionista. Tras la exitosa Sin rodeos (2018), el creador de la saga Torrente nos presenta una comedia familiar, apta para todos los públicos, sobre un padre que tiene que encargarse de la gestión de las tareas de la casa y de sus cinco hijos mientras su mujer se va de viaje durante una semana. Habitualmente dedicado a su profesión mientras su mujer se ocupa de la casa y de los hijos, el reto se convertirá en una experiencia que transformará su vida.
Dentro de los Preestrenos de Cine Español del Festival de Cine Antonio Ferrandis, organizado por el Ayuntamiento de Paterna y los cines Kinépolis —que tienen como objetivo consolidar la conexión entre Valencia y los principales nombres que integran el cine español a través de preestrenos y presentaciones especiales—, se realizó el preestreno de Padre no hay más que uno, que llega a los cines de toda España el 1 de agosto de 2019.
Para acompañar la presentación de la película tuvimos ocasión de entrevistar a Santiago Segura en un junket conjunto con parte de los medios presentes. Estas son algunas de las consideraciones que fueron surgiendo sobre los diferentes aspectos de Padre no hay más que uno.
La película es una comedia familiar que, a su vez, habla de la importancia de compartir tareas en casa y educar a los hijos.
La película es una diversión, un entretenimiento, es una risa, y yo siempre he pensado que en la comedia se pueden decir todo tipo de cosas, incluida la crítica social, que si entra con una risa entra mejor.
Es un homenaje a las madres, a nuestras madres, que han trabajado sin nómina, sin ningún reconocimiento y han hecho un trabajo importantísimo y muy poco reconocido. Y ahora nos tenemos que dar cuenta que ya no puedes decir «si yo ayudo en mi casa»: cómo que ayudas en tu casa, sí es que es tu casa, el 50 % de las tareas del hogar es tu misión.
Tras tus películas de Torrente, en Sin rodeos ya denunciabas la situación de la mujer, quizá en aquella película el humor era más negro y en ésta es un humor más familiar.
A mí me encanta el humor. En Torrente, por mucho que la gente no quisiera verlo, había una crítica social brutal, de cómo somos, de cómo es el país, quizás más en la primera y en la segunda; luego ha derivado más hacia el cine de género porque me gusta mucho el cine de género, de tal forma que aprovechando la comedia puedo hacer una película de atracos o una película de cárceles, géneros que yo no hubiera podido hacer por temas de presupuestos, pero que gracias al personaje de Torrente los he podido hacer. Pero el cine familiar siempre me ha interesado, la comedia de los 80 y 90 en EE.UU., esas que sales con una sonrisa de oreja a oreja.
La película Sin rodeos es una especie de comedia romántica actualizada y que sí tiene que ver mucho con estos temas. Yo decía que es una película feminista porque la protagonista es una mujer, pero cualquiera se puede sentir identificado porque planteaba el hecho de quererte más a ti mismo y plantarte cuando la sociedad y todo tu entorno te está machacando.
Se puede tratar cualquier tema con una sonrisa. El cine social me encanta, pero los mensajes, por favor, con vaselina. Si veo una película que me está intentando predicar o adoctrinar me da un poquito de rechazo, por ese adoctrinamiento. En esta película te puedes reír y salir tranquilamente del cine o puedes darle una vuelta y pensar que es verdad que hay algo más.
¿Te ha costado adaptarte a ese esquema de cine familiar?
El reto era que se tenían que reír los padres y los niños. No puede ser que guste solo a las madres, porque entonces no es una película familiar. En los pases previos que hemos hecho los niños disfrutaban también. Además, hábilmente hemos metido a Martina que es una influencer impresionante, una youtuber con más de tres millones de suscriptores, que yo siempre le digo: «Martina, con que nos mandes la mitad de suscriptores al cine, arrasamos».
Luego esta Luna, que es una niña impresionante, y Carlitos, que no había hecho cine hasta ahora pero que yo le veo como el Macaulay Culkin español. yo se lo decía y él contestaba: «¿Quién? Bueno tú no lo sabes, pero es un niño muy bueno»… O sea, que es un elenco potente de comedia.
