THE COMPANY  
 
Título orginal: The company
País, Año:

EE.UU., 2003

Género:

Musical

Dirección: Robert Altman
Intérpretes: Neve Campbell, James Franco. Malcolm McDowell.
Guión: Neve Campbell. Barbara Turner
Producción: David Levy. Robert Altman. Neve Campbell
Fotografía: Andrew Dunn
Música: Van Dyke Parks
Montaje: Geraldine Peroni
Distribuidora: Tri Pictures
Duración: 112 minutos
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Artistas y modelos

El cine cada día va peor y junto a ese caminar hacia ninguna parte, los críticos, o los que dicen hacer críticos, se muestran también vacilantes. Directores, guionistas y (vuelvo a insistir) hasta los mismos críticos tratan de recuperar tiempos perdidos realizando (y descubriendo) nuevas y novedosas películas repletas de originalidad y de trascendencia. Hay realizadores que parecen destinados a eso, ser originales, y críticos que parecen dispuestos a testificar sus gracias (las de los engreídos realizadores).

¿Y a qué viene tal prólogo a la última película de Altman? Pues simplemente para constatar tanto un hecho como para posibilitar la comparación de este (maravilloso y excelente) filme con otros que actualmente se emanan con él ejemplarizando lo dicho (y lo contrario que refleja Altman). De rebote la propuesta sirve para realizar una reflexión sobre el crítico que parece dispuesto a aclamar (pero nunca desde un profundo análisis) la brillantez de unas películas, cuyo único valor está en su intento de ser novedosos en la forma de contar. Como si eso fuera un mérito... Lo sería si detrás de todo ello no hubiera otra cosa que la nulidad (o el abismo) más absoluto.

Es el caso de títulos tan "importantes" como Dogville (o la mayoría de ese niño travieso que es Lars von Triers) o 21 gramos (hasta dónde puede llegar Alejandro González, con pavor, nos lo insinúo en su corto incluido en 11/09/01) hinchados ambos con imágenes huecas pero altisonantes. Filmes ambos de discursos (y nunca mejor dicho) vacíos, con personajes inexistentes y alargados al máximo. Si Dogville se asienta (su falsa grandeza) en una escenografía novedosa, 21 gramos se esconde (la inexistencia de una historia sólida) en un juego circense, una especie de puzzle que el espectador (si es inteligente, supongo que al decir del realizador) debe recomponer. Se trata en ambos casos de títulos que nunca entenderán el cine como sugerencia sino como subrayado. Se trata de poner y poner imágenes que dicen (y repiten) muchas cosas.

Pues bien, el filme de Altman es todo lo contrario a esos títulos. Lo normal será que aquellas personas (y críticos) que aman (si son dignos de ser amados) aquellos filmes se vean imposibilitados para amar este tan escasamente importante (sobre el papel), tan negado a discursear y asentado en la mayor de las sugerencias. Altman da, en su estructura y sentido, una lección de contar y de explicar. Una obra abierta que nunca explica lo que vemos, solamente expone. No demasiado original en un planteamiento tan simple como el de mostrar la creación de un espectáculo artístico. En este caso el de un ballet, pero podría ser el de elaborar una película o preparar una obra de teatro. Lo mismo daría.

Altman dice que se le ocurrió The Company cuando vio algunas de las (muy interesantes) películas que Carlos Saura había realizado sobre el mundo de la danza (Tango, Sevillanas, Carmen...). Es de agradecer que un clásico de cine, con casi ochenta años de edad, con una obra sólida (si se quiere discutible) sea capaz de reconocer que su punto de partida es otra obra. Alguien que no tiene que dar explicaciones a nadie de lo que hace plantea una hermosa cura de humildad. Pues bien, partiendo de la libertad, si se desea por palabras, de las películas de nuestro realizador, Altman ha construido un filme amplio, hermoso y repleto de sugerencias sobre la vida y el arte.

Habría que visionar, por ejemplo, Fama de Parker para comprobar la diferencia que existe entre el acercamiento de un realizador y otro a la preparación de unos bailarines. Aquí todo está medido. Un comienzo y un cierre perfecto nos adentra en el espectáculo. La película que vemos, en el inicio, se funde con el ballet que se representa en escena. Se nos advierte que debemos apagar nuestros móviles, que nos debemos sentar para asistir a un espectáculo. Somos a la vez los espectadores del ballet que contemplamos y los espectadores de una película. Una cosa dentro de otra como fundamento y esencial del ballet y de la propia película que estamos viendo. El cierre es el fin del espectáculo que ha estado preparando la compañía. Y sobre las imágenes del nuevo espectáculo aparecen los letreros de crédito finales. Nuevamente bailes (final) y película (cierre) confluyen.

