¿EL
MEJOR?
Una
vez más aceptamos el juego de votar las mejores películas del año.
Nadie puede pensar que el dictamen exprese una verdad absoluta. Aparte de
la arbitrariedad de los criterios de elección, sujetos a factores como
cercanía en el tiempo o lógicas subjetividades, siempre habrá que tener
en cuenta otros factores, como es el votar un número determinado de títulos
sobre todos los estrenados cuando, puede ocurrir, que algunos importantes
no se hayan (por múltiples causas) visto u otros se sientan
lejanos por un estreno prematuro (no es lo mismo votar un título
estrenado ayer que uno aparecido a principio de año).
Lo
importante de votar los mejores títulos del año es que de esa manera
podemos dar un vistazo general al año cinematográfico y saber, así, si
se trata de un buen o mal año. Somos dados siempre a exagerar, a afirmar
que cualquier tiempo pasado fue mejor. Así, en los años sesenta se
opinaba que el cine estaba en crisis y que eran mucho mejores las películas
de las décadas anteriores, olvidando que entonces
en esa “cosecha” había mucha calidad (como se puede comprender
hoy). No se puede olvidar que en ese instante resplandecían en las
cinematografías europeas los diversos movimientos fílmicos aupados por jóvenes
cineastas o que el cine norteamericano seguía explicando grandiosas lecciones (en sus directores clásicos
o en algunos recién llegados). Pues eso que ocurría en el ayer, el
olvido y la nostalgia del pasado, también ocurre en el hoy.
Está
claro que en las épocas clásicas el cine de nivel medio era excelente
(el americano sobre todo). La responsabilidad de su grandeza se encontraba
en la calidad de los guiones. Hoy no ocurre eso. Existe cine muy
bueno o bueno de aquí y de allá, proveniente incluso de
cinematografías ocultas o incipientes. Incluimos entre las sorprendentes
bondades a películas
orientales o algunas que nos llegan de países latinoamericanos (a la
cabeza producciones argentinas sin olvidar otras que nos llegan de México,
Perú o Chile). Pero, este cine bueno, no es seguido por un apreciable
cine medio. Casi se puede decir que hoy se realizan exclusivamente películas
buenas o muy buenas y películas malas y muy malas. No hay término medio.
Tampoco existen en demasía obras sensacionales, rompedoras e innovadoras.
Más bien en muchos casos asistimos a falsas y pedantes cintas cuya
nulidad se oculta por medio de ejercicios circenses, fuegos de artificio
que explotan, incluso, generando más estruendo que colorido.
Si
aquí y ahora, hacemos caso a la votación de los miembros de la revista
(la relación parcial y total de la votación de este año se encuentra en
la sección “El bazar de las sorpresas”) tenemos que aseverar que el
balance general ha sido bueno. Unos veinte votantes han citado, entre sus
película preferidas, cuarenta y tres títulos. No está nada mal, ya que
de una forma u otra se trata de títulos de interés. ¿Qué tanto por
ciento supone entre las estrenadas en el año? Aproximadamente un 15%.
Puede parecer un porcentaje muy pequeño, pero realmente es apreciable. No
ha sido un año tan malo como se trata de hacernos ver, como se dice más
por tópico que por real.
La
película preferida en nuestra redacción ha sido la argentina (en
coproducción con España), La hija
de la novia. Un buen filme que demuestra lo necesario que es el
equilibrio en cine. Una película importante donde late la vida y los
sentimientos. Si algo, sobre todo, hay que destacar de este título es un
guión preciso (quizá el mejor construido del año), medido, puesto al
servicio de unos excelentes intérpretes. El filme de Campanella hasta se
ha dado el “regusto” de enfrentarse durante las pasadas Navidades a
filmes taquilleros gigantes. Evidentemente no los ha derrotado, pero ha
salido airoso de la confrontación. El
hijo de la novia, estrenado
sin apenas propaganda, ha conseguido emerger viva durante muchos meses.
Los espectadores se han dejado ganar por su calidad. Sin duda, si se
hubiera tratado de un filme norteamericano mimado por la productora, se
hubiera encaramado a los primerísimos lugares en el hit
parade de la recaudación y allí se hubiera mantenido durante cierto
tiempo.
