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OSCARS DE SALDO
Pues bien, la Academia
de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood parece haber seguido el
modelo de los Goyas al conceder sus premios. Se ha jugado a una equiparación
entre las películas galardonadas exceptuando la que se había “colado” en
el quinteto nominado (la empalagosa Chocolat)
de ahí que mientras Gladiator ha
recibido cinco estatuillas, Tigre y dragón
y Traffic se han llevado cuatro. Casi, casi un empate. El film de
Ridley Scott había “explotado” el pasado verano las taquillas de todo el
mundo y ponía nuevamente de moda el cine de “romanos”. En el año 1959 Ben-Hur
de Wyler había recibido (injustamente) un montón de estatuillas. Años más
tarde otro filme de género gana por la mínima, pero ambos títulos (de
secuencias parecidas) reciben el Oscar a la mejor película. Pero, miremos con
atención el pasado. En aquel esplendoroso 1959 las películas nominadas para el
Oscar máximo eran la estupenda Anatomía
de un asesinato (Preminger), la interesante Un
lugar en la cumbre (Clayton) junto
a las menos “agraciadas” Historia de
una monja (Zinnemann) y El diario de
Ana Frank (Stevens). No había color alguno entre los buenas obras de
Preminger y Clayton y la plúmbea narración de Wyler. Pero aquel año (y no
estaban nominadas para la mejor película) también se realizaron obras tan
importantes como Con la muerte en los talones (Hitchcock), Con faldas y a lo loco (Wilder), De repente el último verano (Mankiewiccz), Operación Pacífico (Edwards), Río
Bravo (Hawks)... Lo que quiere decir, naturalmente, que la Academia se
olvida de muchos grandes títulos. Pero la calidad de aquel año no era la de éste,
aunque en la lista de grandes películas americanas de hoy falten obras tan
poderosas como Réquiem por un sueño (Aronofski),
sólo presente en la nominación a la (excepcional) actriz Ellen Burstyn y
exclusivamente en el apartado de secundarias (lógicamente no se lo llevó). Hoy, en el 2000, Gladiator
(una aventurilla medio divertida) competía con Tigre y dragón (una de las más flojas películas de Ang Lee, cuya
sorprendente nominación estriba en que se había estrenado en Estados Unidos en
chino y con subtítulos), Traffic (más
aparente que lograda: unos fuegos artificiales tan vistosos como engañosos), Erin
Brockovich (de Soderbergh el mismo director de Traffic)
una cinta tan inútil como bienintencionada y la dulzona y ridícula Chocolat. Poco para escoger. El premio parecía cantado. Y así fue.
Lo mismo que el otorgado (justamente) a Julia Roberts (¡al fin lo consiguió!)
por Erin Brockovich. Soderbergh se llevó el
del mejor director por Traffic. Era,
sin duda, el mejor trabajo de todos los mencionados, aunque quedaron otros (y
otras) sin mencionar. Me alegro que Hanks no se llevara la tercera estatuilla.
Ya está bien que recibiera dos este chiquito que se cree un gran actor. Lo
siento por Bardem, por Harris (toda una vida de grandes actuaciones) y por Rush
sin duda mejores que la presencia (únicamente) de Crowe como el general hispano
Máximo en Gladiator. Si Gladiator
obtenía la estatuilla a la mejor película no había duda que la mejor película
extranjera sería Tigre y dragón.
Discutible. Prefiero, con todos los errores, la fuerza de Amores perros. No discuto alguno de
otros Oscars (el justo y claro para Benicio Del Toro por Traffic)
pero lo que tiene nombre es el que ha recibido Crowe como mejor guionista
(original) por Casi famosos. Si ese vulgar guión es el mejor del año, podemos
pensar como ha sido el presente año... Volvamos a hacer una comparación con la
cosecha del 59. Aquel año los guiones originales nominados correspondían a
cuatro grandes títulos. Nada menos que a Fresas
salvajes de Bergman, Los cuatrocientos
golpes de Truffaut, Con la muerte en
los talones de Hitchcock, Operación
Pacífico de Edwards y una quinta infiltrada, Confidencias de medianoche de Gordon. Era con mucho el peor de los
cinco, pues bien ese filme gano (injusta y sorprendentemente) el Oscar al mejor
guión. Ya sabemos que los Oscars no quieren decir nada respecto a la calidad de las películas. Muchas de ellas serán olvidadas mañana pero durante unos meses habrán aumentado de manera notable sus ganancias en taquilla. El juego de Hollywood, el dinero como máxima. La triste lección de una noche llena de histeria y de ilusiones rotas donde premios mediocres son el colofón del mediocre cine actual..
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