¿Qué trata pues de contársenos a lo largo de más o menos una hora y media? El funcionamiento de una compañía de ballet, y concretamente representada en el ballet de Chicago. La mayoría de los personajes son los verdaderos bailarines de la citada compañía. Asistimos a ensayos, reuniones, relaciones entre personajes, amores, celebraciones... Todo como si fuera un documental en el que, como fondo, contemplamos como un nuevo espectáculo sale a la luz. Pero el filme no es un simple documental. Es (teniendo en cuenta que el "documental", ni en este caso ni en ninguno, existe en "estado puro", porque es imposible) una visión sobre el mundo, unos seres y las relaciones entre ellos. El saber de Altman está en darnos todos a modo de simple retazos. Veamos algunos ejemplos:

- el paralelismo en la noche de fin de año entre las fiestas de los jefes y el hacer de los "trabajadores", quienes llegan rendidos a sus casas y... se quedan dormidos. Hermosa escena de la llegada de la protagonista a su casa para comprobar que su amante se ha quedado dormido esperándola;

- lo necesario que la bailarina principal del espectáculo (la protagonista) tiene de trabajar (sirviendo copas en un bar). Nunca se explica la razón, pero la conclusión es lógica: su profesión no le da ni para mal vivir;

- la manera en que muestra el enamoramiento de la protagonista. Las miradas del enamorado en el restaurante donde trabaja y ella ha acudido, el encuentro en el bar en el que ella juega al billar, para saltar al amanecer de ambos. Una estupenda manera de sintetizar toda la historia de los personajes. Eso sí es saber lo que significa una elipsis en cine;

- el mostrar cómo se entrenan los principales bailarines (y sus posibles "sustitutos") en el taller y cómo es eso de que pueden ser sustituidos unos por otros.

Son algunos de los ejemplos que se encuentran en un filme bello y grande en su aparente simplicidad. Pero existe otro curioso planteamiento que se esconde en las imágenes: el funcionamiento de una obra en el hoy, el dominio de los magnates (de los productores), las escasas relaciones entre los de arriba y los de abajo... Existe otro punto realmente curioso e importante. Es la existencia, en el hoy, de la obra como espectáculo y donde lo pretencioso, y bello, de lo que adorna la obra se come a los personajes. Es el grito del mismo Altman sobre el cine actual que desprecia al actor, a las historias, en función de lo grandioso, espectacular, de los efectos especiales.

La obra que monta en la película, la nueva obra del ballet de Chicago, se apoya en un gran decorado, en una aparatosa escenografía. Ello es más importante que el actor. No importa, por ello, que alguno pueda sufrir un accidente. Será rápidamente sustituido por otro u otra sin que siquiera ningún espectador se de cuenta. Los actores (los bailarines) forman parte de la misma escenografía, son también escenario. Basta, para darse cuenta de la realidad de ese protagonismo, comprobar cómo los espectadores y el propio director del ballet aplauden el novedoso baile simplemente viendo el escenario en el se produce la obra. Una manera, pues, que le sirve a Altman para criticar el cine de efectos especiales que nos invade.

Probablemente, en lo negativo, hay que señalar que existan demasiados personajes secundarios cuya historia no tiene mucho sentido dentro del relato, pero naturalmente no hay que olvidar que el filme (a la manera de toda la obra de Altman) es coral, y que además, como decimos, el espectador es quien debe ser capaz de "crear", a través de los datos (simples, insinuadores), que se le dan, las diferentes historias de los personajes.

Algún crítico, o gacetillero, que parece no haberse enterado cuál ha sido la interesante propuesta de Altman, ha llegado a escribir que los números musicales están mal filmados. Angelitos, ¿acaso han perdido el gusto o la vista? No puedo entenderlo. Los números están filmados muy bien y hay algunos realmente maravillosos como es el de apertura o el que muestra la representación en un escenario al aire libre en una noche tormentosa.

The Company es una película aparentemente simple, pero realmente compleja en su forma de mostrar a unos personajes y el mundo en el que viven. Este filme sí que es innovador y joven, y no esos otros que se etiquetan así desde su total vacuidad.

Adolfo Bellido