Esta sencilla película
obtuvo el premio a la mejor dirección en el festival de cine de San
Sebastián. El premio es justo teniendo en cuenta que en el certamen se
premiaron más los buenos sentimientos (e ideas) que las buenas películas.
Se trata de un filme claramente positivo con gran protagonismo del tema de
la muerte, de tan poco aliciente cara a la taquilla. Un tema que, de una
forma u otra, salpica también a varias películas norteamericanas
actuales con jóvenes: El compromiso es uno de los muchos (y tristes) ejemplos recientes.
La
vida es
eso, su exaltación, la necesidad de saber vivir aunque se esté
desahuciado. No quiero decir mientras se piensa que uno va a morir porque
eso puede ocurrir en cualquier momento, sino de saber con seguridad que
queda poco tiempo de vida. La muerte es, realmente, nuestra compañera
inseparable, y fiel, desde el momento en que nacemos. El pequeño filme de
Ameris opta por plantear todo un maravilloso sentido de vida intensa y
feliz mientras se pueda, es decir mientras respiremos aunque sea con
dificultad.
Dos personajes son sobre
los que va a recaer el peso de la historia: un enfermo terminal y una
voluntaria cuidadora de esos enfermos. Dos personajes contrapuestos en
cuanto él va a morir irremediablemente en un corto espacio de tiempo y
ella joven se encuentra (felizmente y de momento) sana. El encuentro tiene
lugar en una clínica para enfermos terminales que más parece una
residencia de gentes felices que se quieren y disfrutan de la vida. Allí
nadie habla de la muerte. Por el contrario disfrutan de la vida. De ahí
que a pesar del escalofriante tema presentado la película se pueda ver
sin sentir miedos o escalofríos. Porque, que conste, títulos como éste
o El séptimo sello de Bergman
son más terroríficos que muchas películas de esas de “miedo”.
El problema de estos dos
personajes es que mientras uno sabe que va a morir y para eso se recluye
en la clínica, el otro se encuentra sin posibilidades de aceptar la
existencia ante el recuerdo constante de su marido muerto sin que, cuando
ocurrió el triste suceso, pudiera esperar esa desaparición. El encuentro
de ambos seres va a producir el cambio de ella y la aceptación de él.
Vivirán en el tiempo que les queda de vivir juntos una historia intensa
de amor y de felicidad. Al final el ciclo del tiempo se habrá cumplido
con la muerte del protagonista que implica también la vida de la
voluntaria.
Quizá en algunos
momentos el filme es demasiado simple o precipitado. Forzado es el
esperado encuentro de la voluntaria con el enfermo cuando éste, al
inicio, decide abandonar la clínica.
Si tuviéramos que señalar
alguna película con cierta semejanza a esta citaríamos Un instante, una vida (1977), uno de los mejores filmes del
irregular Sydney Pollack. La identidad entre ambos filmes se produce por
la historia de amor de dos personajes, aunque allí era ella la que
esperaba la muerte.
Al terminar La vida nos queda una pequeña duda: ¿no será toda la película un
“inteligente” montaje publicitario para “vender” la residencia en
la clínica para pacientes terminales en la que conviven los personajes
del filme? Porque esa clínica (nombre final en los letreros de crédito)
existe en la bella Francia. Y ya se sabe que es la tierra del champagne,
de la alegría y del amor. ¡Oh!, sin duda, se debe entornar ese continuo
la, la, la con campanitas cristalinas incluidas.
Con todo, y la duda presente, es un filme positivo, que nos acerca, sin
aspavientos, a un tema huidizo y difícil de plantear en cine. Desde luego
Bergman en Gritos y susurros no
lo trató así. Lo cual no quiere decir demasiado a no ser que el filme
del sueco era una obra maestra y éste es un simpático, agradable (en la
medida que se puedan decir esas cosas de tamaño tema) y positivo. Tampoco
es Mi vida sin mi (Isabel Coixet).
Pero, en estos tiempos de estrenos acordes con el insoportable tiempo
veraniego que padecemos, habrá que saludar este título con un cierto
aprecio (en pequeñas dosis).
Mr.
Arkadin
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LA
VIDA
Título
original: La vie
Género
Drama romántico
Director
: Jean-Pierre Améris
Intérpretes
: Jacques Dutronc, Sandrine Bonnaire, Emmanuelle Riva, Jacques
Spiesser, Annie Grégorio.
Duración
: 113 minutos
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