Reflejos
ostenta nada menos que el primer premio del certamen de guiones para
noveles instaurado por Antena 3 y Vía Digital, y que, entre otras cosas,
suponía realizar –el autor o autores del guión- la película. Era el
primer certamen que organizaba la televisión privada. No tengo ni idea de
quien formaba el excelso jurado que vislumbró las líneas de calidad de
tan maravilloso escrito. Habrá que pensar que tales ilustres miembros era
gente unida a los grupos de las citadas fuentes y por tanto tenían
acciones o gustos televisivos, ya que de otra manera no se puede entender
este premio. Lo peor es que el producto una vez terminado sea proyectado
en los cines. Lo suyo era que pasara directamente al consumo televisivo.
Poco consumo fuera de ese va a tener. El día de estreno en uno de los
cines en que se pasaba en la ciudad de Valencia o alrededores (¡7 cines!)
no éramos más de 5 espectadores.
Existe
de entrada un grave problema en este absurdo guión, ejemplo de lo que
nunca se debe hacer, y es su sumisión a unos modelos televisivos basados
en el “todo es válido” o en creer plenamente que el espectador del
medio posee unas impresionantes tragaderas. Como apunta Mr. Arkadin, en su
crítica de A mi madre le gustan las
mujeres, la televisión se basa en situaciones, no en una progresión
y resolución de acontecimientos. Allí, en el medio, se toman temas,
cuanto más “abundantes” mejor, que se encierran en el metraje diario
o semanal de la serie. Los capítulos de la serie tendrán en común a los
protagonista y se seguirá idéntico esquema para que progrese la
historia. El resto se adecuara a un tratamiento tan inocuo como
repetitivo. Visto un capítulo vistos todos. Parece que se tratan muchos
temas, algunos importantes, pero la realidad es que “eso” (y todo) es
un espejismo que desaparece tan rápido como el azúcar en el café. El
café además está aguado y el azúcar produce un edulcoramiento intenso.
Uno
de los personajes de esta película, por llamarla de alguna manera, el
“malo”, al ser preguntado por el policía atormentado por las razones
que le han llevado a ser un criminal, contesta que “como muy bien debes
saber” no existen razones, que sólo hay acciones. Las motivaciones son
insustanciales. Estas palabras parecen ser, pues, las que ponen en órbita
el discurrir de esta extravagante película. Y el de cualquier serie
televisiva. Como no hay razones todo es posible.
Así
en estos
Reflejos, título también
arbitrario, todo es posible. Se trata de plantear absurdos sobre absurdos
y comprobar cuál de ellos es más extravagante. Así hasta el final. En
el filme, sin la más mínima lógica narrativa, la cosa va de asesinatos
de unos niños que nos retrotraen (de ahí el probable reflejo) a otros
asesinatos también de niños cometidos años antes. Pero ni unos (los de
hoy), ni otros (los del ayer) poseen otra funcionalidad que llenar el
cansino, torpe e insulto metraje. ¡Vaya con este principiante que nos ha
caído en suerte! Por la fuerza o la atmósfera que desea conferir a las
imágenes, parece emular a, pongamos por caso, Amenábar. Se puede
comprobar que no es así ya que sus tiros van por otro lado. Es hora de
decir, y desenmascarar, a tanto falso “mesías” como abunda en la
dirección cinematográfica. Son simples prestidigitadores que algunos de
nuestros jóvenes directores toman como maestros. El cine melodramático
de Almodóvar (en un intento de parecerse a Buñuel pero embebido, en
realidad, de la típica narrativa de Hitchcock: ¿se atreverá alguien a
hacer una tesis sobre esa extraña simbiosis que se encuentra en la obra
del último oscarizado español? Y es que, entre otras cosas, existe una
rara identidad entre las cinematografías del realizador
anglo-norteamericano y del aragonés tan sordo como Goya, otro aragonés
universal) se desea imitar tanto como la falsa poesía de Medem o el
realismo descafeinado de Fernando León por no citar la vaciedad del engreído
Amenábar. Incluso los esquemas, o elementos genéricos de comedia, del
cine de Colomo (amparados por su faceta de productor) o de Trueba han
servido como apoyatura de futuros cineastas, al igual que los referentes
policíacos nacidos de variopintos guiones de Díaz Yanes y llevados al
cine por Monleón o, preferentemente, por Campoy.
Está
claro, como he indicado, que la alargada sombra de Amenábar planea sobre
este filme del joven Vivas (evitaremos el “cruel” juego al que se
presta su apellido), pero como se supone que ha visto mucho, su poder de
asimilación llega mas lejos. Así su obrita es un cruce del que
participan tanto los modelos indicados de acá como el cine postmoderno de
los Fincher (sobre todo Seven),
Lynch, Tarantino u otros de menos categoría.. Los elementos y acciones
que aquí se presentan (lluvia, foto oscura, asesinatos en los que se
invita al juego, el difícil equilibrio entre el bien y el mal, la ambigüedad
moral, la inevitable secuencia final con personas apuntándose al mismo
tiempo...) muestran las huellas marcadas procedentes de esos autores.
