Principal
Arriba

Cuando ruge la marabunta
Aquí un amigo
Con la muerte en los talones
Rashomon-Kurosawa
Cinema Paradiso
Sin perdón
El último de la lista
Ópera prima
La muerte viaja demasiado
El valor del cine
Malalts de tele
Network
El bazar de las sorpresas
Gremlins 2
Ábrete de orejas
Farenheit 451
Retorno al pasado


EL MAYOR ESPECTÁCULO DEL MUNDO

Pues no, no es "El Corte Inglés", quien anuncia la entrada de la primavera... es la entrega de los Oscar, que este año estrenan cara y escenario: el Kodak Theatre.Se suele decir por estos lares que es primavera cuando lo proclama, en sus anuncios comerciales, El corte Inglés. Pero la realidad es muy otra. Quien lo Anuncia es Hollywood con la concesión de sus Oscar. Ese hecho, el más exultante (o insultante) es que nos señala la existencia de la primavera. El catecismo de la nueva iglesia así lo grita.

Nada cambia en tamaña celebración. Todo se mantiene de acuerdo a las más estrictas reglas del más monocorde de los espectáculos. Poco importa que este año la concesión de los galardones se haya realizado en otro lugar. Es indiferente que tal cambio se deba a unas u otras razones: cabe más gente, hay más seguridad, se puede ver (y seguir y espiar) mejor la ceremonia. Da igual porque el acto se desarrolla cumpliendo el mismo esquema de siempre: regulado hasta en su menor detalle. Sonarán las mismas musicales terrenales y el glamour de las estrellas paseará en la tarde y noche de Los Ángeles, recordando a tantos como son, están o desaparecieron. Bueno, no a todos, sólo a aquellos que ascendieron a la categoría de “grandes”, es decir al lugar de los todopoderosos. Otros tratarán de zafarse del abrazo traidor ignorando los cantos de sirena.  

¿De verdad es Ron Howard el mejor director del año? ¿Así cómo vamos a tomarnos los Oscar en serio?

Dicen que el sueño de todo cineasta que se precie, de allí o de cualquier parte del mundo, es poder subir al escenario a recoger el codiciado galardón y poder soltar un discurso idéntico (aunque parezca diferente) al que otros pronunciaron en el pasado u otros pronunciaran en el futuro. ¡Ganar el Oscar anual de la Academia!. Casi nada: todo un mundo en función de un instante. Un momento de gloria. Después de una sonada fiesta colocarán (en el estilo de las mas clásicas de las películas) la estatuilla en la repisa de la chimenea para envidia de visitantes, bien sean amigos, indiferentes o enemigos. Allí reposará años y años reflejando el esplendor y la decadencia de sus dueños, hasta que finalmente alguien (a pesar de estar prohibido por la Academia) traté de venderla (para poder seguir vendiendo su esplendor personal) por unas traicioneras monedas.

Al parecer nadie sabe cuando empieza el acto quienes son los ganadores. Un secreto guardado a voces por las impulsoras del acto: las multinacionales que juegan al despiste y al trueque. Este año se toca a ti y al año siguiente a mi. No todas las películas pueden acceder al listado de las nominaciones. Sólo esas impulsadas por la gran industria, por el capital. Al cine independiente, como máximo, se le permite asomarse en alguna de las múltiples llamadas (cada vez más largas). Eso en caso de no haberse amaestrado el producto antes de la independencia. Ha ocurrido este año con la primera obra de Todd Field, En la habitación. Un filme que parte como ejemplo de independencia. Lo cual desde luego no lo certifican ni el dúo de intérpretes principales ni varios de los técnicos que en ella trabajan (por cierto la excelente fotografía es obra de un español -otro más que “escapa” a Hollywood-: Antonio Calvache). Pero, para que las cosas queden más claras, la todopoderosa Miramax compró (por una cantidad irrisoria) ese filme. Y, ¡oh sorpresa!, se ha gastado en su promoción mucho más de lo que había pagado por su compra.

Prueba de que no hay que darle demasiada importancia al Oscar es que grandes como Hitchcock, Welles o Lubitsch nunca lo han ganado.Cuando en la costa oeste, la mente maravillosa del señor de los anillos esperaba, en la habitación de Gosford Park, escuchando Moulin Rouge, el feliz alumbramiento, en la costa este (por no ser menos) ya habían ofertado unos nuevos premios (los de la competencia). Para que nadie se ofendiera, los títulos de unas y otras listas sufrían pequeñas variaciones. Eso sí, si aquí dicen a, en el otro lado (repeticiones sólo con un cierto orden) dirán b. Está bien esto de las múltiples celebraciones. De esa forma todas las grandes casas podrán saborear (y explotar) el triunfo.

Poco importa que este año haya habido empate de estatuillas entre dos películas. Menos importa que el más que mediocre filme a-histórico del matemático nobelizado se haya llevado los máximos galardones. El señor Howard, mediocre realizador donde los haya, pasa a engrosar la lista de directores con premio. Un hecho que para nada quiere decir que pase a ocupar (en la historia) el puesto de los grandes del cine. Jamás ganaron ningún Oscar (sólo les dieron esos llamados honoríficos) realizadores de la talla de Welles, Hitchcock, Lubitsch... entre otros muchos. Muchas de las obras que recibieron en el pasado premios grandes han sido barridas por el viento, mientras que muchas otras que ni siquiera fueron nominadas siguen eternamente jóvenes y vivas.

Los Oscar son como tormentas de verano. Tan impresionantes como pasajeras. Aumento de las recaudaciones durante unos días. Después silencio. El mismo que ya existe en varios lugares (algunos desaparecidos) en los que se celebraron las ceremonias anuales. Mundo de fantasmales oscurecidos donde lo único que queda son las sombras de tantos que pasaron con sus risas, pasiones, rencillas y odios por el mentidero de Hollywood. Los Oscar son un claro ejemplo del espectáculo que es América: sólo reciben el triunfo aquellos que pueden pagárselo. Triste y sangrante espectáculo que no hace más que mostrar la decadencia de una fastuosa época. Porque para qué engañarnos, encima o debajo (arriba o abajo), no hay nada. Tan sólo el comprado triunfo de los adinerados. Para remate ni siquiera actualmente Hollywood se puede permitir pasear (como ocurriera en los últimos Goya) a sus asociados con colores rojos por los cristalinos salones del nuevo y flamante palacio en el que transcurre la Ceremonia. 

Y, como colofón a los Oscar de este año, se le ha birlado el Oscar a El hijo de la novia. ¡Maravillosas y preclaras mentes pensantes!

 

Adolfo Bellido López

(director de EN CADENA DOS).

 
Volver al SUMARIO Página ANTERIOR Página SIGUIENTE Ir a la ÚLTIMA PÁGINA