Artistas y modelos
El cine cada día va peor y junto a ese caminar hacia
ninguna parte, los críticos, o los que dicen hacer críticos,
se muestran también vacilantes. Directores, guionistas
y (vuelvo a insistir) hasta los mismos críticos tratan
de recuperar tiempos perdidos realizando (y descubriendo) nuevas
y novedosas películas repletas de originalidad y de trascendencia.
Hay realizadores que parecen destinados a eso, ser originales,
y críticos que parecen dispuestos a testificar sus gracias
(las de los engreídos realizadores).
¿Y a qué viene tal prólogo a la última
película de Altman? Pues simplemente para constatar tanto
un hecho como para posibilitar la comparación de este (maravilloso
y excelente) filme con otros que actualmente se emanan con él
ejemplarizando lo dicho (y lo contrario que refleja Altman). De
rebote la propuesta sirve para realizar una reflexión sobre
el crítico que parece dispuesto a aclamar (pero nunca desde
un profundo análisis) la brillantez de unas películas,
cuyo único valor está en su intento de ser novedosos
en la forma de contar. Como si eso fuera un mérito... Lo
sería si detrás de todo ello no hubiera otra cosa
que la nulidad (o el abismo) más absoluto.
Es el caso de títulos tan "importantes" como
Dogville (o la mayoría de ese niño travieso
que es Lars von Triers) o 21 gramos (hasta dónde puede
llegar Alejandro González, con pavor, nos lo insinúo
en su corto incluido en 11/09/01) hinchados ambos con imágenes
huecas pero altisonantes. Filmes ambos de discursos (y nunca mejor
dicho) vacíos, con personajes inexistentes y alargados
al máximo. Si Dogville se asienta (su falsa grandeza)
en una escenografía novedosa, 21 gramos se esconde
(la inexistencia de una historia sólida) en un juego circense,
una especie de puzzle que el espectador (si es inteligente, supongo
que al decir del realizador) debe recomponer. Se trata en ambos
casos de títulos que nunca entenderán el cine como
sugerencia sino como subrayado. Se trata de poner y poner imágenes
que dicen (y repiten) muchas cosas.
Pues bien, el filme de Altman es todo lo contrario a esos
títulos. Lo normal será que aquellas personas (y
críticos) que aman (si son dignos de ser amados) aquellos
filmes se vean imposibilitados para amar este tan escasamente
importante (sobre el papel), tan negado a discursear y asentado
en la mayor de las sugerencias. Altman da, en su estructura y
sentido, una lección de contar y de explicar. Una obra
abierta que nunca explica lo que vemos, solamente expone. No demasiado
original en un planteamiento tan simple como el de mostrar la
creación de un espectáculo artístico. En
este caso el de un ballet, pero podría ser el de elaborar
una película o preparar una obra de teatro. Lo mismo daría.
Altman dice que se le ocurrió The Company cuando
vio algunas de las (muy interesantes) películas que Carlos
Saura había realizado sobre el mundo de la danza (Tango,
Sevillanas, Carmen...). Es de agradecer que un clásico
de cine, con casi ochenta años de edad, con una obra sólida
(si se quiere discutible) sea capaz de reconocer que su punto
de partida es otra obra. Alguien que no tiene que dar explicaciones
a nadie de lo que hace plantea una hermosa cura de humildad. Pues
bien, partiendo de la libertad, si se desea por palabras, de las
películas de nuestro realizador, Altman ha construido un
filme amplio, hermoso y repleto de sugerencias sobre la vida y
el arte.
Habría que visionar, por ejemplo, Fama de Parker
para comprobar la diferencia que existe entre el acercamiento
de un realizador y otro a la preparación de unos bailarines.
Aquí todo está medido. Un comienzo y un cierre perfecto
nos adentra en el espectáculo. La película que vemos,
en el inicio, se funde con el ballet que se representa en escena.
Se nos advierte que debemos apagar nuestros móviles, que
nos debemos sentar para asistir a un espectáculo. Somos
a la vez los espectadores del ballet que contemplamos y los espectadores
de una película. Una cosa dentro de otra como fundamento
y esencial del ballet y de la propia película que estamos
viendo. El cierre es el fin del espectáculo que ha estado
preparando la compañía. Y sobre las imágenes
del nuevo espectáculo aparecen los letreros de crédito
finales. Nuevamente bailes (final) y película (cierre)
confluyen.
