“Lo único que podemos ofrecer al público es nuestra diferencia”
Con 22 películas a sus espaldas y éxitos como El porqué de las cosas (1995), Morir (o no) (2000), Anita no pierde el tren (2001) o Food for Love (2002), Ventura Pons (Barcelona, 1945) atraviesa una etapa repleta de celebraciones. Al estreno de su última película se suman el 25 aniversario de su productora Els Films de
Poco aclamado en España pero orgulloso de su diferencia, Pons exhibe satisfecho un sello de autor que vuelve con Mil Cretinos y en compañía de una de sus manos escribientes más asiduas, Quim Monzó (Barcelona, 1952). Ventura Pons ha recibido a Encadenados después del pre-estreno, en la sala de proyección ya vacía de la presencia de actores que, como Joan Crosas, Francesc Orella y Clara Segura, han encarnado su coro de cretinos.
Hoy Mil cretinos ha tenido su primer público, ¿qué sensación le queda?
¿Público? ¡Los críticos y los periodistas sois el público más peligroso del mundo!
En eso tiene razón…
Estoy contento, creo que ha gustado, y mira que no las tenía todas. Por el mundo suele irme muy bien, pero en Barcelona el último estreno (A la deriva, 2009) fue un desastre. Sólo puedo decir que hacer la película ha sido un placer. Estoy muy contento de que Quim (Monzó) me haya dado de nuevo su confianza y creo que he tenido una buena idea narrativa y unos intérpretes con una complicidad extraordinaria. Tenemos unos actores muy buenos, y eso es un lujo. Ojalá lleguemos al público en un momento como éste, que dicen que es tan importante para el cine catalán.
Con Mil Cretinos se comenta que el Ventura Pons más genuino está de regreso. Una película coral y textos de Monzó.
En el verano de 2009 tuve la idea de cómo estructurar una película con materiales muy parecidos a los de El porqué de las cosas, pero que no tuviese nada que ver. De hecho, la película contiene nueve cuentos: siete son de Mil cretinos y dos de El porqué de las cosas.
El porqué de las cosas es una de sus películas más recordadas. Mil cretinos nos remite directamente a ella. ¿En qué diferencia este proyecto del anterior?
Yo creo que esta película no se le parece en nada. Se me ocurrió a partir de lo que me provocaron los nuevos cuentos de Quim. La primera vez que leí Mil cretinos pensé, ¡cuánto ha cambiado el cuento, desde la última vez que trabajamos juntos! ¡Qué interés temático tan distinto!
La decrepitud y la muerte están presentes en la obra, ¿qué hace de esos cretinos suyos algo tan divertido?
Más que de la muerte, creo que se habla del final. En esa primera lectura me gustó mucho la última parte, La llegada de la primavera, la historia de los padres del autor, dos ancianos en un geriátrico que interpretan Joan Borràs y Carme Molina. Ese cuento me afectó mucho. Luego lo volví a leer, y me hizo gracia, le encontré el humor.
Y a partir de ahí quise intentar punzarle la ironía, que es un ingrediente principal en la observación del mundo propia de Quim. La base de todo es el privilegio de poder contar con unas historias como las que nos ofrece un autor como él. Quim es muy bueno, sus historias son siempre estupendas y me parecen brutales, impresionantes. Soy muy amante de su literatura, llevo treinta de sus cuentos adaptados, pero quedan setenta todavía vírgenes.
Parece una película muy lúdica. ¿Su rodaje también lo fue?
He hecho cosas que creo que no se volverán a reproducir en mi vida. Por ejemplo, toda la parte histórica. La idea era rodar esa parte de ironía sobre los cuentos populares como si fuera cine mudo. Hice un master en cine primitivo. Estuve mirando cómo eran los primeros, Meliés, los decorados pintados, y busqué fuentes de escenografía y bocetos del siglo XIX y principios del XX, que se hacían en Barcelona, en el Liceo. Los digitalizamos con un acuerdo con el Institut del Teatre y los restauramos. Esta parte del rodaje fue muy interesante, muy bonita y emotiva, pero no lo haré nunca más.
¿Cómo se le ocurrió insertar esta parte de época?
