|
LOS FILMES JUVENILES(JUVENTUD, DIVINO TESORO)Por José Luis BarreraEn
el mismo año de 1984 se estrenaron en nuestro país los dos filmes juveniles de
Francis Ford Coppola. El primero, y en primavera, fue Rebeldes.
Pasó prácticamente desapercibido y la crítica no lo trató con mucha
benignidad. Pensó que era una de esas películas alimenticias que se realizaron
para salir de los apuros que su empresa Zoetrope le dispensaba. En el otoño del
mismo año se entrenaba La ley de la calle.
Aquí la critica se quedó gratamente sorprendida: podía contemplar un filme de
temática juvenil del más puro “arte y
ensayo”. De hecho el filme se estrenó en versión original con subtítulos
en castellano y en salas restringidas. Muy pronto, ambas películas, por la temática
y por el origen (la misma autora de los argumentos), se relacionaron. Los
sesudos críticos dijeron que la primera sería el filme que Coppola no quiso
hacer, la segunda sería el filme en el que Coppola disfrutó de toda su
libertad creadora. Más aún, se dijo que en el fondo eran las mismas películas,
vistas desde ópticas distintas. Creo
que a estas alturas las dos películas se pueden ver de un modo diferente.
Francis Ford Coppola es un director algo imprevisible, en pleito siempre entre
las oportunidades y circunstancias de la industria cinematográfica y sus dotes
y cualidades de creador. Y así, a lo largo de su ahora ya extensa obra
cinematográfica ha ido sembrando ésta de obras de diferente calibre, alguna de
nivel más que mayor y otras menor, pero creo que ninguna despreciable, dado su
alta calidad y pese a sus estructuras descompensadas. Incluso en las películas
más baladíes siempre hay ratos del mejor cine, y más cuando se comparan con
productos de su misma época y país. En
todo su cine, digamos descaradamente comercial, hay una clara voluntad de meter
en el digestivo relato popular algún mensaje, algunas de sus preocupaciones. No
es un mero cine americano donde en la diégesis misma está el mensaje, sino que
el cine de Coppola tiene aires europeos donde la carga reflexiva, el mensaje,
tienen su lugar. Lo mismo ocurre con las películas que él no dirige pero sí
produce. El cine llamado de valores, el que gira alrededor de sus temas
favoritos –por ejemplo, la familia- tiene en este director ítaloamericano sus
subrayados. Véanse por ejemplo, filmes como El
córcel negro de Carroll Ballard o My
family de Gregory Nava. Rebeldes
fue acogida mal por la crítica y todavía podemos leer cosas tan peregrinas y
dislocadas como que esta cinta es una obra que mezcla los temas de Rebelde sin causa, la estética de Disney y ciertos guiños a la
homosexualidad (!) (véase la Guía de
Video-cine de Carlos Aguilar). Uno leyó en su tiempo la novela de Susan
Hinton que dio origen al filme y observó que éste, cuando menos era fiel al
espíritu de la obra literaria y que además Coppola había añadido su maniática
preocupación por la familia, heredada de la cultura italo-católica, por lo que
los personajes del filme, que son unos verdaderos marginados, intentan
suplantar, a través de las relaciones de amistad y compañerismo, la familia
que les ha sido negada. Así
vemos que en ambos bandos (los hijos de papá, que teniendo una rica familia,
son como huérfanos y los outsiders,
que proceden de familias rotas, desestructuradas, o que ni siquiera la tienen)
la pandilla, la solidaridad y el compañerismo suplen la familia que echan de
menos. Los personajes de Rebeldes son
adolescentes, y miran el mundo y las relaciones sociales con cierto ingenuo
asombro, enfrentándose a él con toda su inocencia. La poesía de una utopía aún
posible en el mundo en que habitamos, tema que introduce el poema de Robert
Frost, “ser de oro”, y que recorre todo el filme a través de bellísimos
fotogramas del cuaderno donde se escribe un diario fundiendo la imagen en unas
esplendorosas puestas de sol. Los mismos gestos heroicos de los adolescentes e
incluso su tragedia final sirven de catarsis que llena el filme a una agridulce
y melancólica esperanza. Rebeldes
se convierte así en modelo de un cine juvenil que, sin renunciar a los
alicientes propios de los gustos adolescentes, mira con gran dignidad los temas
de esa difícil e idealizada edad: el primer amor, la pérdida de la inocencia,
el enfrentamiento con los adultos, la ruptura del diálogo intergeneracional, el
sentido de la libertad propia, etc. Tiene además el aliciente cinematográfico
de haber sido el escaparate donde se asomaron un buen puñado de actores que
posteriormente hicieron su carrera de actores, algunos con gran éxito: Tom
Cruise, Patrick Swayze, Matt Dillon y otros con éxito más relativo. En
La ley de la calle, realizada en el
mismo año, Francis Ford Coppola continúa en la misma línea temática juvenil,
pero con una evidente ruptura formal. Hay una clara voluntad de hacer un filme más
intimista, más personal, dando rienda suelta a la experimentación icónica. Rumble
fish (título original del filme que hace referencia a un pez de tremenda
agresividad que entra en lucha incluso con los ejemplares de su misma especie y
que en la película funciona como una especie de metáfora de toda su trama)
renuncia al color y es rodada en blanco y negro a excepción de las pinceladas
de color con que se fotografía a los extraños pececillos. Aquí los personajes
ya no son meros adolescentes sino que son jóvenes casi adultos que saben
perdida la edad dorada de la adolescencia, ven su inocencia ya lejana y
encuentran obstáculos casi insalavables para abrirse paso en la vida.. En La
ley de la calle el argumento general pierde su interés y el filme parece
estructurado en distintos bloques de interés narrativo: la relación de pareja
de Dillon-Lane, el personaje mitificado de “el
chico de la moto”, el mismo personaje solitario que encarna Matt Dillon,
etc. Quizás
el elemento que más llama la atención de este espléndido filme es la
utilización de recursos musicales e icónicos para mostrar la imperceptible
sensación del paso del tiempo. Nubes que corren fotografiadas a acelerada
velocidad, aparición en pantalla de relojes cuyas manecillas se mueven rápidamente,
secuencias fantasmales llenas de onirismo, ráfagas intermitentes de música y
melodías, sonidos en off repentinos,
repentinos silencios: ¿un homenaje o una cita de ciertas secuencias del cine
bergmanianao?,etc. La sensación al final que da la película es además de una
reflexión sobre la soledad humana (¿no es éste al fin y la cabo el discurso
habitual en los filmes de Coppola?) una extraña percepción del tiempo que
pasa, de lo efímero de la vida. Pienso que ambos filmes abordan algunas de las situaciones de la juventud pero que son aprovechadas por el cineasta para representar y dar encarnadura a sus temas favoritos que veremos en el resto de su filmografía: la soledad humana, la marginación de los excepcionales, al incomprensión social, la pérdida de la inocencia, la voluntad de ser y el fracaso de la aventura humana.
|