Con
la realización de Batman, y la
interesante y superior secuela, Batman
vuelve, Tim Burton ya demostró que no tenía ningún problema para
desarrollar su personal estética dentro de los ámbitos de (super)producción
de Hollywood, marcados por las predeterminantes leyes del consumo y la
hipertrofia artística, alejando, radicalmente, su producto, de los tópicos
vistos en otras películas como Superman,
por ejemplo. El director d’Ed
Wood ha adquirido
un prestigio que le permite tener el privilegio de poder plasmar su
concepción personal de su género favorito, el fantástico, desde el
cual, puede dar rienda suelta a su exuberante capacidad de inventiva,
nutrida, además, por una heterogénea herencia cultural que va del cómic
a los mitos clásicos de la Universal y la Hammer, pasando por los métodos
artesanales de animación, como el stop-motion,
o clásicos de la literatura popular. Parece ser que Tim Burton ha
conseguido elaborar una filmografía suficientemente digerible y afín al
gusto de los norteamericanos, aunque estos, evidentemente, no entiendan
que se dedique una película a la figura de Ed Wood o no les haga gracia
una broma macabra y corrosiva como la de Mars
attacks.
No debe
resultar, pues, sospechoso ni decepcionante que, ahora, Tim Burton haya
decidido revisar un clásico de la ciencia-ficción como El
planeta de los simios, película dirigida por Franklin J. Shaffner en
el año 1962. Su propuesta consiste en hacer, como ha declarado, una
variación nunca un remake, por
lo que cabe esperar que no se trate de la enésima operación comercial
surgida en los despachos de la industria cinematográfica norteamericana,
perpetradora de atentados como el de Gus Van Sant con Psicosis,
el de Roger Donaldson con La Huida
o el de Luc Besson y su Juana de
Arco (o como transformar el soberbio ejercicio de puesta en escena de
Dreyer, o la dialéctica establecida por Bresson entre el demagógico
poder eclesiástico y la sincera e irracional fe de la protagonista, en un
Mel Gibson -recuerden Braveheart,
El patriota- en versión femenina).
También,
hay que tener en cuenta que el hecho de que Tim Burton haya elegido esta
historia, en que las relaciones de poder entre el ser humano y los simios
se han invertido, pasando a ser estos últimos la especie dominadora,
resulta coherente. Al repasar su filmografía, podemos concluir que uno de
los pilares sobre los que se fundamenta su original mundo personal es la
reivindicación de la anormalidad, de aquello ajeno a lo humano, como
categoría estética. Existe en Tim Burton una filiación hacia todo lo
extraño, incluso hacia aquello que podríamos calificar como monstruoso,
para, posteriormente, equipararlo con lo humano y demostrar que no debemos
guiarnos por la sospechosa apariencia de un hombre que en lugar de manos
tiene tijeras o de un hombre al que le gusta travestirse con un jersey de
angora, sino que debemos atender al interior de las personas, porque detrás
de cualquier ciudadano de clase media puede esconderse una verdadera
actitud monstruosa. Este pensamiento burtoniano se pone de manifiesto, y
funciona bastante bien, en El
planeta de los simios, por ejemplo, cuando se conjugan comportamientos
característicos de la propia naturaleza simia (reacciones agresivas,
gritos de guerra, una fuerza brutal,,etc)
con formas de actuar propiamente humanas (el hecho de que hagan
ciertas actividades cotidianas como los humanos, algunos chistes que
aprovechan la inversión de roles –en un diálogo, si no recuerdo mal,
se alude a las sociedades protectoras de los humanos, en clara referencia
a las protectoras de animales-, etc). El mayor problema surge cuando en
algunos momentos, como la escena en que vemos a un simio quitándose la
dentadura postiza u otro en que un matrimonio se dispone a pasar una noche
pasional, hay una excesiva carga paródica que en lugar de lograr un
paralelismo acentúa más el contraste.
Otro de
los aspectos que considero destacables de la película, cuyo guión ha
escrito William Broyles Jr., es que se ha sabido, oportunamente,
actualizar el discurso, prescindiendo de las connotaciones políticas y
sociales que tenía el guión de la primera versión, en el que había
evidentes alusiones a la guerra fría y a los enfrentamientos raciales,
que, por aquel entonces, eran temas de actualidad. Ahora el discurso se ha
adaptado a los nuevos tiempos (lo que no significa que se haya acabado la
xenofobia y que la guerra fría haya dado lugar a guerras civiles,
enfrentamiento étnicos y a terrorismo de estado), una nueva temática, a
partir de la cual El planeta de los
simios aprovecha para elaborar un discurso en el que se critica, tanto
el peligro que suponen la tecnología y la investigación científica,
como la manipulación que sufre la naturaleza, por parte del hombre, para
conseguir el máximo progreso. Hay que entender, entonces que el punto de
partida de la película, la inversión de las relaciones de poder, es una
consecuencia, y por tanto una advertencia, de semejante actitud humana.