En todos los libros de cuentos de Quim hay alguna parte de época. Tras el éxito de El porqué de las cosas pensé que podríamos hacer un porqué… histórico. No lo hice, pero supongo que esa idea me quedó. Por eso creo que esta película es mucho más monzoniana que la anterior.
Su película lleva el subtítulo: “9 cuentos de Quim Monzó adaptados al cine por Ventura Pons”. Prácticamente una co-autoría.
Creo que eso era la base para hacer la película, porque lo básico es que las historias sean buenas. Contarlas de una forma que no fuese demasiado símil a la película anterior que hicimos, y contarlo de esta manera concreta, utilizando tres niveles narrativos: lo contemporáneo, lo histórico, y el tiempo del autor. El personaje final del autor es Quim, pero también soy yo. Y la gente de alrededor es gente de aquí, que conocemos y que es como nosotros. Los personajes que se ha inventado al final tienen un sentido, él tiene una comunicación con ellos, y yo también.
Usted es célebre por disponer siempre de actores estupendos que a menudo dirige en películas corales. Mil Cretinos tiene más de veinte actores. ¿Qué se siente cuando todos ellos le dan tanto?
La posibilidad de tener a los actores que he tenido ha sido un privilegio. Se entregaron todos en cuerpo y alma, y con un trabajo muy difícil. Normalmente construir un personaje requiere un cierto tiempo y la verdad es que por la propia estructura de la película los trabajamos muy pocos días.
Para mi el placer de trabajar con los actores es tremendo, una parte importantísima del cine. No la que más quizás… pero una de ellas. Para que una película funcione no puede fallarte ninguna de éstas tres partes: la historia, lo que explicas; el concepto narrativo y con quién lo cuentas. Creo que ésta película los cumple los tres.
El estreno coincide, además, con la publicación de sus memorias.
Si, ha sido una coincidencia. Ocurre que los guiones siempre los escribo en verano, pero éste año estaba muy enfadado, porque no me gusta nada la deriva de muchas cosas y el mundo del cine está muy complicado. Así que como tengo el vicio de escribir… Había hablado con mis sobrinos de ciertas anécdotas familiares, divertidas. Vengo de una familia donde nunca se hablaba de nada. Recuperando recuerdos con ellos, empecé a escribir, recordé mi época de teatro, sobre todo, y la vivencia intensa de los años 70 que tuvimos los de mi generación. En el libro hablo poco de mi cine. De mi cine ya he escrito y ya han escrito bastante.
Joan Crosas, uno de sus protagonistas más veteranos, dice que en sus rodajes se trabaja muy bien porque es un usted un hombre de teatro. ¿De qué sirve el teatro cuando se hace cine?
Sirve para conocer a los actores y para saber cómo trabajar con ellos. Pero para mi, ante todo, sirve para lo que se llama la disciplina del texto.
La renovación del cine viene siendo del teatro, porque la dramaturgia va mucho más avanzada en contenidos. Sam Mendes, Stephen Daldry, Bergman, Visconti… Los cineastas que vienen del teatro tienen una disciplina por el texto que yo comparto, un placer por contar historias con más contenido que la gente que es más de cine. Con todo, yo me considero de cine, tengo 22 películas y soy director.
Hemos oído que ya lleva usted más de 600 festivales.
Exactamente 602. Me han hecho retrospectivas en todo el mundo. En Londres, en Nueva York, en Buenos Aires, Estambul…excepto en Barcelona.
Dicen que no se es profeta en la propia tierra…
Una vez Bertrand Tavernier me dijo: “No te preocupes, a mí en París me pasa igual”. Mira Woody Allen, que es un exiliado económico de Estados Unidos…
De todas formas, es difícil imaginar su cine lejos de Barcelona o de lo que ésta significa.
He hecho algo, fuera de aquí: Food of Love, por ejemplo. Pero es verdad que las que mejor me han ido, las más satisfactorias, han sido las películas catalanas. Son las que me han permitido explicar mejor mi verdad. Mi sustancia la encuentro en Quim Monzó, en Benet i Jornet, en los poetas de aquí… es mi lengua y mi cultura, mi ciudad y mis actores. Y los actores cuando hacen textos que idiosincráticamente son suyos, están mucho mejor.
Usted ha optado por la adaptación literaria en un momento en que fenómenos como Pa negre están arrasando.
