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No nos gustaría tener que escribir estas líneas, pero nuestro amor por el cine nos obliga a dedicar, mes a mes, un pequeño recuerdo a aquellos cineastas (en el sentido amplio de la palabra) que ya no están con nosotros. Ojalá algún mes esta página tuviera que quedarse en blanco...

Lew Wasserman:

Con la muerte de Lew Wasserman, uno de los hombres más influyentes de la industria cinematográfica entre 1940 y los años ochenta, fallecido a los 89 años como consecuencia de un ataque de apoplejía, se va también una forma de hacer y entender el cine: un productor de los de antes, de los que imponían su criterio en el plató, que era casi casi una familia. Spielberg (que también entiende lo suyo de imponer su criterio) lo ha definido muy concisamente: "Es como si todos hubiéramos perdido a nuestro padrino". En todos los sentidos.

Carmelo Bernaola:

Conocido tanto por sus trabajos de música culta como por su obra cinematográfica y televisiva, Carmelo Bernaola formó parte de la "Generación del 51", de la que fue su representante más destacado, junto a Cristóbal Halffter y Luis de Pablo, ambos también vinculados al celuloide. Trabajó con casi todos los grandes de nuestro cine, comenzando con Summers (Juguetes rotos), siguiendo con Giménez Rico (El hueso) y finalizando con Pedro Olea (Tormento, Un hombre llamado flor de otoño, Bandera negra), aunque de sus asiduos con quien mejor se entendió fue con Basilio Martín Patino, para el que trabajó en su primer largo (Nueve cartas a Berta) y luego mantuvo una estrecha amistad que se extendió a diversos largometrajes conjuntos (Del amor y otras soledades, Los paraísos perdidos). En su filmografía también se encuentran coproducciones europeas con cierto afán de funcionar en taquilla (La casa sin fronteras, El valle de las viudas), aunque en realidad funcionaron mejor muchas de sus partituras para el cine de terror español de los años setenta, donde su trabajo siempre quedaba por encima de las imágenes a las que servía (El gran amor del conde Drácula, El espanto surge de la tumba, El jorobado de Notre Dame). Con su muerte la banda sonora española se queda, si cabe, un poco más huérfana, porque junto a sus compañeros de generación, es de los pocos autores que ha aunado la música de cámara con la cámara de cine, beneficiando a ambos campos con su presencia. Su última partitura cinematográfica fue Adiós con el corazón, en el año 2000.

 

 
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