¿Qué trata pues de contársenos a lo largo
de más o menos una hora y media? El funcionamiento de una
compañía de ballet, y concretamente representada
en el ballet de Chicago. La mayoría de los personajes son
los verdaderos bailarines de la citada compañía.
Asistimos a ensayos, reuniones, relaciones entre personajes, amores,
celebraciones... Todo como si fuera un documental en el que, como
fondo, contemplamos como un nuevo espectáculo sale a la
luz. Pero el filme no es un simple documental. Es (teniendo en
cuenta que el "documental", ni en este caso ni en ninguno,
existe en "estado puro", porque es imposible) una visión
sobre el mundo, unos seres y las relaciones entre ellos. El saber
de Altman está en darnos todos a modo de simple retazos.
Veamos algunos ejemplos:
- el paralelismo en la noche de fin de año entre las
fiestas de los jefes y el hacer de los "trabajadores",
quienes llegan rendidos a sus casas y... se quedan dormidos. Hermosa
escena de la llegada de la protagonista a su casa para comprobar
que su amante se ha quedado dormido esperándola;
- lo necesario que la bailarina principal del espectáculo
(la protagonista) tiene de trabajar (sirviendo copas en un bar).
Nunca se explica la razón, pero la conclusión es
lógica: su profesión no le da ni para mal vivir;
- la manera en que muestra el enamoramiento de la protagonista.
Las miradas del enamorado en el restaurante donde trabaja y ella
ha acudido, el encuentro en el bar en el que ella juega al billar,
para saltar al amanecer de ambos. Una estupenda manera de sintetizar
toda la historia de los personajes. Eso sí es saber lo
que significa una elipsis en cine;
- el mostrar cómo se entrenan los principales bailarines
(y sus posibles "sustitutos") en el taller y cómo
es eso de que pueden ser sustituidos unos por otros.
Son algunos de los ejemplos que se encuentran en un filme
bello y grande en su aparente simplicidad. Pero existe otro curioso
planteamiento que se esconde en las imágenes: el funcionamiento
de una obra en el hoy, el dominio de los magnates (de los productores),
las escasas relaciones entre los de arriba y los de abajo... Existe
otro punto realmente curioso e importante. Es la existencia, en
el hoy, de la obra como espectáculo y donde lo pretencioso,
y bello, de lo que adorna la obra se come a los personajes. Es
el grito del mismo Altman sobre el cine actual que desprecia al
actor, a las historias, en función de lo grandioso, espectacular,
de los efectos especiales.
La obra que monta en la película, la nueva obra del
ballet de Chicago, se apoya en un gran decorado, en una aparatosa
escenografía. Ello es más importante que el actor.
No importa, por ello, que alguno pueda sufrir un accidente. Será
rápidamente sustituido por otro u otra sin que siquiera
ningún espectador se de cuenta. Los actores (los bailarines)
forman parte de la misma escenografía, son también
escenario. Basta, para darse cuenta de la realidad de ese protagonismo,
comprobar cómo los espectadores y el propio director del
ballet aplauden el novedoso baile simplemente viendo el escenario
en el se produce la obra. Una manera, pues, que le sirve a Altman
para criticar el cine de efectos especiales que nos invade.
Probablemente, en lo negativo, hay que señalar que
existan demasiados personajes secundarios cuya historia no tiene
mucho sentido dentro del relato, pero naturalmente no hay que
olvidar que el filme (a la manera de toda la obra de Altman) es
coral, y que además, como decimos, el espectador es quien
debe ser capaz de "crear", a través de los datos
(simples, insinuadores), que se le dan, las diferentes historias
de los personajes.
Algún crítico, o gacetillero, que parece no
haberse enterado cuál ha sido la interesante propuesta
de Altman, ha llegado a escribir que los números musicales
están mal filmados. Angelitos, ¿acaso han perdido
el gusto o la vista? No puedo entenderlo. Los números están
filmados muy bien y hay algunos realmente maravillosos como es
el de apertura o el que muestra la representación en un
escenario al aire libre en una noche tormentosa.
The Company es una película aparentemente simple,
pero realmente compleja en su forma de mostrar a unos personajes
y el mundo en el que viven. Este filme sí que es innovador
y joven, y no esos otros que se etiquetan así desde su
total vacuidad.
Adolfo Bellido