Pero, ¿importa algo todo eso cuando detrás no hay nada, ni siquiera un
divertimento?
Como
colofón, a la gratuidad general del relato, el director nos ofrece un
sorprendente e inesperado final, demostrativo de su falta de seriedad, de
creer que el cine es un juego al que él, y otros como él, se creen con
el derecho no sólo de participar sino de obligar a otros a hacerlo. Una
película debe tener una lógica y el final debe construirse dentro de esa
lógica. Pero, las cosas parecen entenderse de otra forma como proclaman,
por citar títulos comerciales que están ahí, El sexto sentido o Los otros (tan
parecidas en muchas cosas). Y Vivas se aprovecha de ello. Hace falta
paciencia para dejarse embaucar por un epílogo lento, exasperantemente
lento, para conducirnos a un sorpresivo plano ante-cierre ya que el cierre
(los ojos de la niña) quizá discurseen sobre la posibilidad de (¿otro
reflejo?) una nueva repetición u otro filme: la niña ha visto todo lo
acontecido, sabe la verdad y quizá mañana pueda reclamar justicia o
hasta... convertirse en la
nueva asesina en serie.
Es
inexplicable que se trate al espectador con tan poco respeto. Resulta
inconcebible que el director sea capaz de tratar de engatusar con tantas
historia, vueltas y revueltas inverosímiles. Ahí van algunas, aunque,
como he dejado claro, el director, por boca de uno de sus personajes, ha
dejado claro que no importan las razones: ¿por qué el policía
protagonista es francés? ¿Se debe a que esa es la nacionalidad del actor
que interpreta al personaje? ¿Cómo se explica el amor entre el probable
asesino y la mujer del policía? ¿Qué tienen que ver la primera tanda de
asesinatos con el segundo? ¿Cómo el asesino es capaz de “realizar”
operaciones tan perfectas a los niños? ¿Acaso estudió medicina o es un
médico rebotado? ¿Por qué el asesino esconde tanto los mensajes
sangrientos? ¿Cómo el “asesino” –que no es- puede ser sacado de la
celda, sin que medie autorización alguna, por un policía, habiendo además
salido el “caso” del policía por televisión? ¿Cómo se puede
admitir la muerte del abogado en la habitación de la comisaría? O en
definitiva, por citar uno más de los múltiples absurdos que aparecen en
el film, ¿cómo se puede sacar, de no se sabe dónde, una hija al
presunto asesino, cuya mujer (tal como se dice en el filme) está siendo
buscada y no se sabe dónde se encuentra?
Piruetas
inconcebibles desligadas de cualquier rigor narrativo. Escenas mal
construidas como aquella de las llamadas apremiantes del protagonista por
el móvil a su mujer desde el coche (con, en un instante, la irrisoria búsqueda
del aparato por el suelo mientras conduce el coche). Ella, entonces, está
bañándose. Cada intento de llamada se corresponde con la inmersión de
la cabeza en el agua, por lo que no puede escuchar la llamada del teléfono.
La sorpresa se produce cuando él llega a la casa. Metiera o no la cabeza
en el agua sería igualmente indiferente para escuchar el sonido del teléfono
ya que éste... ¡ha sido previamente descolgado!.
Si
las escenas resultan increíbles, los personajes no lo son menos. Amplio
catálogo para escoger. Cualquiera de los policías (con el jefe a la
cabeza), las mujeres (la esposa, la forense, la periodista “amante”),
el falso “asesino”, el abogado... parecen provenir de otra galaxia.
Es
lastimoso que esta cosa (¿acaso un guión de cine?) haya sido premiada
por unos ¿profesionales?, pero mucho más es que hayan puesto en manos
del principiante juguetón cerca de quinientos millones para realizar una
película que además de mala no dará un duro en taquilla (también lo es
A mi madre le gustan las mujeres pero
dará dinero gracias incluso al apoyo de ciertos ¿críticos? que deben
tener más alma de comerciantes que de analistas).
Adolfo Bellido
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REFLEJOS
Título
Original:
Reflejos
País y Año:
España, 2001
Género:
THRILLER
Dirección:
Miguel Ángel Vivas
Guión:
Miguel Ángel Vivas
Producción:
Ensueño Films
Fotografía:
Juan Miguel Azpiroz
Música:
Luis Miguel Cobo
Montaje:
Pablo Zumárraga
Intérpretes:
George Corraface, Ana Fernández, Emilio Gutiérrez Caba, Alberto Jiménez,
Carlos Kaniowsky
Distribuidora:
Columbia-Tristar Pictures
Calificación:
Todos los públicos
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