Durante
un caluroso verano neoyorkino, el fotógrafo L.B. Jeffries (interpretado
por James Stewart), permanece inmóvil, escayolado a causa de un
accidente, y se dedica a observar a sus vecinos para entretenerse. A
partir de lo que ve y lo que deduce, llegará a sospechar que se ha
cometido un asesinato en el vecindario.
Esta
película, que el director siempre destacaba como una de sus favoritas,
inaugura un periodo especialmente fructífero para el cineasta. Durante
esta etapa, la década de los 50, realizará las que posiblemente sean sus
obras maestras indiscutibles:
Atrapa a un ladrón (To Catch a Thief),
El hombre que sabía
demasiado (The Man Who Knew Too Much), Pero,
¿quién mató a Harry? (The
Trouble with Harry), Con la
muerte en los talones (North by Northwest) y, por supuesto, Vértigo(Vertigo). Esta plenitud creativa es patente en esta magnífica
muestra de la astucia formal y narrativa del Maestro.
Ahora,
tras muchos años de encontrarse fuera de circulación y después de haber
sido sometida a un laborioso proceso de restauración, la podemos
disfrutar en todo su esplendor cromático, verdaderamente espectacular y
luminoso, ¡sin el molesto tinte amarillento al que nos habíamos (casi)
acostumbrado en video o en los pases por la T.V.!
Hitchcock
ha sido considerado durante muchos años como un mero fabricante de
ingeniosos entretenimientos. Sin embargo, el estudio sin prejuicios de
obras como ésta muestra su extraordinaria capacidad de aunar
comercialidad y creatividad. Su lenguaje visual, aunque parezca sencillo
resulta realmente sofisticado y complejo. Como una muestra de ello fíjense
con detenimiento en los largos segmentos totalmente dependientes de la
imagen, sin diálogos.
El
epicentro de la película es el concepto de “la mirada”. Se establece
un complejo y sugerente juego de relaciones entre el protagonista, los
espectadores y el espectáculo representado. Lo visto, lo apenas
vislumbrado y lo oculto generan conjeturas, hipótesis que pretenden
otorgar un sentido al microcosmos contemplado. Activo y pasivo a la vez,
el espectador/protagonista se oculta y acecha, entre una actitud de legítima
curiosidad y una actitud obsesiva algo vergonzante. Aquí reside la
perversidad del Maestro del Suspense.
En
cuanto a lo que se ve “enfrente”, el microcosmos de vida urbana que se
representa en torno al patio (a modo de pantalla gigante), lo percibiremos
mediante un goteo cuidadosamente dosificado, cuyo efecto será casi
subliminal: dirige Hitchcock y emplea los códigos del cine mudo. Las
ventanas de los vecinos enmarcan fragmentos de sus vidas: pequeñas películas
que forman parte de la película principal. Incluso el tamaño de los
vanos guardan relación con formatos estándar de pantalla. Los vecinos
están aislados entre sí, física y emocionalmente, y por supuesto,
separados del protagonista, cuyo punto de vista servirá de nexo de unión.
Pues si la película es una reflexión acerca de ver cine, también lo es
acerca del arte de hacer cine.
Pasen,
pasen... y miren, miren...
We´ve
become a race of Peeping Toms!
Elisa
Mª Martínez
Daniel Arenas
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Rear
Window
Nacionalidad:
USA, 1954.
Dirección:
Alfred Hitchcock.
Guión:
John
Michael Hayes.
Argumento:
Cornell Woolrich (relato).
Intérpretes:
James Stewart, Grace Kelly, Thelma Ritter, Raymond Burr, Wendell Corey.
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