En Cataluña hay una capacidad fabuladora fantástica, y unos autores extraordinarios. Las relaciones entre cine y literatura son las que han existido durante cien años de cine, aunque luego no lo veamos con buenos ojos porque somos un poco provincianos y a veces sólo aceptamos lo que ya viene bendecido desde fuera.
Estoy muy contento con el éxito de los compañeros, porque el éxito de los compañeros también te favorece a ti. Tenemos que tirar adelante todos juntos.
La autogestión es muy importante en su obra. ¿se considera un artesano?
Sin duda. Los directores de cine somos artesanos. Hay una parte de arte, pero otra parte de oficio que es muy importante. El cine es un arte industrial, y por lo tanto una industria artística. Pero no me he inventado nada, la historia del cine, desde los inicios, mantiene la figura del director productor, desde los Lumière y Méliès.
En un proyecto ideal, ¿qué actores se llevaría?
Los que necesitase. Es que tengo la suerte de tener siempre las primeras opciones. Si pago, vienen. Saben que me implico con ellos de una manera total.
Se nos olvidaba felicitarle por el 25 aniversario de su productora, Els Films de
Mi productora ha sido la base de mi independencia y de poder hacer éstas películas. Debo decir que cuando hice El porqué de las cosas nadie creyó en ella, y ocurrió lo mismo con películas que luego tuvieron un gran éxito internacional, como Caricias (1998) o Amigo/Amado (1999). Hice mi productora hace 25 años para poder trabajar y hacer lo que me viniera en gana en todo momento. Vengo de una época en la que una película en catalán podía aspirar a medio millón de espectadores. En los años me he sentido muy solo, adaptando a Foix o a Riba, pero creía en las cosas. Luego me iba a Tokio, a Los Ángeles o a Sidney, y funcionaba.
Ahora las cosas se pueden animar. El otro día en la ceremonia de los premios Gaudí se dijo algo maravilloso: que estamos en un momento muy importante porque el cine es una de las últimas cosas por normalizar dentro de la cultura catalana, y estoy absolutamente de acuerdo. Estoy contento de que ahora las cosas vayan bien, ésta película está en ése ánimo y espero que también contribuya al encuentro con el público. Al fin y al cabo, el cine es lo que más me gusta y mi oficio es contar historias, pero lo único que podemos ofrecer a la gente es nuestra diferencia, nuestro gusto por hacer cosas propias.
A la salida charlamos con algunos de los actores. Saludamos al veterano matrimonio Borrás-Molina, que en el film interpretan a otro matrimonio octogenario que decide poner fin a su vida en un asilo. Carme Molina, que con su sentido del humor ha dado un color irreproducible al encuentro, ríe mientras nos cuenta que al aparecer ella en pantalla, un espectador ha salido de la sala. “To be or not to be”, dice, contagiándonos su alegría. Joan Borràs le tira cariñosamente del brazo, quieren retirarse a descansar antes de la fiesta del aniversario de la productora, que se celebra por la noche. Clara Segura, que debuta con Pons, no lamenta la brevedad de su papel: “Éste tipo de intervenciones invitan al espectador a fijarse que los gestos y los detalles también contienen aromas que en las historias largas pasan desapercibidos”. La gratitud de los intérpretes se respira en el ambiente. Todo apunta a que ha sido un proyecto alegre y disfrutado por todos “El ambiente en los rodajes de Ventura siempre invita a repetir”, nos dice Joan Crosas. Quim Monzó ha venido a apoyar, pero deja el protagonismo a la gente del cine. “Voy poco al cine, porque la oferta me satura. Recuerdo con nostalgia la época en la que sabía cuántos canales de televisión tenía mi mando a distancia”. En cuanto al fondo pesimista de Mil Cretinos, no duda: “Es evidente que el final de la vida es algo que se está alargando de modo peligroso. Cada vez habrá más relatos sobre la decrepitud”. De la adaptación, está contento, “La película es de Ventura. Es una tontería que un autor de cine se plantee la fidelidad a una precuela literaria, es absurdo”. Pons ha alcanzado a decir: “Pues mira que en tu libro todavía vi dos películas que me gustaban…pero claro, no podía ser”. Monzó niega con la cabeza: “No, hacer películas de cuatro horas ya no está de moda”. Ventura Pons: “¿Moda? ¿Eso qué es?”
Escribe Marga Carnicé