¿Quiere
decir este primer puesto que la sorprendente película argentina es la
mejor del año? No, simplemente quiere decir que ha ganado en la votación
de la revista, al igual que lo ha hecho en Barcelona, en los premios Sant
Jordi de RNE, donde también ha sido el mejor filme del año. Eso sí, en
el apartado extranjero. Y es que en los citados premios distinguen las películas
españolas de las extranjeras. Nosotros, desde hace unos años, hemos
preferido no hacer distinción entre una y otras porque pensamos que
nuestro cine, hoy, tiene suficiente entidad para medirse, entrar en liza
para lo bueno y para lo malo, con películas de cualquier cinematografía.
De los cinco primeros títulos sólo uno es norteamericano. Hollywood ya
no es lo que era.
Uno
de los hechos más sobresalientes del año ha sido sin duda el
conocimiento (y reconocimiento) a nivel más general de Michael Haneke,
uno de los mejores, comprometidos y duros directores del cine actual al
que ya dedicamos el “Rashomon” del Encadenados
de enero. Las dos películas que de él se han estrenado en el presente año
se han colocado en nuestro baremo en el segundo puesto (La
pianista) y en el octavo (Código
desconocido).
El
tercer puesto, y a escasísimos votos del segundo, se colocan, empatadas,
tres películas importantes. Una gran sorpresa consiste en que uno de
ellos es la española En construcción, la brillante aportación del año de Guerín, uno
de nuestros directores con mayor futuro. Gran película a la que quizá le
sobra algo de metraje, pero que muestra la necesaria presencia de un tipo
de cine diferente y necesario. Un filme el suyo que, como los anteriores,
oscila entre la ficción y el documento. Una incitación a reflexionar
sobre lo que es el cine, sobre la importancia del “hacer” y el
existir. La excelente, sugerente e innovadora, Deseando
amar de Wong Kar-Wai es su compañera en el citado segundo puesto
junto al nuevo, y divertido, Woody Allen, El
misterio del escorpión de jade. Hay que indicar que en la revista
“Fotogramas” el premio a la mejor película española de año (al
igual que ocurriera en los ya citados premios Sant Jordi) ha sido para En
construcción mientras que el mejor filme extranjero ha recaído en Deseando
amar seguido de La pianista.
En
la lista de nuestras mejores del año y en puestos preferenciales aparecen
Ni uno menos de Zhang Yimou, La
inglesa y el duque de Eric Rohmer o Gracias
por el chocolate de Claude Chabrol, así como, otra gran alegría, un
nuevo filme argentino (al que le estropea su forzado final), Nueve reinas y dos mexicanos, el curioso y crítico hallazgo de Cuarón,
Y tu mamá también, y la brutal
Amores perros.
Estamos
ya ante un nuevo año. Ha pasado un mes y ya nos hemos acercado a nuevas
hermosas o dolorosas (y discutibles) grandes películas. Pocas, bien es
verdad, aunque al decir de algunas revistas, carteleras y críticos, casi
todas las estrenadas deben ser grandes. Adentrémonos en los números o
calificaciones de estrellas (o estrelladas) de sus páginas. Así,
estupefactos contemplamos (en algunos casos lo escrito nada tiene que ver
con la calificado) cómo se concede un cuatro sobre cinco a Amor
ciego, A mi madre le gustan las
mujeres... o un tres a Bandits, Reflejos, Zoolander...
¿Cómo es posible que ciertos nombres, que parecen saber, conocer el
cine, puedan caer en esos “amores”? ¿Hay algo que desconocemos y, por
tanto, se nos escapa de sus escritos? ¿Cuáles son las razones (económicas,
amigables) que llevan a ello? ¿Qué interesados o desinteresados
intereses han posibilitado sus sorprendentes designios? Demos tiempo al
tiempo y comprobaremos cómo la verdad, aunque pequeña, tratará de
abrirse camino entre tanto disparate.
Mientras
tanto sigamos disfrutando de ese verdadero, y eterno, buen cine, que
existió, existe y existirá por encima de modos y de sorprendentes
pareceres. Y, luego, cada fin de año jugaremos una vez más a buscar cuáles
son nuestras mejores películas.
Adolfo
Bellido López
(director
de EN CADENA DOS).
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