¿Cómo has gestionado este reparto infantil que abarca diversas edades?
Con cariño, con un tutor, trabajaban cuando tenían que trabajar y luego iban a la sala de juegos donde estaba el tutor y seguían con sus lecciones, porque cada tenía que seguir su trabajo escolar. Por ejemplo, mi hija la mayor me decía: «Papá, yo es que si la película no es en verano no puedo hacerla porque quiero ir al colegio». Al final la hizo de milagro porque es muy responsable. Le preguntan: «¿Tú quieres ser actriz?». Y ella responde: «No, no, esto es una experiencia muy bonita pero yo quiero ser médico». La pequeña es lo que no sabemos qué quiere ser, menos ir al colegio lo que haga falta. Está muy poco a favor del colegio, me recuerda a mí. Yo era un niño que odiaba el colegio con toda mi alma.
La elección de Calma y Sirena, tus dos hijas, ¿ha sido premeditada o no encontrabas a alguien en el casting que respondiera a los personajes?
Cuando estábamos escribiendo el guión con Marta González de Vega, yo le decía: «Es que esto, la mayor, es mi hija, y lo mismo con la pequeña; lo estamos escribiendo y son como ellas». Podía meterlas, pero no quería que fuera un rollo de nepotismo, entonces hicimos el casting de gran cantidad de niños y metí a mis hijas, y lo contrastamos con Sony, con los coproductores, porque yo quería que ellos lo aprobaran. Hay mucho de ellas en la película.
Has nombrado a Marta González de Vega, que ya estaba en el anterior guión de tu película, ¿qué es lo que te aporta ella en una película que controlas mucho (actor, dirección, guión)?
Me da una visión porque es buenísima. La mayoría de gags divertidos que hay en la película son suyos. Me ayuda mucho. Sinceramente, la escritura de los cinco Torrentes ha sido un infierno por esa cosa de no tener una pared, un frontón.
Con Marta, ella me dice algo y yo me río, le digo yo algo y se ríe ella o dice: «Eso no». Es un feedback que no tenía yo hasta entonces. Cuando encuentras a alguien que comparte tu sentido del humor es muy importante.
A mí es que no me hace reír casi nada, yo soy muy vago, si mañana me mandaran un guión que me descojonara lo haría. Pero normalmente intento generar mis guiones porque no me hace gracia lo que escribe la gente, y lo que escribe Marta es muy gracioso. A mí me aporta mucho y mientras no se escape seguiré trabajando con ella. Lo que pasa es que ella tiene un libro suyo, De caperucita a loba en seis tíos, que se ha hecho en teatro, y estamos planteando la posibilidad de hacerlo en cine. Entonces se convertirá en directora y espero que me dé un papelillo, por lo menos...
Has comentado que la referencia de esta película es La gran familia.
Más que referencia es una inspiración en cuanto a que yo digo que es una película que si te has dado cuenta no tiene una gran trama argumental, sino que es un mosaico de pequeñas anécdotas cotidianas. Esa cotidianeidad me gustaba mucho porque luego pasa el tiempo y piensas en cómo vivía yo, qué vestía, qué pasaba, los chats de madres, y todas esas cosas de ahora. Creo que dentro de 20 años estará bien que hayan sido retratadas.
Los padres pueden empatizar con cosas de los padres, las madres con las de las madres, en el cine habrá muchos codazos de las madres a los padres, los niños se reirán, y de alguna forma si te identificas y te puedes reír, la podrás ver dentro de 20 años y que te traiga buenos recuerdos. En ese sentido hablaba de La gran familia, que yo la sigo viendo todas las Navidades y es que me emociono. Se pierde Chencho y me disgusto igual…
Lograr hacer una película de risa y emotiva me parece un milagro. Yo lo he intentado, pero es complicado, y el tiempo es el que decide si esa película llega a algún sitio o se va al olvido directamente.
Escribe Luis Tormo