Sin
embargo, es una lástima que la película, teniendo
unas ideas tan interesantes como punto de partida, acabe siendo una
decepción y un simple e inútil (desde el punto de vista artístico)
producto de consumo que no aporta nada ni al género de ciencia-ficción
ni a la notable e interesantísima filmografía de Tim Burton, quien, eso
sí, habrá ingresado en su cuenta corriente un dinerito y habrá
ratificado su colaboración con las grandes compañías holywoodienses. El
planeta de los simios se convierte, a lo largo del metraje, en una película
banal, que se estructura a partir de un ridículo hilo argumental que
ignora las interesantes propuestas iniciales para limitarse a ser un
relato de aventuras, protagonizado por personajes planos y poco
sugerentes, alguno incluso inútil. ¿Alguien me podría explicar que
pinta la joven Daena, interpretada por Estella Warren y sus labios
siliconados? Personalmente, considero que su función no va más allá de
la de simple objeto decorativo que parece no distinguir las ruinas de
Calima de un catálogo de moda juvenil. Sorprendente, cuanto menos, que en
una película de Tim Burton aparezca un personaje tan prescindible como
este, cuya única razón de ser parece que es evitar las supuestas
inclinaciones zoofílicas de Leo Davison (Mark Wahlberg) hacia Ari (Helena
Bonham Carter), cuya relación, en caso de haberse consumado, si que
hubiera supuesto, para Burton, un paso hacia delante en su reivindicación
de la anormalidad.
Me
preocupa, a parte de ver como el director de Ed
Wood, seguramente, ha claudicado ante la censura de los productores,
que las escenas de acción de la película nada tienen que ver con la
planificación y el ritmo que tenían las terroríficas persecuciones del
jinete sin cabeza en Sleepy Hollow, o con la sobriedad expositiva, carente de cualquier búsqueda
de espectacularidad, que tenían las andanzas del hombre murciélago.
Parece como si Tim Burton se hubiera contagiado, esperemos que de forma
pasajera, de las tendencias del actual cine de acción, apadrinado por
Michael Bay y otros, que confunden un montaje trepidante con una
superposición de planos que sólo crean confusión y dolor de cabeza.
Es en el
momento en que se llega a Calima, especie de santuario para los simios, y
donde se encuentra la nave nodriza de Leo, que El
planeta de los simios recupera cierto interés, ya que se entiende el
motivo por el cual ha habido un intercambio en las relaciones de poder.
Allí tendrá lugar una de las escenas más intensas de la película
cuando el general Thade (Tim Roth) queda encerrado en una cabina de la
nave y, ante la imposibilidad de salir, empieza a dar golpes brutales y a
volverse loco. La mirada perdida de Thade es el más claro síntoma de que
los roles podrían volver a invertirse y que los de su especie podrían
acabar, de nuevo, en jaulas.
Finalmente,
no puedo obviar un comentario sobre el punto que ha suscitado más polémicas.
Me refiero al final. En la película dirigida por Franklin J Shaffner, el
lector recordará que Charlton Heston descubría que nunca había
abandonado la Tierra, al ver la derruida estatua de la Libertad. En la
nueva versión, una conclusión similar resulta inconcebible, ya que el
espectador desde el principio sabe que el tiempo ha avanzado hacia un
futuro lejano, por lo que se ha optado, de forma muy coherente, jugar con
ese avance y retroceso temporal para elaborar un final sorpresa, que en
principio me dejó indiferente, pero que funciona por varios motivos. En
primer lugar, y el que interesa a la productora, porque deja la puerta
abierta a una continuación. En segundo lugar, y coincido con mi amigo
Adolfo, considero que el final contiene una enorme carga de mordacidad, al
cerrar, perfectamente, el triángulo de analogías que la película
establece entre el Imperio romano, el Imperio simio y el Imperio
norteamericano, y al dar a entender la previsible decadencia de este último
(no hace falta mencionar la actual situación del tío Sam), síntoma de
que con el paso del tiempo las cosas siguen y seguirán igual.
Josep
Carles Romaguera
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THE
PLANET OF THE APES
País
y Año:
EE.UU., 2001
Género:
CIENCIA-FICCIÓN
Dirección:
Tim Burton
Guión:
William Broyles Jr., Lawrence Konner, Mark
Rosenthal
Producción:
Zanuck Company
Fotografía:
Phillippe Rousselot
Música:
Danny Elfman
Montaje:
Chris Lebenzon
Intérpretes:
Mark Wahlberg, Helena Bonham-Carter, Tim Roth,
Michael Clarke Duncan, Paul Giamatti, Estella Warren
Distribuidora:
Hispano Fox Films
Calificación:
No recomendado menores de 13 años
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